Serpientes y escaleras - El reto de gobernar solo
En opinión de Eolo Pacheco
El tiempo es aliado o enemigo; el bajo perfil no es opción para ningún gobernante.
El reto de gobernar solo
José Luis Urióstegui apostó por un gobierno diferente, mejor, más eficiente y con absoluta transparencia; la idea de una administración ciudadana no es ocurrencia de último momento, es algo que el abogado trae en la cabeza desde hace varios años, cuando se postuló por primera ocasión a la presidencia municipal de Cuernavaca. A poco más de dos meses de que inició una nueva etapa en la ciudad el panorama es incierto: la simpatía hacia el alcalde continúa, pero los problemas se multiplican todos los días. No es lo mismo teorizar sobre la administración pública que ejercer el poder.
Veamos la situación capitalina en contraste:
Jiutepec es un municipio complejo, sumamente politizado, corazón de la izquierda más radical del estado y cosmopolita por la multiplicidad de pensamientos, intereses, ideas y estratos sociales. Jojutla es otro caso interesante, se trata de un municipio sureño, pequeño en comparación con otros lugares del estado, menos confuso que la zona metropolitana, pero con una peculiaridad que no se puede dejar de lado: fue epicentro de un terremoto y su población sigue padeciendo los efectos de la destrucción.
En el primer caso tenemos un gobierno cerebral, conducido con eficiencia por un alcalde disciplinado, dedicado de lleno a la supervisión de su equipo y a la atención de los problemas; en Jiutepec hay método, hay estrategia y hay objetivos que se evalúan con una rigurosidad que algunos integrantes del gabinete definen como disciplina militar. Rafael Reyes no es un político improvisado, tiene una larga carrera en la administración pública, buenas relaciones políticas nacionales y la preparación profesional necesaria para atender uno de los municipios más complejos del estado. Aún así la administración municipal no ha sido fácil para el morenista; digámoslo como analogía: tomó al ayuntamiento en terapia intensiva y aunque el paciente aún no recupera la salud ideal, ya no enfrenta el riesgo de muerte que mostraba al arranque de su primer periodo de gobierno.
El caso de Jojutla también es interesante: cuando Juan Ángel Flores llegó al municipio el panorama era desolador porque la comunidad vivía en medio de ruinas, con carencias provocadas por el movimiento telúrico y la falta de buenos servicios públicos municipales. Lo primero que hizo el abogado fue poner orden en la administración, replantear las prioridades y apostar por la felicidad, entendida esta como el bienestar colectivo a través de un gobierno más eficaz, sensible y receptivo. Financieramente hablando Jojutla no estaba tan mal como Jiutepec, pero anímicamente aquella región sureña se encontraba en una profunda depresión social; es ahí donde Juan Ángel ha hecho una mejor labor: ha logrado que la gente recupere la sonrisa y la esperanza a partir de una mejor calidad de vida.
Cuernavaca es una combinación de ambos factores: la ciudad vive un momento trágico no solo por las malas administraciones municipales, sino porque ninguna autoridad de los tres niveles de gobierno ha tenido el tino de apostar porque a los capitalinos les vaya mejor y se haga justicia. Las finanzas del ayuntamiento están tan mal o peor que las de Jiutepec en el 2018 y la gente está muy molesta con sobrada razón.
La esperanza que despertó José Luis Urióstegui (no el PAN) en la elección pasada es porque se trataba de un hombre de bien, un ciudadano ejemplar con una trayectoria limpia y muy buenos deseos a la vista. Lo que hizo que José Luis Urióstegui ganara, empero, no fue la personalidad o el carisma del abogado, sino el hartazgo social combinado con el error de Morena al postular a un sujeto sin arraigo, sin experiencia, sin identidad que representaba todo aquello que la gente detestaba.
Ninguna de las propuestas o discursos de Urióstegui en campaña fue trascendente, de ahí que nada es recordable; la única razón por la que la gente apostó por un cambio fue porque había una persona que verdaderamente representaba algo diferente para la ciudad y sobre todo porque vista su historia personal podríamos pensar que al fin llegaría un hombre que no cometería los mismos excesos del pasado, ni perdonaría los errores y abusos.
José Urióstegui es un buen hombre, pero para que sea un buen alcalde se necesita mucho más que todo lo anterior; el presidente municipal de Cuernavaca requiere un equipo profesional, no un grupo de personas que representan el pago político a un partido. Para que la ciudad recupere su brillo y la ciudadanía respalde el actuar del presidente municipal es necesario que el cambio se note, que las cosas mejoren y que los buenos deseos se traduzcan en resultados. Hoy no se ve cambio alguno en Cuernavaca.
El abogado tiene su propia forma de ver la política y asume, con la misma lógica de todos los que gobiernan, que su verdad es la única que vale y que el tiempo juega a su favor. La prudencia con la que actúa el edil puede confundirse con arrogancia porque el abogado no escucha, comienza a mostrar los mismos razgos que su antecesor y olvida que una ciudad no puede ser gobernada por un solo hombre.
Los primeros cien días de cualquier administración son un periodo clave para marcar diferencia con el pasado, para poner el sello de quien llega y mostrar cuál es el rumbo que se persigue. José Luis Urióstegui lo sabe y por eso unos días antes de asumir el cargo anunció un ambicioso plan de renovación de calles y avenidas en lo que describió como vialidades seguras. El edil tiene claro la importancia de tiempo, por eso a todos sus colaboradores les dejó claro que su contrato sería solo por cuatro meses; en ese tiempo serían evaluados y a partir de sus resultados se determinaría su continuidad o su salida.
El problema para el gobierno de Cuernavaca es el tiempo: el nuevo gobierno está perdiendo días y semanas muy importantes sin que se note el cambio, sin que se haga nada; creen que la imagen de Urióstegui basta para que la gente aguante y eso es un error: ya hay grupos sociales y sectores que reclaman al alcalde, que exigen solución a los conflictos sin importar que muchos de ellos son heredados. Hoy hay un alcalde a cargo, responsable de todo lo que pasa en la ciudad, no importa cual sea el origen de los problemas.
Si el equipo del ayuntamiento fuera mejor, la labor del presidente municipal no sería tan compleja: lo primero a observar es que el gobierno no comunica, no tiene voz y carece de estrategia para dar a conocer las actividades, ideas y objetivos de la administración entrante; la razón; el área de prensa no sirve. Luego aparece la ineficiencia en casi todas las áreas: la designación de secretarios y funcionarios como pago de facturas de campaña está cobrando un precio alto, porque la incompetencia se nota. Han transcurrido más de sesenta días desde que inició la nueva administración y la ciudad no se ve mejor que cuando estaba Villalobos.
Es obvio que José Luis Urióstegui ya se dio cuenta de ello, se nota en su rostro, en sus actitudes, en el recibimiento que le da la gente y la percepción que se tiene de su trabajo. Ya no vemos al abogado sonriente y dicharachero de antes, ahora hay un hombre con la preocupación marcada en el rostro y un semblante de desesperación que se refleja en sus comentarios privados: “Gobernar Cuernavaca es muy difícil porque la operación de la ciudad es sumamente cara”.
Se supone que cuando se cumplan los primeros cuatro meses de gobierno el presidente municipal calificará a su equipo y decidirá quienes se quedan y quienes se van; no será sencillo porque hay figuras como Humberto Paladino, Laura Hernández o Pablo Aguilar, que representan el pago de facturas a los Martínez Terrazas y aunque su ineficiencia es notoria, expulsarlos haría enojar a los hermanos corruptos.
La decisión más importante que deberá tomar José Luis Urióstegui en los próximos días, semanas o meses está ahí: ¿Qué quiere hacer con su gobierno? ¿Hasta qué momento esperará que las cosas mejoren por arte de magia? ¿Cuándo tomará las riendas del ayuntamiento y mostrará que solo hay un presidente municipal?
Gobernar no es sencillo. Gobernar Cuernavaca es muy difícil. Gobernarla solo es imposible.
- posdata
“El hecho fue hace tiempo y su detención no es en flagrancia”, me dice un funcionario capitalino a propósito de la detención del taxista que agredió con un cuchillo a un automovilista en el centro de Cuernavaca.
Cuidadoso de la jurisprudencia, quien me comenta el hecho antepone el buen ejercicio de la ley antes que la justicia, es escrupulosa del debido poceso y olvida el delito en si. Recordemos lo sucedido: un taxista atacó con un arma punzocortante a una persona a plena luz del día, en el primer cuadro de la ciudad, frente a la policía y sin importarle que lo estuvieran grabando.
No se si esta fua la primera vez que el sujeto hizo algo así, pero es llamativo que alguien lleve un arma blanca consigo y se atreva a utilizarla para agredir a otra persona, no en legítima defensa, sino por el gusto de hacerlo. Si las imágenes no se hubieran multiplicado en las redes sociales quizá nada hubiera pasado, es decir, el hombre continuaría libre manejando su taxi, portando su arma y atacando a cualquiera lo hiciera enojar. La historia se repetiría.
Aquí es donde cabe una reflexión ¿Hay que pensar primero en el debido proceso antes que en la necesidad de actuar y hacer justicia ante un delito? Si esa es la lógica gubernamental el agresor saldrá libre, el hecho quedará impune y el sujeto continuará actuando de la misma manera contra cualquiera.
Recordemos que tras conocerse las imágenes la Secretaría de Movilidad y Transporte informó que el hecho no pasaría desapercibido: se cancelaría la concesión del taxi y se detendría al responsable; esta semana el sujeto fue detenido por elementos de la SMyT y remitido a las autoridades correspondientes. Por supuesto que no debería ser la SMyT quien detuviera a un delincuente, pero nadie más lo hizo y con ello se puso un alto a la impunidad. El ayuntamiento de Cuernavaca y su policía, por cierto, nunca dijeron nada al respecto.
En este caso en particular hay tres fallas concretas en el ayuntamiento de la capital: la policía nunca actuó, el area de prensa no informó nada y del alcalde guardo silencio.
¡Ya no hay flagrancia! Dice el funcionario municipal a pesar de que en el video quedó registrada la agresión.
¡Por este tipo de actitudes la impunidad prevalece en nuestro país!
Por cierto: si de detener en flagrancia se trata, esa labor correspondía a la policía capitalina que, como siempre, fue testigo mudo de este tipo de hechos.
¡Me dueles Cuernavaca!
- nota
Ni la conmemoración del día internacional de la mujer fue capaz de lograr la unidad, al menos temporal, de los integrantes del congreso. El lunes se anunció que todas (¡todas!) las diputadas utilizarían la tribuna del recinto parlamentario y el martes las integrantes del G8 no acudieron a la cámara.
Triste situación la de nuestro congreso.
- post it
Dos historias que reflejan lo que está viviendo hoy la gente de Cuernavaca:
- La semana pasada un trabajador del servicio de limpia de la ciudad fue asaltado cuando caminaba hacia su casa; los delincuentes no solo le arrebataron su sueldo y pertenencias, también lo hirieron con un arma de fuego. Hoy está postrado debatiéndose entre la vida y la muerte en el area de terapia intensiva del hospital del IMSS.
- Hace unos días el empleado de un restaurant del centro histórico de la capital fue asaltado cuando caminaba hacia su lugar de trabajo; los agresores le arrebataron lo que llevaba y lo apuñalaron; su situación también es de gravedad.
Digan lo que digan las autoridades la seguridad no está mejorando en Cuernavaca; historias como estas ocurren todos los días, a veces se trata solo de una pérdida material y otras más terminan en tragedia; la mayoría queda en el olvido porque no se denuncian o porque aunque existan denuncias nunca pasa nada.
Lo que hace unas semanas dijo el fiscal general es absolutamente cierto: cuando las autoridades se pelean entre sí, los delincuentes se fortalecen.
Ya es tiempo de que quienes gobiernan se pongan a trabajar.
Con discursos y buena voluntad no se gobierna.
- redes sociales
La noticia de la detención del taxista agresor corrió como reguero de pólvora en las redes sociales; obvio: el hecho era conocido y fue severamente criticado por la impunidad como se cometió la agresión.
Ojo: nadie defendió al taxista, ni reparó en el proceso legal para detenerlo, todos aplaudieron que al menos una vez se hiciera justicia.
Así se mueve la percepción.
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