Observador político - Líderes nacionales vienen por las ruinas del PRD Morelos
En opinión de Gerardo Suárez Dorantes
En un triste espectáculo de autodestrucción política, los dirigentes restantes del extinto Partido de la Revolución Democrática (PRD) han desatado una batalla interna por los despojos de lo que alguna vez fue una fuerza prominente en la política mexicana. Los mismos "Chuchos", conocidos por su insaciable apetito por el poder, ahora se encuentran divididos y enfrascados en una disputa por el control de lo que queda del partido en Morelos.
ADRIANA DÍAZ Y JESÚS ZAMBRANO.- El legado de figuras como Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y los líderes de la histórica lucha del 86 ha sido arrastrado a la mediocridad y la ruina por la ambición desmedida de aquellos que juraron defender los ideales de la izquierda.
En este contexto se encuentra Adriana Díaz Contreras, líder de la tribu Alternativa Democrática Nacional (ADN), emerge repentinamente de la sombra de una ausencia prolongada en Morelos quien reclamó e iba en el segundo lugar en la lista de senadores plurinominales y ante la desaparición de este instituto político, su deseo y anhelo por tener una curul en la Cámara Alta del Congreso de la Unión se esfumó como el hubo y por tanto, ahora, busca consolidar su control sobre los escombros políticos del PRD en la región.
Pero la ambición de Díaz Contreras no es única, ya que también se apuntó y levantó la mano Jesús Zambrano, otro cacique del partido, quien durante décadas que se ha beneficiado con los cargos de representación popular a través de la vía de representación proporcional, también ansía apoderarse de los últimos vestigios del PRD en la tierra de Emiliano Zapata.
Esta lucha interna por el control de lo que queda del PRD en Morelos parece ser el cierre trágico de un partido que alguna vez proyectó influencia nacional, pero que ahora se enfrenta a su extinción después de fracasar estrepitosamente en las urnas, sin siquiera alcanzar el 3% de los votos a nivel nacional y encaminándose inexorablemente ya hacia su liquidación por parte del Instituto Nacional Electoral.
El PRD, que alguna vez fue visto como una alternativa genuina y progresista, ahora se desmorona en una triste parodia de sí mismo, víctima de la ambición desmedida y la falta de visión de aquellos que alguna vez prometieron liderar una verdadera revolución democrática. Su destino parece sellado, marcado por la voracidad interna que ha consumido cualquier vestigio de credibilidad y relevancia política que alguna vez pudieron tener.
MORELOS, LABORATORIO POLÍTICO DEL SOL AZTECA. -A 16 días de la jornada electoral, en las entrañas del PRD en Morelos se libra una batalla por el poder que no solo ha dejado a su dirigente, Sergio Prado, afectado en su salud, quien sigue en recuperación sino que también pone en tela de juicio el futuro mismo del partido.
Las tensiones internas, exacerbadas por dirigentes ambiciosos que ven en el PRD una plataforma para sus propias carreras políticas, reflejan un síntoma claro de la decadencia y desorientación que aquejan a esta agrupación históricamente vinculada con la izquierda mexicana.
El PRD, conocido por ser un bastión de la lucha democrática en el pasado, ahora enfrenta la posibilidad de una transformación radical y es que, se debate seriamente la necesidad de renovar tanto el nombre como los colores del partido, una señal contundente de que su identidad tradicional podría haber agotado su relevancia frente a un electorado cada vez más exigente y crítico. Esta discusión no es solo cosmética; representa un enfrentamiento ideológico sobre el rumbo que debe tomar el PRD para recuperar su posición en el escenario político nacional.
En medio de este ambiente tenso y fragmentado, Morelos emerge como un laboratorio político de importancia nacional, razón por lo cual, las facciones rivales no solo disputan el control del partido, sino que también moldean su futuro en un contexto de presiones intensas y estrategias agresivas. Sergio Prado, víctima de estas dinámicas internas, es un recordatorio vivo de las repercusiones humanas de la política cuando se desborda por la ambición desmedida y el oportunismo.
Sin embargo, la incertidumbre persiste. ¿Podrá el PRD en Morelos, a través de esta potencial renovación, revitalizarse y volver a conectar con las bases que alguna vez lo apoyaron fervientemente? ¿O será este el capítulo final de un partido que, aunque desgastado, aún busca su lugar en el futuro político de México?
Las respuestas a estas preguntas no solo determinarán el destino del PRD en Morelos, sino que también podrían influir en el curso de la política nacional; en un momento de transformación política y social, el desafío para el PRD no es solo sobrevivir, sino reinventarse como una fuerza genuina y progresista que resuene con las aspiraciones de la sociedad mexicana del siglo XXI.
Y más, porque no han alcanzado el 3% de la votación total en Morelos el PRD, lo que le impide no solo no obtener una diputación local en la Legislatura LV, sino que tampoco tendrán prerrogativas, es decir, dinero público que les otorga el Impepac a todos quienes alcanzan ese techo de votos. Lo cierto, es que ya obtuvo más del 3% de la votación para gobernadora, lo que lo convierte en un partido local pero sin derecho a ninguna curul en el Congreso local y menos aún, al financiamiento público como lo están peleando. En el Sol Azteca, se viene lo peor.
ALE FLORES Y SUS “PATADAS DE AHOGADA.- En las recientes elecciones municipales y estatales de Morelos, los resultados han hablado alto y claro. José Luis Urióstegui Salgado asume la presidencia municipal de Cuernavaca, mientras que Margarita González Saravia se prepara para liderar Morelos como gobernadora, respaldada por el Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) para el periodo 2024-2030.
Sin embargo, la transición hacia estos nuevos liderazgos no ha sido sin controversia. Alejandra Flores, candidata de Morena para la alcaldía de Cuernavaca, ha levantado bandera sobre supuestas irregularidades y fraude electoral, alegaciones que hasta ahora carecen de sustento según especialistas en derecho electoral y los propios consejeros del órgano electoral correspondiente.
Es comprensible que se impugnen resultados electorales ante sospechas fundamentadas de irregularidades. No obstante, es vital distinguir entre impugnaciones basadas en evidencias sólidas y simples alegatos sin sustento. En este caso, las instituciones electorales no han encontrado pruebas contundentes que respalden las acusaciones de Flores.
En una democracia, aceptar los resultados electorales es más que un deber legal; es un pilar fundamental para fortalecer nuestras instituciones democráticas. La negativa a reconocer la derrota no solo afecta al individuo en cuestión, sino que también socava la credibilidad del sistema democrático en su conjunto.
La madurez política exige reconocer que cada contienda electoral tiene un ganador y un perdedor. La validez de las elecciones es ratificada por las instancias competentes, y es en este marco legal donde deben resolverse las disputas electorales de manera justa y transparente.