Cuando sea demasiado tarde... - Bitácora del Capitán, día y hora desconocidos.

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde... - Bitácora del Capitán, día y hora desconocidos.

Les comparto un pedacito más de otro cuento:

 

            La cosa en el bunker empieza a volverse harto compleja. La rutina ha secuestrado por completo nuestras vidas. Afortunadamente no hemos tenido que soportar psicosis por encierro, y la Corporación ha mantenido permanente la entrega de provisiones a través de los diferentes canales de distribución. El agua y el alimento ha sido más que suficiente, una pequeña bendición. Por otro lado, la constante comunicación y variedad de las encomiendas que nos hace el alto mando son en extremo extenuantes. Por momentos hemos tenido que suspender el mantenimiento mismo del bunker por atender tales encomiendas: revisar las imágenes satelitales, determinar coordenadas de ubicación, rastrear columnas enteras o unidades perdidas, determinar composiciones geológicas y químicas con sólo información satelital. Hemos contado ya varias jornadas de 20 horas, hemos llegado a trasladarnos del área de trabajo al habitáculo, y de vuelta sin parar, por cuatro o cinco días. Ha sido muy extenuante.

            Principalmente en el caso del PNPC-5847, un archivo encriptado que le tomó a la computadora central del bunker cerca de 2000 horas desencriptar, interpretar, resumir, reempaquetar, y transmitir a la base central, a cientos de kilómetros de aquí. Fuimos varios operarios, cada uno desde su propio bunker, acarreando, compartiendo, empaquetando y reenviando información que había sido relegada a ellos desde OTROS bunkers… Vamos, llegamos a ser hasta 40 o 50 operarios distribuidos por toda la región aportando información a un informe final que todavía hemos de saber si fue satisfactoria la labor, o no. Desde el cataclismo, hemos sido pocos los afortunados en poder mantenernos resguardados. De cierta manera, hemos tenido que sacrificar un poco de nuestra salud mental por mantener el resto de nuestra salud. Siempre he pensado que se puede pensar que mi salud mental no está a la altura, pero eso no quiere decir que me equivoque, o que otras personas (cuya salud mental habría que no dar por hecho) tengan la razón.

            Hace unas semanas ocurrió lo inevitable. Recibí un informe de un operador del sistema de distribución para indicarme que había salido a darle mantenimiento a una de las bandas repartidoras, y su dunero había quedado varado en la arena. ¿No se supone que llevas un dunero para poder surcar la arena? ¿Por eso se llama dunero? ¿Por las dunas? ¿No? ¿Hola? Mi sentido del humor no siempre es comprendido por todo mi público. Después de unos segundos de silencio, el operario continuó con su reporte. Era necesario que uno de los operarios de mi bunker acudiera a asistirlo, debido a que era la instalación más cercana con el equipo necesario. No había manera de que me negara, el inventario de cada bunker es de dominio de todos los usuarios del sistema. Rastreé su ubicación en la computadora central, y la exhibí en el panel del centro de mando.

            Mi segunda al mando coincidió conmigo en que debía de ir yo, por ser el mecánico con más experiencia. Ella quedó al mando, coloqué unas cajas de herramientas en la canastilla, y seguí la banda de distribución hasta el punto que me indicaba la pantalla de mi casco. Tenía meses sin salir del bunker, diría que casi medio año. El respirador me asfixiaba, el visor se me empañaba, no podía soportar la comezón en mi nariz. ¿Cómo hacen esto los astronautas? Sin embardo, ninguna de esas molestias me impidió ver la escena que me rodeaba. El sistema había ubicado las bandas a varios metros de altura, para que los mutantes no pudieran acceder a ellas y así mantener el sistema de distribución de los diferentes bunkers. Los mutantes se agrupaban por las calles, algunos deambulaban sin rumbo, otros parecían tener un destino determinado, dada la voluntad impresa en su andar. Los reportes enviados desde Central es que son medianamente peligrosos sólo si se les incordia, no parecen muy inteligentes, y en definitiva carecen de voluntad propia. A mí no me lo parecen, parece que sus acciones tienen propósito y sólo es cuestión de que la comprendamos, en caso de que los efectos del Cataclismo se disipen y el ser humano siga deambulando sobre esta piedra estelar.

 

            Espero que lo disfruten. Me hacía falta un poquito de ciencia ficción.