Repaso

En opinión de Carlos Gallardo Sánchez

Repaso
  • Cuernavaca entre taxistas de otros rumbos

En los últimos 10 años he estado pocas veces fuera de Morelos. En todas esas ocasiones, al trasladarme en taxi, la plática insustituible con los conductores, aunque lo haya intentado evitar, ha estado vinculada con la violencia y la inseguridad, principalmente en Cuernavaca. El problema, pienso yo, se agudizó a partir del gobierno del priísta Jorge Carrillo Olea, pero fue creciendo en los sexenios siguientes hasta la fecha.

Traigo lo anterior a colación, pues apenas el pasado miércoles por la mañana, el chofer de la unidad que nos conducía al aeropuerto de Cancún, al saber que éramos de Morelos de inmediato nos atajó cualquier otro comentario con: “yo tuve una amarga experiencia en Cuernavaca; fui a un festejo por una colonia que se llama la Antonio Barona y al ir a comprar unos cigarrillos me intentaron atracar primero dos y luego llegaron como otros diez que me golpearon casi hasta matarme”.

Parece que nada ha cambiado desde aquellos ayeres e incluso desde mucho antes, con la ola de secuestros que azotó a la entidad, precisamente en el periodo de Carrillo Olea, quien, soberbio, metía las manos al fuego por colaboradores como Carlos Peredo Merlo, Jesús Miyazawa Álvarez o Armando Martínez Salgado; o con Sergio Estrada Cajigal, que defendió a capa y espada al tristemente célebre Agustín Montiel, quien según un reporte periodístico era jefe policiaco pero al mismo tiempo empleado de narcotraficantes; o con Marco Antonio Adame Castillo, quien había designado secretario de Seguridad Pública a Luis Ángel Cabeza de Vaca, a quien también se le imputaron vínculos con el narcotráfico y por ello estuvo recluido en un penal federal de alta seguridad.

Ni con un gobierno de falsa izquierda, como lo fue el encabezado por el “progresista” Graco Ramírez Garrido Abreu, el oleaje delincuencial vino a la baja. Por el contrario, la sociedad morelense en su mayoría tuvo la percepción de que la situación era aún más crítica y que Alberto Capella Ibarra, su jefe policiaco de cabecera, sólo vino a blofear al estado y a servir a otros intereses, menos a los de los ciudadanos en general.

Ahora estamos en el aciago período de Cuauhtémoc Blanco Bravo, gobernador de Morelos por obra y gracia de las insensateces electorales, neófito en toda material gubernamental y presunto manipulado por su jefe de la Gubernatura, José Manuel Sanz. “Hay un chingo de delincuentes”, fue frase empleada por Blanco Bravo para tratar de justificar los pésimos resultados en cuestiones de seguridad y ampliar sus plazos establecidos para disminuir ese cáncer, que se está dando de manera desmesurada. Morelos en general y Cuernavaca en particular, están a expensas de une delincuencia desatada, mientras las autoridades correspondientes andan en la lela.

Si en algo han coincidido esos mandatarios estatales y sus presuntos cancerberos, es en el discurso triunfalista que en su momento cada quien esgrimió, para eludir los fracasos institucionales. La realidad que no pudieron enfrentar, la que viven en el día a día los morelenses, es un mentís a esa bazofia demagógica. Todos, también, se presentaban como los salvadores esperados si el voto ciudadano los favorecía, como en efecto sucedió, pero ellos no quisieron o no pudieron cumplir. Cuauhtémoc Blanco Bravo lo hizo y ahora no sabe cómo salir del atolladero en el que sus propias palaras lo metieron. Mientras tanto el juicio popular le es adverso y su popularidad poco a poco va decreciendo. Siendo su único “capital” político, el futuro se le asoma amenazante.

En todo ese marco de promesas circulares incumplidas por los diversos gobernantes, fuera de Morelos la voz popular, por lo menos la que me ha tocado escuchar en ciudades como Guadalajara, Morelia, Aguascalientes, Ciudad de México y Playa de Carmen, nos tiene a los morelenses como habitantes de un estado y una capital de alto riesgo. Hasta llegan a condolerse por nuestra situación.

Debo aceptar que mis interlocutores por esos rumbos han sido taxistas, razón de más para insistir en el impacto negativo que tiene eco fuera de Morelos y que no disminuye sólo porque los gobernantes digan que no es cierto o intenten mediante fofas campañas mediáticas brindar otras imágenes de nuestro bello estado, pero que no hacen contrapeso al clima de inseguridad que se vive.

El eco al que me refiero es el de voz a voz, el de persona a persona, y ese es el que más corre hasta convertirse en rumor que puede ser interpretado como realidad.

  • De refilón

Cuando en la educación Básica, principalmente, se exigía un corte de pelo a rape para todos los alumnos hombres, bajo el supuesto de que con eso iban en el futuro a tener un comportamiento moral adecuado, se pensaba en contrario que los que usaban el pelo largo estaban destinados a la droga y a la perdición. Nada más falso. Muchos hombres que siempre ha utilizado el cabello corto pueden ser por sus actos verdaderos energúmenos. Otros, que traían su larga cabellera, podrían ser los más amables y tranquilos. Esas visiones equivocadas parecen no tener fin. En estos días se ha levantado mucho ruido por el hecho de que en la Ciudad de México se aprobó que las alumnas o los alumnos, pueden usar falda o pantalón, “quien lo considere conveniente”. Es un tema que merece ser abordado con más amplitud. A ver si lo intento en próximos comentarios.

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