Observador político - Graco y Cuauhtémoc, entre los peores gobernadores que ha tenido Morelos
En opinión de Gerardo Suárez Dorantes

Al cierre de sus respectivas administraciones, tanto Graco Ramírez como Cuauhtémoc Blanco dejaron a Morelos con una profunda crisis financiera, altos niveles de inseguridad y señalamientos por corrupción, consolidándose -según analistas y actores políticos- como dos de los peores gobernadores en la historia reciente del estado.
DEUDAS MILLONARIAS.- En 2018, el entonces Secretario de Hacienda estatal, Alejandro Villarreal Gasca, reveló que Graco Luis Ramírez Garrido Abreu, del PRD, dejó una deuda superior a los 10 mil millones de pesos al término de su mandato. Seis años más tarde, en 2024, el exfutbolista y exalcalde de Cuernavaca, Cuauhtémoc Blanco Bravo, entregó una administración igualmente comprometida, con un pasivo de más de 6 mil 300 millones de pesos, según lo confirmó el ex titular de Hacienda, José Gerardo López Huérfano.
Ambos exgobernadores enfrentaron acusaciones por mal manejo de recursos públicos, desinterés en el combate a la inseguridad y presuntos actos de corrupción dentro de sus gabinetes. Graco Ramírez, en su intento por mantenerse en el escenario político nacional, buscó sin éxito la candidatura presidencial por el ya extinto PRD, distrayéndose de sus responsabilidades como gobernador y gastando millones de pesos en una precampaña fallida.
Por su parte, Cuauhtémoc Blanco arrastró desde su etapa como presidente municipal de Cuernavaca una gestión cuestionada por múltiples irregularidades, mismas que se replicaron durante su mandato estatal bajo el cobijo del Partido Encuentro Social (PES). A pesar de acumular una década en cargos públicos, Blanco Bravo insiste en negar su condición de político, aunque ha utilizado estos espacios no sólo para mantenerse en el poder, sino también para beneficiar a familiares, incurriendo presuntamente en prácticas de nepotismo.
Hoy, ambos exmandatarios son señalados por la ciudadanía y la clase política como responsables de haber dejado a Morelos en una de sus peores etapas en términos de gobernabilidad, desarrollo y seguridad. Lo peor, es que la impunidad los protege y todo hace indicar que no les pasará absolutamente nada, ni serán sujetos de castigos penales que les obligue a pagar sus actos de corrupción en las frías cárceles del estad
NEPOTISMO DESCARADO DEL CUAUH.- Cuando el pueblo de Morelos eligió a Cuauhtémoc Blanco como gobernador, muchos lo hicieron con la esperanza de que el exfutbolista representara algo distinto a la casta política tradicional. Se vendió como un hombre del pueblo, sin ataduras partidistas, ajeno a las redes de corrupción de siempre. Y un año después de su sexenio, podemos recordar el disfraz que cayó porque Blanco no solo se comportó como cualquier viejo político priista; incluso, fue más allá, convirtiéndose su gobierno estatal en una empresa familiar.
Las denuncias en su contra han sido escandalosas, pero tristemente no sorprendentes, sobre todo, cuando fue señalado que familiares directos de Cuauhtémoc Blanco, -entre ellas madre, tías, hermana, primos, sobrinos- ocuparon puestos directivos en el gobierno, con salarios que superaron los 50 mil pesos mensuales. Y no se trató de cargos simbólicos o menores: fueron direcciones generales, coordinaciones estratégicas, funciones de alto nivel que, en teoría, deberían estar ocupadas por perfiles técnicos con experiencia comprobada.
¿La realidad? Una red de nepotismo que reprodujo la lógica caciquil que por décadas ha condenado a Morelos a la desigualdad, el abandono y la impunidad; mientras las comunidades campesinas fueron olvidadas en los elementos básicos como el agua, salud y tierra; mientras los feminicidios aumentaron de manera ofensiva y la violencia organizada asfixió -como ocurre actualmente- al estado, por lo que el exfutbolista prefirió asegurar el bienestar económico de su parentela.
No es sólo fue un asunto de ética —aunque eso debería bastar—, sino de justicia social, más aún porque un estado con altos índices de pobreza, con jóvenes sin acceso a educación superior, con campesinos sin apoyo técnico ni recursos, el desvío del aparato público para beneficios familiares fue una forma violenta de corrupción.
Es necesario decirlo con claridad: Cuauhtémoc Blanco traicionó la esperanza popular en Morelos, estado al que jamás le guardó un amor o cariño sino que su administración se convirtió en un testimonio vivo de cómo la falta de preparación política, combinada con ambición personal y complicidades partidistas, puede desembocar en un desastre institucional.
PROPIEDAD PRIVADA NO ES UN NEGOCIO.- La revelación de doble venta de terrenos y el rezago de trámites de escrituración en el Fideicomiso Lago de Tequesquitengo (Filateq), durante la administración saliente de Cuauhtémoc Blanco, es más que una "irregularidad administrativa": es un síntoma claro de cómo la corrupción inmobiliaria se utiliza como herramienta de despojo e incertidumbre jurídica que golpea a la ciudadanía, especialmente a quienes invierten sus pocos recursos para asegurar un patrimonio.
Todo esto no se puede ver como simples errores burocráticos. La venta doble de predios, un delito grave que la Fiscalía Anticorrupción debe investigar a fondo, convierte un derecho fundamental—el acceso a una vivienda y certeza patrimonial—en una miserable lotería. La gestión del patrimonio público se transforma en una caja chica para intereses privados y políticos, donde la tierra, un bien finito y esencial, se negocia con alevosía y ventaja.
Cuando la directora del Filateq, Keila Figueroa Evaristo, habla de un "número importante" de casos de doble venta, está cuantificando el sufrimiento y la angustia de familias que, de buena fe, creyeron en la palabra de la institución. No se trata solo de dinero perdido, sino de años de ahorro, de planes de vida truncados, y de la erosión de la confianza en el Estado.
Urge desmantelar el negocio de la incertidumbre
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