Serpientes y escaleras - Poder, la droga que enloquece
En opinión de Eolo Pacheco

Generalmente el desgaste de los gobiernos comienza en el gabinete y el círculo cercano
Poder, la droga que enloquece
Ejercer el poder en México nunca ha sido sencillo, aunque así lo parezca para la mayoría. No se trata solo de dar ordenes y acudir a eventos, hablamos de un complejo entramado político, social, económico y cultural con reglas visibles e invisibles, donde se jura hacer cumplir la ley, pero muchas veces se tiene que navegar en paralelo o contrasentido, porque así lo requiere la gobernabilidad. Cualquier persona puede obtener poder, pero no cualquiera sabe ejercerlo con inteligencia.
Veámoslo en el plano local: los últimos gobernadores que hemos tenido ejecutaron el mando de manera distinta, acorde a su personalidad y en función de los intereses y el momento que vivieron.
Para muchos la figura de Lauro Ortega es representativa de un buen gobernante, le atribuyen méritos diversos que van desde su capacidad de escucha hasta la sensibilidad social; a ello añaden logros de todo tipo y acciones que románticamente, dicen, deberían repetirse en la actualidad.
Aunque sin duda el doctor Lauro Ortega es un referente en Morelos y está considerado por la mayoría como el mejor gobernador de la historia, su manera de ejercer el poder no podría replicarse actualmente, porque hablamos de un país y una sociedad distinta, con leyes, procesos y organizaciones ciudadanas que no existían en aquellos tiempos y una opinión colectiva que no aceptaría hoy la personalidad de ese entonces. Más claro: cosas que hacía y decía Don Lauro, aunque eran ciertas y daban resultados, ahora serían políticamente mal vistas.
El poder conferido a un gobernante está perfectamente delimitado en lo formal y en lo legal, incluye contrapesos en los otros poderes, en los organismos autónomos, en los tribunales y en la prensa; la legitimidad que les concede el voto popular es importante, pero dura poco y si no hay resultados, ese apoyo se convierte en punto de presión ciudadana hacia las autoridades.
A pesar de la fuerza que tienen los gobernantes, ya no son una voz omnipotente, ni tienen poder absoluto; necesitan negociar permanentemente, hacer concesiones y buscar equilibrios más allá del ámbito político para mantener la gobernabilidad.
El poder tiene efectos en el círculo cercano del gobernador: genera envidias, provoca enfrentamientos y fragmenta, porque todos quieren estar cerca de quien toma las decisiones, pero no todos lo logran, ni actúan igual; cuando el equipo se divide cambian las lealtades, inician las pugnas y comienza la corrupción.
Un elemento importante en el ejercicio de poder está ahí, en quienes rodean al gobernante; casi siempre el desgaste comienza de afuera hacia adentro, es decir, primero en el equipo, entre quienes están en el primer círculo o tienen un encargo importante dentro de la administración. Los problemas no comienzan en el líder, sino en el círculo que lo rodea.
En Morelos eso ya está sucediendo: la gobernadora Margarita González Saravia se mantienen en la misma línea y actitud de siempre, está convencida de lo que quiere hacer al frente del ejecutivo y del cambio que demanda la sociedad de sus autoridades.
Su discurso no es moda pasajera, como en otros personajes que de la noche a la mañana se cambiaron de partido; ella siempre ha estado en la izquierda, desde muy joven participó en movimientos sociales, trabajó con los sectores más vulnerables y apoyó a Andrés Manuel López Obrador cuando nadie le veía futuro.
A diferencia de muchos que presumen nunca haber robado, pero no dicen que nunca han tenido oportunidad para hacerlo, ella ha ocupado posiciones importantes los últimos veinte años, ha manejado recursos millonarios (en Lotería Nacional tuvo un presupuesto mayor al de Morelos) y nunca cayó en la tentación de meterle la mano al erario. En treinta años de carrera nunca ha sido observada ni señalada por malos manejos, algo que sí pasa con algunos que hoy presumen honestidad e ideología.
Pero la historia personal de la gobernadora no es suficiente para garantizar que tendremos un gobierno honesto, ni para blindar a su administración de críticas. A menos de un año de iniciado el sexenio, comienzan los reproches y los señalamientos contra varios integrantes del gabinete. Lo que vimos y escuchamos en el gobierno de Graco Ramírez en el tercer año y con Cuauhtémoc Blanco en el segundo, aparece antes de doce meses del gobierno de Margarita González Saravia.
En la política contemporánea se ha vuelto una constante que los gobernantes enfrenten problemas derivados del actuar de sus colaboradores y/o de personas que forman parte de su primer círculo; funcionarios de primer nivel como Mirna Zavala o los hermanos Pérez Herrera y funcionarios polémicos como Josué Fernández, Fabiola Urióstegui o Andrés Bahena han obligado a la mandataria a salir al paso para defenderlos y tratar de justificar lo injustificable.
El problema de fondo en esta situación no estriba en que el jefe tenga que ser quien cubra a su equipo y no al revés, sino que en la mayoría de los casos el gobernante es el último en enterarse de lo que sucede a su alrededor y por lo mismo, el último en reaccionar. Mientras arriba se mantiene el discurso de orden, honestidad, transparencia y compromiso social, abajo algunos erosionan esa narrativa con prácticas indebidas y actitudes que a la vuelta del tiempo serán motivo de procesos legales.
Esta situación refleja que algo no anda bien, porque cuando el mandatario sale al paso para defender, la crisis ya está en curso, lo negativo ya se apoderó de la narrativa social y los medios han expuesto y magnificado los errores. Hasta ahora la oposición no ha capitalizado nada de ello, pero lo hará en el proceso electoral, porque el sinsabor de boca que provoca en la gente la repetición de los mismos males eleva la desconfianza ciudadana y esa voz se escucha en las urnas.
El patrón de comportamiento que vimos en otras administraciones se está repitiendo; no es la primera vez que un ejecutivo estatal enfrenta crisis derivadas de sus colaboradores y de la gente que la rodea, pero ahora es más notorio. Esa situación descompone el ambiente político, endurece la crítica social y se combina con factores como la inseguridad, la crisis económica y el desempleo, generando un ambiente de enfado colectivo y desencanto con las autoridades. El abuso de poder de algunos funcionarios siempre va con cargo a la imagen de su jefa.
Aunque la administración estatal intenta proyectar estabilidad y honestidad, en el gabinete hay pugnas, rumores, casos de corrupción y la falta de resultados comienzan a marcar la conversación pública. Ahí aparece otro problema: quien le habla al oído a la gobernadora le cuenta una historia totalmente diferente, desestima las críticas, niega los casos de corrupción y protege a quienes están haciendo quedar mal al gobierno y a la gobernadora.
Si el gobierno de Margarita González Saravia no actúa con firmeza y rapidez, la narrativa de honestidad y cambio se debilitará en el momento justo que Morena necesita consolidarse como una opción confiable rumbo al 2027.
La lección histórica es clara: cuando los gobernantes permiten que sus colaboradores abusen del poder o cierran los ojos ante las irregularidades, las consecuencias no son solo administrativas y legales, tienen un profundo impacto político y social que ofrece a la oposición un terreno fértil para crecer.
En Morelos donde el electorado ha demostrado cada tres años ser crítico y volátil, el costo político de estos descuidos suele ser enorme. Pregúntenle a los últimos cinco gobernadores.
· posdata
El comentario se repite en varias mesas: Rodrigo Gayosso ya regresó y quiere competir en el 2027.
Lo que al principio me pareció un rumor sin fundamento, poco a poco parece ir cobrando forma, porque ya son varios los que me dicen lo mismo, añadiendo la pregunta ¿Tú crees que pueda lograr algo?
Después de perder la elección del 2018 Rodrigo Gayosso se fue del estado y se alejó de todos, incluso de su familia; comenzó una historia personal distinta como empresario en el estado de México y por un tiempo vivió fuera del país, en San Diego, según me comentan personas cercanas a él.
El retorno del hijo pródigo parece ir en serio: afirman que ya se mudó a Cuernavaca y que se ha reunido con distintos personajes de la vida pública para ir midiendo el terreno. “Formé una familia, he madurado, me dedique a estudiar y tengo otra forma de ver la vida” presume Gayosso.
De botepronto mi primera respuesta a las posibilidades políticas del Gayo Gayosso fue simple: no veo quién le de entrada, ni cómo gane una elección. Pero casi de inmediato recordé las palabras de Dante Delgado que dice “la política no es, va siendo” y entonces agregué: …pero en política cualquier cosa puede suceder y nadie puede darse por descontado. Veamos:
Rodrigo Gayosso creó una muy mala imagen en el sexenio perredista y su figura cargó, además, con todos los enemigos y malas decisiones de Graco Ramírez. Los votos que obtuvo en campaña no fueron pocos, sobre todo si se toma en cuenta que enfrentó a Morena en su mejor momento, a un ídolo del fútbol nacional y una coalición electoral fuerte con un solo aliado de su lado, el PSD, que igual que el PRD no representaban absolutamente nada.
El problema de Gayosso en ese momento (y quizá lo siga siendo hoy) fue su carácter impulsivo, la falta de humildad, la poca seriedad en su palabra, su idea de que sólo él tenía la razón y su deseo enfermizo de imponer su verdad.
Cualquiera que hubiera competido desde la oposición en el 2018 contra Morena iba a perder y el error de Rodrigo fue no entender que no era su momento: si hubiera mantenido la alianza con el PAN y MC, sumado al PRI y aceptado la primera senaduría que ya tenía en la bolsa, en el 2018 habría sido senador y en el 2024 candidato natural a la gubernatura. Pero el hubiera no existe.
La eventual reaparición de Rodrigo Gayosso en el escenario político local le agregaría un ingrediente a la elección del 2027 en Morelos porque, dígase lo que se diga, es un tipo que entiende la política, creció en los pasillos de poder, sabe armar estructuras, cuenta con recursos económicos para operar y relaciones en muchos lados.
Su Talón de Aquiles es la imagen, pero desaparecer del escenario político local y las torpezas de Cuauhtémoc Blanco le permitirían reinventarse en dos años y utilizar la frase “Se los dije”, en referencia al enorme daño que causó el futbolista al estado. Porque siendo francos, en campaña siempre dijo que Cuauhtémoc llevaría al estado al caos; como fue.
De botepronto no veo cómo ni en donde Rodrigo Gayosso reaparezca en el escenario político local y menos que compita en el 2027. Pero si se reinventa, reconstruye sus relaciones y mejora su imagen, les puede dar un susto a muchos, porque nadie del lado de la oposición está haciendo nada.
En dos años pueden pasar muchas cosas.
· nota
Imaginen un escenario hipotético en donde Lucía Meza compita por la alcaldía de Cuernavaca y Rodrigo Gayosso por un distrito local bajo las mismas siglas; la primera obtuvo 294 mil votos en su última elección y el segundo 207 mil.
En la contienda del 2024 José Luis Urióstegui ganó con 75 mil votos, Daniel Martínez Terrazas con 23 mil y Andrea Gordillo con 25 mil, mientras que en la elección estatal el FAM le ganó a Morena en 30 de los 36 municipios.
Matemáticamente las posibilidades para Gayosso y Lucía existen. En los hechos, tratándose de política en un estado como Morelos, cualquier cosa puede suceder.
· post it
Al gobierno le gusta defender lo indefendible. Ahora justifican al constructor de Vivienda Digna en Cuautla y al hacerlo, asumen el desgaste.
¿Por qué no fijar una postura institucional y reclamar al constructor que cumpla con lo estipulado en el contrato y de paso que, en lugar de traer empresas de fuera, contrate a constructores locales para fortalecer la economía morelense?
A menos que las autoridades sean parte del negocio de Armando Núñez y su empresa Giramo.
· redes sociales
Como muchos, confío que mi gobernadora se dará tiempo de lo que sucede en su gobierno antes de que sea tarde.
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