Escala de Grises - Todos somos la niña
En opinión de Arendy Ávalos
A plena luz del día, una mujer centroamericana de mediana edad y una niña de diez años, aproximadamente, corren de la mano para intentar cruzar el río y llegar a territorio estadounidense. Su carrera es interrumpida por un soldado mexicano que, para no perderlas, sujeta con fuerza la mochila que la mujer lleva en sus hombros. La niña intenta seguir corriendo; pero el brazo de su madre no la suelta.
Luego de que el gobierno mexicano y el estadounidense llegaran a un acuerdo en materia de migración, el Estado mexicano desplegó una vigilancia mayor en sus fronteras a cargo de la Guardia Nacional. Elementos pertenecientes a este cuerpo de seguridad fueron fotografiados en el momento preciso en que separaban a un grupo de migrantes centroamericanos.
Esta imagen se difundió en las redes y, cuando se le cuestionó al presidente sobre la separación de familias y la detención de migrantes en las fronteras, respondió que “esa no es la instrucción que tienen (…) ese es un trabajo que le corresponde a los agentes de migración, no al Ejército”.
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Entre ramas y vegetación, fueron encontrados dos cuerpos a orillas del Río Bravo. Un migrante salvadoreño y su hija menor de dos años están unidos por un pedazo de tela que la corriente no les pudo quitar.
Una familia salvadoreña tenía dos meses en territorio mexicano, específicamente en Matamoros, Tamaulipas. En la espera de una cita para solicitar asilo en Estados Unidos, decidieron cruzar el río. La menor de edad fue arrastrada por la corriente y su padre trató de rescatarla, pero no lo logró.
La fotografía del suceso (al que no es necesario ponerle calificativo alguno) circuló por las plataformas digitales con un eco de indignación y un llamado de acción para que Andrés Manuel y su equipo generen estrategias que garanticen los Derechos Humanos y la seguridad para todas las personas que ingresen al país.
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Una menor de edad, sentada cerca de lo que parece ser su grupo de amigas, enfrenta el lente de la cámara con una mirada impasible. Después de una fracción de segundo, levanta el dedo medio de su mano izquierda. Antes de que la toma se expanda, lanza una sonrisa y se pierde entre la gente.
El pasado sábado, AMLO realizó una visita a Mérida para dar un discurso sobre la entrega de becas integrales para el Bienestar; mismo que fue interrumpido por una risa unísona por parte del público. “De qué se ríen?”, preguntó el presidente. El motivo de tal reacción fue que una estudiante realizó una seña con el dedo medio al ser enfocada por las cámaras que transmitían el evento a nivel nacional.
El domingo, la etiqueta #TodosSomosLaNiña se hizo tendencia en Twitter con opiniones polarizadas, para no perder la costumbre. Algunas cuentas estaban a favor de este acto rebelde en el que la niña pudo expresar lo que “toda la población” opina sobre el trabajo de Andrés Manuel y su gabinete, otras tantas satanizaron el hecho y exigieron disculpas públicas para redimir esa falta de respeto tan grande.
Un día después circuló la captura de una publicación de Facebook en la que se leía una supuesta declaración por parte de la menor, asegurando que la seña iba dirigida completamente al presidente: “Primero nos obligan a ir de acarreados a su evento, nos hacen esperar y todavía nos graban (…) dejen de especular que mi seña era para alguien más. No. Era para AMLO”, se lee.
Seguramente la pintada de dedo fue una acción que le caló al señor presidente, quien está acostumbrado a tomar en cuenta únicamente los aplausos y la aprobación de un porcentaje de la población… Sin considerar mucho si es realmente representativo o no.
En Escalas pasadas he retomado los asuntos migratorios y todas sus aristas, escribí sobre México como puente y país de destino; hoy, me provoca una sensación extraña escribir sobre México como el muro al que tanto le gritamos “no”. AMLO ha declarado que no somos la barrera que Estados Unidos quería; sin embargo, basta con mirar el currículum de Tonatiuh Guillén y Francisco Garduño para hacer una comparación y darnos cuenta del enfoque que se le está dando al problema.
Resulta curioso que tres de las fotografías más mediáticas a nivel nacional en los últimos meses sean protagonizadas por tres menores de edad. Resulta más curioso aún que la mayor simpatía fuera generada por la última imagen cuando el antecedente de las dos anteriores está presente.
¿En serio todos somos la niña? ¿Cuál? Una seña intrépida causó el revuelo suficiente para convertirse en tendencia a nivel nacional, ¿hasta ahí llega nuestro nivel de empatía? Si la respuesta es afirmativa, entonces hay cosas que arreglar a nivel particular.
¿El contexto de cada fotografía es diferente? Claro. ¿Es mucho más importante el eje bajo el que están las dos primeras? Sin duda alguna. ¿Hay forma de esconder la desaprobación que refleja la supuesta declaración y la seña de la menor de edad en el evento? No.
La situación bajo la que se encuentra el país pasó de ser un “hay que otorgarle el beneficio de la duda al presidente” a un “necesitamos que haga algo para arreglar esto (y esto…)”. Parecería absurdo pensar que la transformación que nos prometieron estará lista en seis meses, pero también resulta absurdo delegarle la culpa a los gobiernos anteriores cuando el volante está en manos de quien lo pidió a gritos por dieciocho años.
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