El Tercer Ojo - Covid-19 y sus consecuencias para américa latina, Según la cepal (tercera parte).
En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara
Como podrán recordar, amables lectores que me siguen, entre la primera y segunda parte de esta serie de colaboraciones dedicadas a las consecuencias del COVID-19 para América Latina, siguiendo los últimos estudios y estimaciones realizadas y publicadas por la CEPAL, en sus cuatro documentos más recientes, hemos presentado un panorama sumamente desalentador o dramático y, más que documentar el optimismo, pareciera que reflejamos un pesimismo que raya en la desesperanza o la desilusión.
Como se puede observar revisando estos breves artículos, he dibujado apenas las cuestiones de naturaleza económica, laboral, social y, no cabe duda, de política pública en los ámbitos de la salud y los asuntos sociales.
Pues bien, para seguir presentando nuesto “optimismo documentado” mostraré ahora, con base en los datos y estimaciones de la misma CEPAL, expuestos en la más de las recientes publicaciones, el asunto de la educación en los tiempos del COVID-19.
Sin máscaras o velos que oculten el tamaño del problema, este organismo multilateral manifiesta que:
“La pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19) ha provocado una crisis sin precedentes en todos los ámbitos. En la esfera de la educación, esta emergencia ha dado lugar al cierre masivo de las actividades presenciales de instituciones educativas en más de 190 países con el fin de evitar la propagación del virus y mitigar su impacto.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), a mediados de mayo de 2020 más de 1, 200 millones de estudiantes de todos los niveles de enseñanza, en todo el mundo, habían dejado de tener clases presenciales en la escuela. De ellos, más de 160 millones eran estudiantes de América Latina y el Caribe”.
Para precisar aún más el estado de la cuestión, señala que:
“(…) incluso antes de enfrentar la pandemia, la situación social en la región se estaba deteriorando, debido al aumento de los índices de pobreza y de pobreza extrema, la persistencia de las desigualdades y un creciente descontento social. En este contexto, la crisis tendrá importantes efectos negativos en los distintos sectores sociales, incluidos particularmente la salud y la educación, así como en el empleo y la evolución de la pobreza (CEPAL, 2020a). Por su parte, la UNESCO ha identificado grandes brechas en los resultados educativos, que se relacionan con una desigual distribución de los docentes, en general, y de los docentes mejor calificados, en particular, en desmedro de países y regiones con menores ingresos y de zonas rurales, las que suelen concentrar además a población indígena y migrante (UNESCO, 2016a; Messina y García, 2020)”.
Para rematar y clavar el dedo en la llaga muestra muy claramente que:
“Dado que la mayoría de los países han optado por la continuidad del proceso educativo mediante recursos en línea, el uso de Internet ofrece una oportunidad única: la cantidad de recursos pedagógicos y de conocimiento disponibles, así como las diferentes herramientas de comunicación proveen plataformas privilegiadas para acercar la escuela y los procesos educativos a los hogares y a los estudiantes en condiciones de confinamiento. En las últimas décadas, la inversión en infraestructura digital en el sistema escolar ha sido importante en buena parte de los países de América Latina. Las políticas educativas en el ámbito digital empezaron a aplicarse de manera incipiente en algunos países de la región a finales de la década de 1980. Hasta mediados de la década de 1990, estas estrategias tenían como propósito general mejorar los resultados de aprendizaje y enseñanza en las escuelas. Luego se comenzó a priorizar el objetivo de dar acceso a las y los estudiantes a equipamiento, prestando especial atención a los sectores de menor nivel socioeconómico como estrategia de nivelación y búsqueda de equidad. En los últimos años, con la masificación de la conectividad sobre la base de Internet móvil y el incremento de dispositivos digitales más accesibles, las políticas han redirigido sus esfuerzos a la formación de habilidades digitales de las y los estudiantes (Trucco y Palma, 2020).
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, como ocurre en el caso de muchos procesos de cambio, los países de América Latina y el Caribe están desigualmente preparados para enfrentar esta crisis aprovechando la digitalización. Aunque la región ha avanzado de manera significativa en la reducción de las brechas de acceso al mundo digital en los últimos años, particularmente gracias a la masificación de la conectividad móvil, aún persisten brechas considerables en el acceso efectivo al mundo digital, lo que tiene profundas implicaciones en las oportunidades y la participación de las nuevas generaciones (CEPAL, 2019; Trucco y Palma, 2020). En 2016, según el promedio de 14 países de América Latina, alrededor de un 42% de las personas que viven en áreas urbanas tenían acceso a Internet en el hogar, en comparación con un 14% de aquellas que viven en áreas rurales (CEPAL, 2019). Estas cifras aumentan en gran medida si se considera el acceso a través de Internet móvil, pero pocos países cuentan con esa información.
Tengamos presente que las diferencia e inequidades entre las diferentes naciones de América Latina no son las únicas que resulta conveneinte considerar; asimismo, las diferencias internas e inequidades, dentros de los mismos países, es importante tomarlas en cuenta.
Por otro lado, factores culturales deben ser considerados a la hora de olantear la educación a distancia por medios de la internet y las nuevas tecnologías.
(Continuará).