El Tercer Ojo - Stultiferra Navis o los Retiros Insulares: Algunas de sus consecuencias poco perceptibles.
En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara
En su caso, la dificultad cognitiva ha llegado a su vida tras padecer infección por Coronavirus (…) Al llegar a Madrid empezó a sentir destemplanza y le vinieron los primeros arranques de tos seca. El lunes al volver a clase perdió la voz por completo (…) Empezó a tratarse con corticoides (…) A los pocos días le subió la fiebre y su médico sospechó el diagnóstico de COVID-19 (…días más tarde…) presentaba neumonía bilateral (… así pasó unos dos meses y, además de los propios problemas que implica esta enfermedad…) notaba que el procesamiento cerebral no fluía como antes, le costaba trabajo planificar, memorizar y organizar los pensamientos de manera ordenada, el cansancio abarcaba la actividad física y la mental. No conseguía recordar lo que leía o las charlas que escuchaba (…). Cuando más consciente se hizo del problema cognitivo fue al ser evaluada con test neuropsicológicos…
Permítanme contar a ustedes, amables lectores que siguen esta columna semanal, que precisamente el sábado anterior (09 de julio del 2022) por la mañana decidí hacerme una prueba rápida para detección de Covid-19 porque tuve la sensación de un leve estado de irritación de garganta; el resultado fue negativo. Sin embargo, más tarde mi hijo y mi esposa se hicieron la prueba porque el primero tenía síntomas similares a los míos y sin saber lo que yo hice por la mañana, ni saber yo lo que hicieron ellos más tarde, me llamaron por teléfono para decir que él había dado positivo a Covid-19, pero ella no.
Decidimos, en consecuencia, asumir que tanto mi hijo como yo nos comportásemos bajo el supuesto de que portábamos el virus y debiéramos, en tal sentido, aislarnos y cumplir los preceptos sanitarios recomendados para el caso. Mi triádica familia asumió que era imprescindible observar, atender y cuidar la salud para una pronta recuperación del dúo y, a su vez, evitar el contagio de mi esposa.
El trío hubo, en su momento, aplicado sus cuatro dosis de la vacuna para tal efecto, y seguía las normas de cuidado y protección recomendadas por el sector salud. Pese a ello, fuimos objeto de acción del tal virus y, sabedores de tal circunstancia, estábamos conscientes de que las vacunas no tienen por objeto impedir que te dé la enfermedad, sino que los recursos inmunológicos con los que cuentes en caso de ser así te permitan afrontar su presencia y, desde luego, reducir al mínimo el riesgo de gravedad y mortalidad. Más allá, desde luego, de la evitación de presión hospitalaria durante esta quinta ola altamente transmisible.
Hemos transitado esta fase bajo estos supuestos y, afortunadamente, sin mayores consecuencias médicas y sanitarias.
Bien sabemos, y lo sabemos bien, que esta epidemia y pandemia no se han ido ni se han tornado en una endemia; nos acompañan como epidermis adherida a nuestros músculos y huesos; por tal razón, aún debemos estar en guardia para protegernos tanto individual como colectivamente.
Ahora bien, considero pertinente, aprovechando un retiro semanal casi monástico, aunque no espiritual, decir a ustedes que aproveché estas horas de insularidad doméstica para iniciar y terminar la lectura de dos interesantes libros que recomiendo ampliamente; el primero, sugerido por Carlos Garza Falla, El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero (Seix Barral, Barcelona, 2022), dedicado al asunto de la correlación positiva entre la creatividad y lo que algunos denominan locura —al margen de lo que representen tras dicho término— y, el segundo, que es que da pie al epígrafe de esta colaboración, Historias con alma. Cuando el daño cerebral te cambia la vida, de la Dra. Irene de Torres García (Gedisa, Madrid, 2022).
Quiero decir que más allá de las cuestiones relativas a las consecuencias psicológicas y psicopatológicas de estos dos años y medio de epidemia y pandemia, hasta ahora no se ha profundizado sobre las consecuencias neuropsicológicas que el Covid-19 ha significado para aquellos que sobrevivieron a las manifestaciones clínicas dentro de los ámbitos de la salud física, hospitalaria y sanitaria.
No omito considerar aquí que, en algunos cenáculos, dentro de los cuales sólo participan los grandes iniciados aspirantes a los títulos nobiliarios, hay quienes, con fines de publicar y ascender en las escalas académicas y científicas, se han percatado de ello. Asimismo, en el campo de las “redes sociales” también se pueden leer mensajes relacionados con esta cuestión, empero en el terreno de las políticas públicas, una ceguera ideológica o epistemológica impide tomar consciencia de tal situación.
Los daños encefálicos, sus consecuencias neuropsicológicas de corto, mediano y largo plazo, tanto individual como colectivamente —familiar y comunitariamente—, en los ámbitos cognitivos, afectivo/emocionales, volitivos o de otro carácter, preexisten a la epidemia de Covid-19 y le sobrevivirán.
A pesar de su invisibilización o imperceptibilidad, están allí.
Y no hay duda alguna que quepa, deberán ser objeto de estudio y de atención porque sobrevivir al Covid-19 probabiliza la presencia de trastornos neuropsicológicos secundarios a la “era de la peste” que no necesariamente serán perceptibles inmediatamente a las altas hospitalarias o clínicas.