Repaso
En opinión de Carlos Gallardo Sánchez
- Nueva Escuela Mexicana: ¡todos buenazos!
Nueva Escuela Mexicana por aquí, Nueva Escuela Mexicana por allá. Hoy las frases de moda entre los agentes institucionales o institucionalizados acerca de su presunto impulso renovador en materia de política educativa, están incorporadas en el discurso pretendidamente legitimador de autoridades y representantes sindicales. No es de extrañar. Parece que una regla histórica imprescindible entre quienes andan por esos rumbos del poder oficial o gremial, consiste en asumirse fieles promotores de lo que se decidió desde los altos niveles federales. Así ha sido y. por lo que se ve, así será. Independientemente de sus ignorancias o convencimientos sobre lo que ya se ufanan en promover.
En su momento lo hicieron aquellos que ocuparon ese tipo de espacios cupulares durante pasadas administraciones y ahora lo están asumiendo los actuales “jerarcas” aludidos anteriormente.
En ese tenor, Eliacín Salgado de la Paz, director general del IEBEM, realiza durante estos días recorridos en diversos centros escolares para prometer amplio apoyo a los docentes en la implementación de eso “nuevo” modelo educativo.
Lo mismo hace desde su trinchera Gabriela Bañón Estrada, secretaria general de la Sección 19 del SNTE.En un comunicado de acciones realizadas, se informa de la asesoría, acompañamiento y atención a los maestros, realizado por esa sección sindical, “en torno a su regreso laboral y la capacitación docente con el Talles Hacia una Nueva Escuela Mexicana.”
Y, así en cascada, toda una estructura jerarquizada del sector educativo, contribuye a difundir la anunciada buena nueva. Pero me temo que más con tufo doctrinario que reflexivo; más desde la superficie, que preocupados por el fondo, por las motivaciones intrínsecas.
Es disciplina o conveniencia. Cálculo y acomodo políticos. Simulaciones o fingimientos. Lo que menos les importa, en el último de los casos, sería el conocimiento profundo de lo que en su esencia requieren las nuevas generaciones para formarse integralmente, aspiración que no consiste sólo en hablar de una nueva asignatura curricular, de alguna modificación metodológica o del pragmatismo de la gestión educativa. Si bien son aspectos importantes, en el análisis, en el discurso mismo, en lo que dicen que promueven, no aparecen temas fundamentales relacionados con la comprensión y definición del sur humano, del mexicano que este país necesita, de la aspiración ontológica de la sociedad en la que está inserto.
Como poco o nada de eso sucede, todo parece indicar que los acercamientos a esa propuesta se contaminan con juicios preocupantes, como el que he escuchado con frecuencia entre maestras y maestros con quienes converso, en el sentido de que dicha “reforma” es una marcha hacia atrás. Y entonces hablan de la vuelta al pasado, porque “otra vez” habrá la materia de civismo, se mantendrán los talleres en secundaria y se le dará especial atención a la educación física y a la educación artística, entre otros cambios.“Como antes”, me comentan.
¿Será cierto? Para los críticos de todo lo que huela a “pejelagartismo”, ello será filón para descalificar como presidente a Andrés Manuel López Obrador y de pasada a Esteban Moctezuma Barragán, secretario de Educación Pública.
Lo que pasa, según creo, es que ha prevalecido la razón pedagógica en las explicaciones que ya se vierten (por ejemplo: “los alumnos en el centro de todo el proceso educativo”), desdeñando la razón filosófica.
¿Qué hay detrás de la expresión “mejora continua”, que hoy ya se emplea para concebir los procesos de enseñanza y aprendizaje? ¿Es la misma gata, pero revolcada, respecto de la anterior propuesta en la que prevalecía obcecadamente aquello de la calidad educativa, desde la óptica del eficientismo y supuesta preparación para el mundo laboral? ¿O hay diferencias en lo concerniente, repito, al para qué se educa? ¿Para seres humanos cuya condición natural es ser inacabable y por consiguiente propenso a la perfección que nunca alcanzará? ¿O para formar individuos que cumplan con los indicadores de competencias necesarias para eso de serle útil a la sociedad que lo conforma, colocando en planos secundarios, por ejemplo, sus emociones, su sentido de pertenencia a una comunidad que tanto se desprecia en un mundo globalizado?
Finalmente, para no complicar más mis razonamientos, ¿qué se piensa compartir, reflexionar, con las y los docentes, para tomar conciencia y disponerse a la acción que tienda a cumplir con los postulados filosóficos del Artículo 3º Constitucional? ¿O piensan que lo que allí se estipula es puro rollo?
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