Observador político - Tepoztlán: El saqueo verde disfrazado de progreso

En opinión de Gerardo Suárez Dorantes

Observador político - Tepoztlán: El saqueo verde disfrazado de progreso

Tepoztlán, ese símbolo espiritual, cultural y natural de México, se desangra lentamente bajo el peso del cemento, la corrupción y la impunidad. Mientras el discurso oficial presume respeto por el medio ambiente y compromiso con las comunidades, en el Valle Sagrado se impone otra realidad: la de la destrucción ecológica autorizada por el silencio cómplice de autoridades federales, estatales y municipales como ha ocurrido con alcaldes de administraciones pasadas y que continúan con Perseo Quiroz, el edil tepozteco.

LA CORRUPCIÓN A TODO LO QUE DA.- A pesar de que hay decretos constitucionales y leyes municipales que prohíben la venta de terrenos en áreas naturales protegidas, las construcciones continúan, avanzan, se multiplican sin importarles a los que construyen que atentan contra el espíritu de los aguerridos habitantes de frenaron el Club de Golf que tanto insistió el despuesto exgobernador priista Jorge Carrillo Olea.

Lo cierto es que los intereses económicos han comprado conciencias y voluntades; por lo que, funcionarios públicos, notarios y hasta comuneros han claudicado ante el poder del dinero. En Tepoztlán, la ecología es una mercancía y la ley un estorbo que se burla con documentos apócrifos, amenazas y retroexcavadoras.

El caso más evidente —y escandaloso— es el del senador Gerardo Fernández Noroña, quien presume una vivienda de 12 millones de pesos en una zona protegida, sin explicar nunca cómo obtuvo ese predio ni con qué permisos construyó. Hoy, con desparpajo, se menciona incluso como un aspirante para gobernar Morelos en el 2030, cobijado por Morena, el partido que ha hecho de la “austeridad republicana” y el “no mentir, no robar, no traicionar” sus banderas de legitimidad moral. ¿Dónde quedan esos principios cuando uno de sus aspirantes representa justamente lo contrario?

Pero Fernández Noroña no es el único. Ahí, en ese bello y mágico lugar hay artistas, políticos, empresarios e intelectuales quienes han encontrado en Tepoztlán un paraíso donde pueden construirse mansiones, violando normativas ambientales con la protección de guaruras, la indiferencia institucional y el respaldo de redes de poder que incluyen a notarios y exfuncionarios. La gentrificación verde ha llegado para quedarse y amenaza con expulsar no solo a los habitantes originarios, sino también a los árboles, los cerros y los manantiales que durante siglos han dado vida a la región.

FOCOS ROJOS EN EL VALLE SAGRADO.- San Andrés de la Cal, Cerro Ocelotzin, el camino a San Juan Tlacotenco… cada nombre es ahora un foco rojo; por lo que la tala, se cercan terrenos, se amedrenta a quienes protestan y por ello, la población ha denunciado, y en reiteradas ocasiones ha convocado a asambleas, ha exigido la intervención de instancias como Semarnat, Profepa o la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y los titulares de estas dependencias donde cobra y bien, siempre han brillado por su ausencia porque se hacen ojo de hormiga cuando ven problemas sociales.

El gobierno prefiere mirar hacia otro lado mientras el ecocidio avanza con permiso oficial.

Y es aquí donde debemos hablar claro: esta no es solo una lucha ambiental. Es una lucha de clases. Lo que se disputa en Tepoztlán no es solo tierra; es el derecho a decidir sobre el territorio, sobre el futuro, sobre la vida; sin importar que mientras, las personas con poder económico deciden comprar el silencio de diversos actores políticos y comuneros para que les permitan construir paraísos privados, mientras que los de abajo son reprimidos, desplazados o ignorados. ¿A qué le llaman “desarrollo”? ¿A privatizar la naturaleza en beneficio de una élite insaciable?

Frente a esta realidad, urge una respuesta colectiva, organizada, radical que ya se está dando. Y es qué, urge frenar la especulación inmobiliaria, castigar a los funcionarios corruptos, revocar permisos ilegales y proteger, de verdad, las áreas naturales.

Pero sobre todo, urge devolverle a las comunidades el control sobre su territorio. Porque defender Tepoztlán es defender la dignidad, la memoria y la vida frente a un sistema que todo lo convierte en negocio.

NO DESCANSA EL DESPOJO EN TEPOZ, PERO TAMPOCO EL PUEBLO.- Mientras los discursos oficiales hablan de sostenibilidad y respeto al medio ambiente, en las faldas del Tepozteco el capital inmobiliario continúa devorando lo que queda de bosque, agua y comunidad. Hay que recordar que Tepoztlán, es símbolo de lucha ambiental y resistencia indígena, más porque sigue siendo víctima de un proceso de despojo que no ha cesado, a pesar de las promesas gubernamentales y la indignación popular.

Los recientes reportes sobre construcciones ilegales en la reserva ecológica de El Tepozteco, incluso por parte de figuras públicas, son la expresión más cínica de una política de tierra arrasada donde el dinero manda. Los asentamientos irregulares, impulsados por la presión inmobiliaria de Cuernavaca, Jiutepec y del propio crecimiento urbano de Tepoztlán, están transformando el paisaje y destruyendo un ecosistema milenario que no sólo es patrimonio natural, sino también cultural y espiritual.

Sí, hay sistemas satelitales. Sí, hay mesas de trabajo con autoridades federales y estatales. Pero la realidad, como tantas veces en este país, se impone con violencia: las máquinas siguen entrando, los árboles siguen cayendo y las cascadas, que antes eran sagradas, hoy son la vista privilegiada desde mansiones ilegales construidas sobre el robo y la impunidad.

VA EL PUEBLO CONTRA FAMILIA QUE PROMUEVE VENTA DE PREDIOS.- Desde hace más de 20 años, familias como la de los Cuevas Romero —señalados por comuneros y vecinos como responsables de ventas ilegales, despojos y corrupción en la representación de bienes comunales— han operado con total impunidad. Se les acusa de duplicar constancias, vender terrenos protegidos, invadir tierras comunales en Ocotitlán y entregar lo más sagrado del territorio —cerros, ríos, barrancas— al mejor postor. ¿Y las autoridades? Simulan, se cruzan de brazos o, peor aún, se convierten en cómplices.

Pero el pueblo no olvida. La convocatoria reciente de las legítimas comuneras y comuneros de Tepoztlán a una Asamblea General es un nuevo llamado a la organización popular. Es también un grito: “Tepoztlán te necesita”. No es una frase vacía; es una urgencia. Es la defensa de un territorio que no sólo es tierra, sino historia, medicina, lengua, alimento y vida.

Este no es un conflicto entre vecinos. Es una lucha entre dos proyectos de mundo: el del saqueo, la codicia y el olvido, contra el de la memoria, la comunidad y la dignidad. Lo que está en juego en Tepoztlán no es sólo un bosque, sino la posibilidad de que en México todavía existan pueblos que decidan por sí mismos cómo habitar el territorio, sin que el mercado imponga sus reglas ni los políticos sus complicidades.

No basta con indignarse. Hay que acompañar, amplificar y defender a quienes hoy ponen el cuerpo, la voz y la historia en la línea de fuego. Tepoztlán no está solo. Pero necesita que todas y todos —desde los barrios, las universidades, los colectivos, los medios libres— estemos atentos y del lado correcto: el de los pueblos que resisten y construyen.

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