Infancia en tiempos violentos. Los niños-soldados de Guerrero ¿derecho al juego vs derecho a la sobrevivencia?

En opinión de Aura Hernández

Infancia en tiempos violentos. Los niños-soldados de Guerrero ¿derecho al juego vs derecho a la sobrevivencia?

“Se revalúa la sabiduría popular y no la esperamos sentados en la puerta de la casa sino por la calle al medio, tal vez sin que el mismo país se dé cuenta de que vamos a sobreponernos a todo y encontrar su salvación donde no estaba”.

 

Gabriel García Márquez, en “La patria amada aunque distante” discurso por los 200 años de la Universidad de Antioquía.

 

Desde 1996, en su obra “Guerrero Bronco. Campesinos, ciudadanos y guerrilleros de la Costa Grande”, Armando Bartra, dejó muy claro que para entender los problemas de este estado del sur, es indispensable revisar su historia minuciosamente.

Dice Bartra,  “¿Cómo soslayar el peso que aún tienen en el memoria política regional la militarización antiguerrillera que apenas comenzó a remitir a fines de los setenta?¿Cómo explicar el origen de los focos campesinos de autodefensa armada sin remitirse al multitudinario y reprimido movimiento cívico de los sesenta?¿Cómo entender el encono de la lucha política en Guerrero sin remontarse a las particularidades de la revolución en ese estado?(…) ¿Cómo medir, en fin, la profundidad del caciquismo sin asomarse a los patriarcas costeños del siglo XIX?”.

Yo, por mi parte pregunto, ¿cómo entender el problema de la hegemonía del narcotráfico en vastas regiones del estado de Guerrero, en una de las regiones del país, que paradójicamente ha tenido presencia militar por muchas décadas? ¿Cómo entender, Aguas Blancas?

¿Cómo entender la masacre del Charco? ¿Cómo entender que en los años setenta, Rosendo Radilla haya desaparecido cuando fue detenido por un convoy militar en Atoyac y todavía no aparece? ¿Cómo entender el caso de los campesinos ecologistas y de Valentina Rosendo Cantú, casos en los que el Estado mexicano fue sentenciado por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos?

La lista es larga, ¿cómo entender la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa? ¿Cómo entender la emboscada y muerte a 10 personas en la zona serrana de Chilapa el pasado 17 de enero? ¿Cómo entender que, aun cuando formalmente no hay guerra, haya poblaciones enteras desplazadas para evadir las agresiones de la delincuencia organizada?

¿Cómo entender los narcogobiernos? ¿Cómo entender que no haya Estado? ¿No explicaría todo esto la necesidad de la organización comunitaria para que los pueblos puedan hacer, más o menos, frente a tanta muerte y tanta barbarie? Pues eso, nada más y nada menos, explica la aparición, desde hace años de la policía comunitaria, que no es lo mismo que los grupos de autodefensa. La policía comunitaria, es una organización que está regida por las decisiones de la asamblea y su existencia ha sido un imperativo para la sobrevivencia.

Todo lo anterior viene a cuento, precisamente porque la semana pasada la noticia y las imágenes de niños armados en la zona de Chilapa, Guerrero, muchos de ellos huérfanos como producto de la guerra que se vive en sus territorios, fueron tendencia en redes sociales y primera noticia en medios de comunicación tradicionales.

No justifico el hecho, que de por si se contrapone con lo que establece la Convención de los Derechos del Niño sobre la protección de la niñez y nuestra normativa nacional, pero si hacemos una revisión sociohistórica seguramente encontraremos las razones de por qué unos niños que deberían estar disfrutando su derecho a la educación, su derecho a jugar, su derecho a que el estado les garantice la protección en medio de este conflicto armado, hoy hayan tomado los armas… para no morir.

En un informe denominado, Infancia, corazón roto, el Centro de Derechos Humanos de la Montaña de Guererro, Tlachinollan, plantea que la sociedad poco o nada sabe de las niñas y los niños que enfrentan las atrocidades de la violencia delincuencial, ni de las secuelas que ésta les deja, sobre todo si han padecido la desaparición  o muerte de su padre o su madre.  De acuerdo con este informe en el estado de Guerrero hay registrada la cifra de 4 mil 251 personas desaparecidas, sí como un registro de  2 mil 720 infantes desparecidos en el país, de esos casos, 148 ocurrieron en Guerrero.

Este principio de sobrevivencia se aplica desgraciadamente en muchas partes del país que son particularmente asolados por las bandas delincuenciales, y no es un principio nuevo, sino un fenómeno que en nuestro país se ha manifestado históricamente.

Sobre la participación de los niños de Morelos en la Revolución hay una literatura considerable y archivos para probar que este fenómeno que corresponde a los tiempos de guerra, fue relativamente común. El líder campesino Rubén Jaramillo, ingresó al Ejército Libertador del Sur a los trece años, y persistió en la lucha armada hasta 1962, cuando fue traicionado y asesinado.

Como en la Revolución los niños guerrerenses que se integraron a las guardias comunitarias de la zona de Chilapa, muchos de ellos son huérfanos como resultado de la violencia de los grupos delincuenciales que asolan la región. Los Ardillos es una banda  que de acuerdo con reportes periodísticos mantiene a punta de pistola el control de la región desde hace varios años.

La semana pasada se reportó que los delincuentes tenían sitiadas a 16 comunidades donde tiene presencia la guardia comunitaria, esto,  para impedir la entrada de víveres y la salida de personas a otras comunidades de la región para huir de la violencia. Y es en esta coyuntura es que ocurre la irrupción de los niños soldados, lo que permite entender el fenómeno pero nunca justificarlo.

Por ser el estado de Guerrero un espacio tan cercano al estado de Morelos, no solo territorialmente, sino por ser una región con la que el estado de Morelos comparte no solo límites territoriales, si por la cercanía cultural, política, social  de ambas entidades, es que considero importante reflexionar sobre el fenómeno de la violencia que en ese estado ha alcanzado niveles inconcebibles y convocar a la acción a las autoridades.