Escala de Grises - Problema de Estado
En opinión de Arendy Ávalos
El pasado viernes, en el Colegio Cervantes de Torreón, un niño de once años pidió permiso para ir al baño y tardó más de 15 minutos en regresar; razón por la cual, su maestra de inglés, María Medina, salió a buscarlo. José Ángel “N” disparó contra Miss Mary—quien, lamentablemente, no sobrevivió—, y contra otras seis personas (el maestro de educación física y cinco alumnos más), mismas que se encuentran estables. Después de la agresión, se suicidó.
Según la investigación, las detonaciones fueron realizadas con una pistola calibre .25 y una Glock calibre .40, arma que sólo es utilizada por las fuerzas armadas en México y algunas corporaciones policiacas, pues se necesita adiestramiento especial para saber utilizarla.
La Fiscalía General de Coahuila, además de indagar por qué el menor tenía acceso a estas armas, está investigando su entorno familiar y su perfil psicológico para conocer las posibles razones que motivaron el ataque. Según las autoridades, José Ángel “N” era un alumno destacado y vivía con sus abuelos, pues su madre murió años atrás.
El gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme Solís, atribuyó este acontecimiento a los videojuegos. En su primera declaración al respecto afirmó: “Al parecer el niño fue influenciado por un videojuego que se llama ‘Natural Selection’” (un juego de estrategia en el que se enfrentan alienígenas y humanos en una lucha por la supervivencia). Del mismo modo, dijo que la conducta violenta de los jóvenes se debe al uso de drogas a temprana edad, por lo que llamó a reforzar los valores familiares.
Sobre el tema, la Secretaría de Educación Pública planteó un nuevo modelo del programa “Mochila Segura”, el cual plantea que los padres y madres de familia revisen las mochilas de sus hijos e hijas en las instalaciones del plantel.
“Nuestro interés es saber qué ingresa a la escuela. Hay padres de familia que no lo saben. Yo puedo estar seguro de lo que hago con la mochila de mis hijos, pero no sé si el de enfrente hizo lo propio”, dijo Esteban Moctezuma Barragán, secretario de Educación. Aunado a esto, se desarrollarán protocolos de acción con el objetivo de “salvar vidas y evitar heridas”, concluyó.
Por si fuera poco, el presidente se pronunció a favor respecto a dicho programa: “Desde luego lo que se pueda hacer desde el gobierno, que la mochila segura, que la vigilancia en las escuelas, que la orientación en campañas a través de medios para decir no a la violencia, sí a la paz, todo eso ayuda”, dijo.
Yo tengo otras propuestas para AMLO, ya sabe cómo soy: Que los programas efectivos de seguridad, que su cambio en políticas públicas, que menos becas y programas ineficientes y más apoyo real al progreso de la niñez… No sé. Se me ocurre.
Sumándose a la declaración de López Obrador, Beatriz Fuitérrez Müller —a través de un mensaje en redes sociales— pidió a las familias mexicanas no dar por hecho que “sus hijos son incapaces de hacer tal o cual cosa. Todo es posible. Son muchas las influencias” … Criminalizar a los infantes tampoco ayuda mucho, ¿eh? Nada más digo.
Como siempre, vamos por partes. En agosto del 2019, la CNDH emitió una recomendación en la que especifica que el programa “Mochila Segura” viola el derecho a la educación, a la intimidad y a la participación. Además, no tiene enfoque alguno de Derechos Humanos y transgrede artículos constitucionales; sin embargo, la SEP no lo ha prohibido.
Ahora, lo dicho por el gobernador de Coahuila, además de ser un error gravísimo, es una declaración sin sustento que implica mucho más que el satanizar los videojuegos. ¿Por qué? Porque vuelve un problema de semejante magnitud algo individual, un caso aislado en el que un menor de edad se dejó llevar por la trama de los extraterrestres contra los humanos.
Resulta absurdo y completamente desatinado pensar que, en un país como el nuestro, donde las noticias diarias implican violencia en su máxima expresión, las niñas y niños puedan ignorar lo que sucede y crecer felices, felices sin ninguna repercusión en su desarrollo a corto y largo plazo. Así no funcionan las cosas.
Romantizar la niñez, asumir que los niños siempre están bien, que no tienen ninguna preocupación, que pueden encajar en un rango denominado “lo normal” y que todo estará bien cuando crezcan significa no ver el panorama completo.
Si hiciéramos un esquema o algo parecido a un diagrama de Venn para analizar este caso, encontraríamos que se trata de un conjunto muy amplio; es decir que no está originado únicamente por los “videojuegos violentos” o por irresponsabilidad familiar y ya.
Los factores involucrados a contemplar son bastantes: seguridad local y nacional, salud mental, contexto, entorno escolar y familiar, relación con la autoridad, relaciones interpersonales, discursos persistentes, contenidos que se consumen, discriminación y violencia, entre otros.
Como se puede dar cuenta, la mochila es lo de menos. Sobre la propuesta de la SEP, dejemos a un lado, por ahora, las violaciones a los Derechos Humanos que esto implicaría. Pensemos de forma superficial el caos que, todas las mañanas, implica el ingreso de menores de edad a sus respectivas escuelas.
Para quienes tienen hijas e hijos o, simplemente, recuerdan el merequetengue que se armaba en sus casas cuando iban a la escuela, la estrategia resulta casi risible. ¿Qué alternativa le darán a las madres y padres que dejan minutos antes a sus chilpayates porque tienen que irse al otro lado de la ciudad a trabajar? ¿Cuál será la propuesta para quienes les dejan en el transporte escolar? ¿Qué harán, entonces, las niñas y niños que —por diferentes razones— llegan solos a la escuela?
Ahora, ya que estoy de preguntona, ¿qué será de las niñas y niños que no tienen acceso a la educación, pero sí a las pandillas que están cerca? ¿También a ellos les van a revisar la mochila o esos infantes no importan? Volvemos a lo mismo. Estamos hablando de un problema de Estado, es un problema estructural que no debe simplificarse.
También para proponer programas y estrategias hay que salirnos (un ratito, aunque sea) de nuestra burbuja de privilegios. No podemos asumir que las condiciones de un sector y otro de la población son las mismas, ahí está la dificultad. En situaciones como esta, generalizar resulta peligroso. La violencia y lo dañino no están en la mochila, están en el ambiente.
Se deben buscar las causas profundas que originan este tipo de situaciones y, esas sí, eliminarlas de raíz. No hay que caer en la opción más fácil: criminalizar a un niño de 11 años del que ya no podemos obtener testimonio alguno. Dirigir toda la atención a las niñas y niños sin atender lo demás es tratarles como potenciales criminales y esa estrategia no promete nada bueno.
¿Qué queda por hacer? Dejar de normalizar e invisibilizar la violencia, dejar de estigmatizar los problemas de salud mental o emocional y ayudar a reparar los daños sociales que tenemos arraigados desde hace tanto tiempo.
La recomendación:
A propósito del tema, no deje de leer “El juguete rabioso”. Es la primera novela del escritor argentino Roberto Arlt y un indispensable de la literatura latinoamericana.
Acá está un pedazo de mi trinchera, siempre disponible para usted. Escríbame a:
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