Repaso - ¿niños sin reprobar y maestros copiones?

En opinión de Carlos Gallardo Sánchez

Repaso - ¿niños sin reprobar y maestros copiones?

En el análisis de los fines de la educación y la concepción trascendente del ser humano que se pretende formar, ha prevalecido desde hace muchos años lo que se conoce como cultura medicionista. Es decir, la prevalencia de criterios cuantitativos para determinar el éxito o el fracaso de toda persona a la que, principalmente, se le somete a exámenes o cualquier otro instrumento en el que lo importante, el final de cuentas, es asignar una nota calificaría que ubique a las personas como aptas o no aptas, aprobadas o reprobadas, competentes o incompentes.

 

El tema y la polémica en torno de esa problemática está vigente, particularmente ante la inconformidad de algunos maestros y ciertos padres de familia, quienes lamentan que "regalen" calificaciones. Como dadores de un número mediante el cual se intenta vanamente encerrar en ese hecho todas las dimensiones de la personalidad de los alumnos, de alguna manera, quizá inconscientemente, se ubican como prototipos docentes de lo que Freire llamó y criticó la educación bancaria, en cuyas premisas se desatienden prácticamente de los contextos y las situación oes de vida por la que atraviesan los alumnos. Situaciones de verdadera crisis e inestabilidad emocional, como la que aún padecemos provocada por la maldita pandemia que a muchos de nosotros nos ha quitado a un ser querido.

 

Llevamos más de 100 años con esa idea monopólica de la educación, a partir de la clasificación de seres humanos mediante las llamadas pruebas de inteligencia y el consabido coeficiente intelectual, mediante el cual se interpretaba quién sí y quién no estaría en condiciones de enfrentar los retos en el estudio o en la capacidad para resolver problemas.

 

¡Y la realidad presente, en ocasiones desfavorable, por la que transitamos? En el caso de los alumnos sería bueno pensar que su mayor aprendizaje en estos tiempos es estar enfrentando, con sus familiares, una circunstancia de excepción, en la que lo fundamental es sobrevivir, cuidarse y cuidar a los otros, adaptarse a una dinámica que alteró su cotidianidad.

 

¿Qué espacios debieron compartir casi de tiempo completo? ¿Sus padres conservaron o perdieron su trabajo? ¿Tuvieron lo elemental para cumplir sus deberes escolares? ¿Quiénes sí y quiénes no recibieron el apoyo y atención de un familiar para resolver dudas? ¿Qué aprendieron fuera del cumplimiento de los temas programáticos? Las preguntas pueden seguir. En ese contexto, ¿cuál es el valor real de una calificación? ¿Merecen otro tipo de apreciaciones por el hecho de estar sanos, haber tomado las precauciones convenientes o soslayarlas con los consabidos riesgos? Desde mi particular punto de vista lo importante era y es resistir, fortalecer la cultura de la prevención, de la higiene, del respeto a sí mismo y a los demás. ¿Qué valor real tiene aprobar o reprobar, 

 

que no sea la certificación del cumplimiento en las distintas asignaturas, cosa no menos importante desde luego, pero supeditada, insisto, a la encrucijada que debieron y deben afrontar durante estos meses y los que vienen. El tema es para el análisis pedagógico, incluso filodófico. Lástima que en Morelos quienes dirigen los destinos de la educación estén muy lejos de promover foros para las reflexiones de esta naturaleza, en donde lo que debe prevalecer no es definir quién tiene la razón, sino cómo comprender la formación de los estudiantes en la adversidad, la angustia, las insuficiencias.

 

*  De refilón

 

¿Qué  la SEP  canceló  los resultados del examen recientemente presentado por los maestros al detectar que cerca de seis mil lo respondieron copiando? Según la información difundida, "el sistema detectó que copiaron durante la aplicación de la evaluación, es decir, se identificaron cadenas de respuestas 100 por ciento idénticas".

 

El tema seguramente servirá para estigmatizar a los docentes, aunque espero que sirva también para que se revisen los criterios de promoción implantados, porque, otra vez, parece que es más determinante suponer que aquellos que obtienen los mejores puntajes son por ello los más a propósito para hacerle honor a la función formativa que tienen encomendada.

 

Se dice que ante esa situación la SEP tomará en cuentas la trayectoria de los aspirantes, los estudios previos que han cursado y, yo espero, la sensibilidad pedagógica que hayan demostrado como docentes frente a grupo,.

 

Reitero, ojalá y que esa cultura del fraude mueva a las autoridades educativas a considerar otros aspectos para evaluar con fines de ascenso o promoción a los maestros. En todos los tiempos la aplicación de exámenes y su uso e interpretación, son campo propicio para el engaño, la coerción, la simulación y la instauración de una cultura imaginaria de la eficiencia  magisterial.

 

E mail: profechon@hotmail.com