Vivir en ciudad

En opinión de Juan Salgado Brito

Vivir en ciudad

Tener derecho a la Ciudad o sentirse con derecho a vivir en una Ciudad implica desde luego estar consciente de las responsabilidades y deberes que se tienen no solamente como vecinos de la comunidad citadina sino como ciudadanas o ciudadanos que pueden disfrutar o tener acceso a las comodidades, ventajas y oportunidades que otorga vivir en la Ciudad, zona urbana o región metropolitana, contar con servicios públicos, infraestructura y equipamiento urbano que hacen la diferencia entre las Ciudades y las comunidades rurales, permite inclusive contrastar el hábitat de personas, grupos o familias cuya calidad de vida difiere en función de las comodidades que brinda la vida en la Ciudad. Así como puede brindar satisfacciones, confort y más posibilidades de acceso a las oportunidades de crecimiento y superación personal, vivir en la Ciudad impone también deberes, obligaciones y reglas de conducta que se deben cumplir precisamente para tener derecho a la Ciudad. Aunque es obligatorio observar y cumplir con las leyes y reglamentos de lo urbano y citadino es cuestión también de conciencia y convicciones para comportarse y convivir en este núcleo social, es saberse integrante de un segmento con sentido de compromiso frente a los esfuerzos que tanto autoridades como sectores de la sociedad hacen por la superación económica, cultural y cívica de la Ciudadanía, de las familias y de las personas en particular.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Derecho a la Ciudad es el derecho de todos los habitantes a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar ciudades, pueblos y asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos, definidos como bienes comunes para una vida digna. A partir de este concepto son varios los elementos que concurren para el ejercicio del derecho o los derechos a tener una vida que cada vez más debe regirse por normas constitutivas del Derecho Urbanístico sin menos cabo de reconocer que también en las Ciudades hay reglas no escritas de urbanidad que reflejan usos costumbres y la propia idiosincrasia de la gente de cada ciudad o región; esto incluye desde luego principios y valores en el quehacer cotidiano de la población y de la gente en lo particular.   

Con estas reflexiones bien podemos afirmar que urge contar, más que con vecinos, con ciudadanas y ciudadanos comprometidos con los requerimientos de la comunidad que cada vez exige una participación ciudadana responsable y participativa en la atención y solución de los problemas de la Ciudad; más vigilantes del desempeño de sus autoridades y más dispuesta a propugnar una sociedad donde la justicia, la seguridad y el bienestar sean el denominador común por el que se luche junto con los gobiernos.