Regreso a clases: donde el civismo toma vacaciones

En opinión de Georgina Isabel Campos Cortés

Regreso a clases: donde el civismo toma vacaciones

A pocos días del regreso a clases de la educación básica, vale la pena hacer un llamado urgente a reflexionar sobre algo tan simple como importante: la administración del tiempo y el respeto vial.

El civismo vial y la falta de coordinación institucional convierten las calles de Cuernavaca en una prueba de paciencia diaria. Urge responsabilidad compartida.

Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.

No pretendo dar recetas, pero sí dejar constancia de las experiencias desagradables que muchas y muchos vivimos año con año, especialmente en estas fechas en que el regreso a clases convierte las calles de Cuernavaca en un auténtico campo de batalla… o al menos de caos.

En el norte de la ciudad —como en el resto—, los bachilleratos ya retomaron actividades hace dos semanas, y en esta última, también lo han hecho los estudiantes de nivel superior. El resultado: un incremento visible de tráfico, desorden y, lamentablemente, de incivismo al volante.

En avenidas principales como Morelos, es común ver vehículos girando en lugares donde está claramente prohibido. La señalética se ignora con una naturalidad pasmosa. Pero si hablamos de caos, hay que mencionar la calle de San Jerónimo y las aledañas, especialmente a la hora de salida.

Una calle con dos carriles, de ida y vuelta, cuya lógica debería ser clara para todos. Sin embargo, se convierte en una trampa: autos detenidos sin sentido, el uno por uno que nadie respeta, conductores que bloquean el paso sin importarles que están generando un tapón de botella. En más de una ocasión, uno tiene que bajarse del auto a pedir (a veces con mucha paciencia) que alguien se mueva apenas medio metro para permitir que todo el embotellamiento fluya. Y mientras tanto, los pequeños pasajeros ríen y graban con sus celulares la escena que ya es parte del folclor escolar.

Otro caso cotidiano: sobre esa misma calle, padres y madres de familia hacen lo posible por estacionarse correctamente, evitando bloquear el paso frente a la iglesia de San Jerónimo. Pero no falta quien, con prisa y desdén, decide parar justo frente a la puerta del colegio, en sentido contrario, mal estacionado y encima se queda ahí... ¡a comer! Y los conos de advertencia, como adorno.

 

¿Y los vigilantes? Con indiferencia, encogen los hombros o responden con un tibio “ahorita veo”.

No se trata solo de falta de cortesía, sino de una falla más profunda: como padres, somos modelo de comportamiento para nuestros hijos. Y al mismo tiempo, los colegios no pueden lavarse las manos. Deben coordinar y vigilar el respeto al reglamento de tránsito en los alrededores de sus instalaciones.

También es momento de invitar a la Secretaría de Seguridad Pública a hacer presencia real, no solo simbólica, y actuar para ordenar esta locura.

Y hablemos de otro caso emblemático: la avenida Universidad. ¿Cómo es posible tardar 30 minutos en recorrerla en auto, desde el mercado Emiliano Zapata hasta la puerta de la UAEM? Es una distancia que debería tomar 10 minutos. Hay vías alternas, sí, pero sufren el mismo mal. Es la locura. Por eso, muchos estudiantes universitarios prefieren caminar: llegan más rápido y con menos estrés.

Urgente es atender nuestra lógica al manejar. El peatón es primero, por siempre. No es un cliché, es una necesidad. Y como si el caos actual no fuera suficiente, tenemos a la vuelta la tradicional Feria de Tlaltenango, que —como cada año— cerrará la calle principal desde la Glorieta de Tlaltenango hasta la calle de la Pradera. Esto significa que la circulación se volverá aún más complicada, especialmente para quienes se trasladan en auto, particularmente en la calle Tetela, en su cruce con San Jerónimo, donde quedará habilitado un solo sentido.

¿Estamos listos para eso en auto?

 Entonces, ¿qué nos está pasando como sociedad? ¿Nos hemos rendido ante el desorden? ¿Nos hemos resignado a vivir en el caos vial como si fuera lo normal?

¿Qué están haciendo las autoridades?

El regreso a clases no debería ser sinónimo de estrés colectivo ni de caos vial. Podemos, y debemos, hacerlo mejor. Porque no se trata solo de moverse más rápido, sino de convivir con respeto. En la calle, como en la vida.

Es momento de actuar. No todo depende del gobierno; mucho está en nuestras manos. Pero sí necesitamos un esfuerzo conjunto, de ciudadanía y autoridades, para recuperar algo que parece perdido: el sentido común y el respeto a los demás.