EL TERCER OJO - Un apretón de tuercas al asunto del covid-19 “otras notas sobre consecuencias sociales” (tercera parte).

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

EL TERCER OJO - Un apretón de tuercas al asunto del covid-19 “otras notas sobre consecuencias sociales” (tercera parte).

 

Dando continuidad a la serie de colaboraciones, El Tercer Ojo, para El Regional del Sur, me propongo precisar algunas cuestiones expuestas en la segunda parte de la misma; para ello debo recordar que sin reparo alguno expresé mu claramente que: “(…) Debemos resaltar el hecho de no se menciona el papel del diagnóstico sindrómico (diagnóstico clínico basado en la constelación de síntomas y signos que son un sello distintivo de enfermedades); realizado por los trabajadores de la salud comunitarios, las enfermeras de atención primaria, y los médicos de primer nivel; mucho menos se considera el papel del compromiso comunitario (…) La visión y enfoque que la OMS y los organismos nacionales encargados de organizar y ofrecer los servicios de salud pública, no han reconocido como parte de la estrategia este trabajo”.

 

Para propiciar condiciones favorables con respecto a la consideración de este “Diagnóstico sindrómico” dentro de un programa de actividades, acciones y tareas para la atención a la salud de pueblos, comunidades y la sociedad en general, se precisa de la reconsideración del importante papel de los “trabajadores de la salud comunitarios” (médicos, enfermeras, trabajadores sociales y psicólogos de atención primaria o comunitaria); además de admitir como esencial el papel del compromiso comunitario y psicosocial.

 

Es poco probable que los sistemas de atención médica limitados, que cuentan con pocos recursos, tanto financieros como materiales (camas, equipos, medicamentos, espacios suficientes, etc.) y humanos, puedan brindar tratamiento a los pacientes con COVID-19, además de los que requieren otros servicios no relacionados con éste, a menos que reasignen recursos y se asegure, también la formación de profesionales con competencias para abordar, bajo esta perspectiva, los problemas de salud pública.

 

Lo antedicho requiere que las Instituciones de Educación Superior Pública diseñen Programas Educativos con base en estos supuestos conceptuales, teóricos y prácticos y se ofrezcan estas opciones a las jóvenes generaciones de aspirantes a cursar sus estudios en las mismas.

 

Hace ya varias décadas (quizás cuatro), la UNAM diseñó y operó un Programa Educativo para la formación de médicos con fundamento en estos criterios, este programa se conoció como el “Plan A 36”, sin embargo, a los pocos años, fue cerrado y se ha priorizado desde entonces la formación de profesionales médicos bajo otros principios.

Asimismo, la UAEM (Morelos), durante la administración del Dr. Alejandro Vera diseñó y comenzó a operar programas educativos con base en estos supuestos; empero, con la nueva administración, la que propone una “Universidad de Excelencia”, se consideró que eran inútiles e innecesarios los mismos y determinó “restructurarlos” (léase, eliminarlos).

 

Ahora que los eventos de carácter psicosocial se hacen manifiestos (miedo, ira, ansiedad, no adherencia a estrategias preventivas, violencia dentro de los hogares, violencia hacia los profesionales de la salud, etc.) la UAEM únicamente cuenta con programas de “asistencia psicológica” orientados bajo premisas de carácter individual y “a distancia”, para “intervenir” ante problemas de carácter personal, individual o, cuando mucho, de naturaleza familiar.

 

Ahora que se anuncian y aproximan, a pasos agigantados, las crisis económicas, laborales, psicosociales, culturales, ideológicas, sociales y políticas, nos encontramos con el hecho de que faltan liderazgos claros y precisos, de que no hallamos alternativas no sólo para la fase actual de afrontamiento del COVID 19, sino para los subsecuentes tiempos.

 

No atinamos a reconocer que se requieren programas de acción construidos y asumidos por las propias comunidades, pueblos y organizaciones sociales para retomar una innegable falta de “Previsión y Perspectiva” por parte de quienes dicen dirigir el destino de nuestras naciones y no hacen más que deshacerlo entre sus manos; requerimos reconocer que sin la asunción por nuestra parte del compromiso de diseñar y construir programas de acción que vayan más allá de los tiempos electorales que vienen no podremos transformar en un futuro mejor, las experiencias y vivencias que hoy nos tienen en vilo.

 

Para reconstruir bajo las premisas de que un conjunto de principios clave para el afrontamiento de una crisis global como la que nos agobia hoy, se requiere asumir nuestra responsabilidad y considerar como sustento de un programa a mediano plazo la solidaridad, la justicia social, equidad, libertad, democracia, paz, una economía política justa y la seguridad en todos los ámbitos de la vida social.

 

Lo antedicho es irrealizable bajo los supuestos de una “democracia representativa”, aunque se halles respaldada amplia y mayoritariamente por los electores y miembros de la sociedad.

 

No cabe duda de que sin una “democracia participativa”, más allá de los procesos electorales y de consulta, seguiremos atrapados en el pasado.