Juego de Manos - Mia I

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Mia I

En los últimos días, el nombre de Mia Khalifa ha figurado dentro de la agenda, a partir de la batalla que la comentarista deportiva e inmigrante libanesa está librando por eliminar del internet el contenido pornográfico en el que aparece. Al momento de la redacción de esta columna, 1,749,640 firmas en change.org piden Justicia para Mia Khalifa.

Debido a la complejidad del tema, será abordado en una serie que estará enfocada en la problemática, con la finalidad de desahogar todos sus matices. Iremos por partes. Esta primera entrada se centrará en el caso específico de Mia Khalifa en su paso por la industria pornográfica y sus consecuencias.

En 2014, a sus 21 años ingresó a la industria pornográfica como actriz, su trayectoria en este medio duró 3 meses; en ese periodo formó parte de 12 grabaciones, para las cuales recibió un total de 12 mil dólares. De acuerdo con su testimonio, la fama y el dinero no formaban parte de sus aspiraciones. Esperaba que fuera su secreto.

A pesar de ello, su participación en una escena portando un hiyab la llevó —en cuestión de meses— a ocupar los primeros lugares en las búsquedas de pornografía, lo que trajo cientos de millones de visitas a sus videos e ingresos multimillonarios para Bang Bros (la compañía con la que firmó su contrato) y PornHub (el sitio en que se publicó el contenido); mientras tanto acarreó amenazas de muerte por simpatizantes de ISIS y mensajes de odio hacia su persona.

Cuando se le cuestionó al respecto dentro de una entrevista, ella señaló las relaciones de poder existentes dentro de la industria, mediante las cuales se actúa en beneficio de las compañías dejando a un lado las inquietudes de quienes actúan para ellas. Y es que, más allá de contratos y cifras, la violencia simbólica ejercida hacia las personas en situación de desventaja —propiciada por posiciones de vulnerabilidad social a partir del género, edad, raza, etc.— deslegitima las opiniones, los deseos o la dignidad de las personas y les deja desprotegidas frente a futuros actos de violencia que trascienden la arena simbólica.

 

No obstante, su corta estadía dentro del mundo de la pornografía, el nombre e imagen de Mia Khalifa han permeado dentro de los espacios de consumo, su rentabilidad millonaria ha sido explotada al punto crear la percepción de que la comentarista sigue activa y produciendo contenido para adultos.

Esto repercute directamente en su vida e integridad pues, más allá de los focos, la fama asociada a la pornografía conlleva una carga de violencia y vergüenza impuesta por la sociedad. Estas agresiones se agudizan cuando la persona en cuestión es una mujer pues, históricamente, el goce de su sexualidad ha sido castigado y criminalizado por un sistema de raíces machistas.

Entonces, uno de los principales matices de este problema es la violencia de género y la heteronormatividad que castiga a aquellas personas que se alejan de ella. Esto implica el maltrato hacia las mujeres que ejercen su sexualidad libremente, cualquier miembro de la comunidad LGBT+ y aquellos hombres que no adoptan los rasgos del “deber ser” de un hombre; mientras que se permean e idealizan los estereotipos masculinos y femeninos más tradicionales. Véase caso de Johnny Sins (“El Pelón de Brazzers”).

A partir de su paso por la industria del entretenimiento para adultos, Mia Khalifa se convirtió en una mujer privada de su libertad a partir del juicio público, víctima de incontables ataques, amenazas y cuya carrera presente es desprestigiada, minimizada y posicionada detrás de aquellos 3 meses en el 2014.

El centro de este problema no está en el dinero y el objetivo de este texto no es el de victimizar a las actrices y actores que actualmente laboran en el mundo de la pornografía. El eje central se haya en la industria, sus contenidos y sus consumidores. En las relaciones laborales abusivas, así como de la situación de desventaja y abuso en la que se encuentran ciertos sectores en situación de vulnerabilidad.

Y es que, el machismo y la violencia de género ejercida a través del contenido de los materiales es innegable. La objetivización (es decir, el uso a modo de objeto, ajeno a una humanidad) de las mujeres —o el arquetipo de ellas— para el uso de los hombres—o el arquetipo de ellos—, perpetua la estructura de violencia, la cultura de la violación y los estereotipos de género. Y mientras exista una demanda para este contenido, esta espiral de violencia continuará.

El caso de Mia Khalifa es representativo de miles de mujeres que han sufrido de abusos y violencia por su participación en el mundo de la pornografía, sin tomar en cuenta los casos de pedofilia y trata de blancas dentro de esta. Vale la pena reflexionar sobre las implicaciones de su consumo y la manera en que podemos formar parte de la solución. No por nada es denominada una industria para adultos (ojo en el género).

 

Por cierto

 

La escritora y esposa del presidente, Breatriz Gutiérrez Müller, se posicionó en el ojo del huracán después de una serie de desafortunados (por ponerles un adjetivo) comentarios que realizó a través de su cuenta de Twitter. Luego de mostrar su apoyo y reconocimiento a la conmemoración de la victoria de López Obrador en las urnas, un usuario la cuestionó acerca de cuándo brindaría atención a los padres (y madres) de los niños con cáncer, a lo que Gutiérrez Müller contestó: “No soy médico, a lo mejor usted sí. Ande, ayúdelos”. Wow.

Evidentemente, la respuesta de la investigadora no cayó bien y, en poco tiempo, resonó en redes sociales y en medios de comunicación y, a partir del disgusto público, Beatriz ofreció una ¿disculpa? a través del mismo medio: “Si mi expresión ‘No soy médico’ ofendió a alguien, ofrezco disculpas”.

Este suceso se desarrolló a menos de un mes después de la polémica alrededor del foro “¿Racismo y/o clasismo en México?” en la que Gutiérrez Müller señaló, a través de Twitter, que seguía esperando una disculpa del comediante, Chumel Torres, por apodar a su hijo “Chocoflan”. Parece curiosa la energía con la que día antes exigió una disculpa pública cuando se compara con la apatía, desinterés y distanciamiento de los problemas que ponen en riesgo la vida de miles de niñas y niños en México.

Parece ser que, cuando se trata de asuntos familiares y condenas a la oposición “inquisidora”, Beatriz Gutiérrez está dispuesta a soltar toda su furia, pero es mucho pedir por empatía y atención por el desabasto de medicamentos para las y los niños con cáncer. Con los niños (los suyos) no.

 

Ah, y Kanye quiere ser presidente de los Estados Unidos: 

  

diegopachecowil@gmail.com