Juego de Manos - Estado de alerta
En opinión de Diego Pacheco
A inicios de semana, circuló información de una mujer desaparecida. Su hermano, Daniel, quien dio inicio a la difusión de la información, compartió una captura de pantalla de una conversación con la presunta plagiada, donde ella señaló estar en un taxi y sentirse insegura por la actitud grosera del conductor. A partir de ello, la comunicación con Laura Karen concluyó, y la búsqueda de su paradero que se extendió a los medios de comunicación y a la comunidad en redes sociales.
Afortunadamente, Karen regresó a casa con vida y el supuesto secuestro resultó ser una falsa alarma; sin embargo, eso no fue lo que medios de comunicación e internautas pensaron de ello, quienes vieron el acontecimiento como la oportunidad perfecta para atacar a la joven y cuestionar credibilidad de las demás denuncias realizadas por mujeres, y, con ello, desprestigiando el mismo acto.
Aquí es importante señalar más de una cosa: Laura, al final estuvo sana y salva; pero eso no significa que la alarma haya sido falsa. Teniendo en cuenta el contexto en el que vivimos, todas las mujeres que son violadas, secuestradas y/o asesinadas; Laura Karen hizo bien en compartir su preocupación con su hermano para que, en caso de haberse tratado de un rapto o peor, sus cercanos en conjunto con las autoridades hubieran tenido el tiempo suficiente para reaccionar y que ella no formara parte de la larguísima lista de feminicidios en México. Daniel, por otro lado, se equivoca al pensar en que confiar en su hermana fue un error, y valdría la pena que considerara las posibilidades
No, no es paranoia, es un muy válido y casi imprescindible estado de alerta de ella y de las demás mujeres que viven en México y conocen el riesgo que su sexo implica. Y, para el autor de esta columna, el hecho de que la mujer haya estado de fiesta y no abandonada en un terreno baldío, sin vida, es motivo de mucha, mucha felicidad. Ojalá ese fuera el desenlace de las miles de mujeres que forman parte de las cifras de violaciones, desapariciones y feminicidios (y de las otras miles que no denuncian, no aparecen o no tienen quien las busque).
Por cierto, parece increíble la velocidad con la que se difundieron los videos de Laura en el bar, que la administración del bar fuera tan cooperativa y entregara los videos donde aparece la mujer en cuestión, pero, ¿a quién le brindó esa información? ¿A las autoridades? ¿A los medios? Y ¿con qué intenciones compartieron el audiovisual los receptores? Porque se debe decir que la difusión masiva no sirvió para resolver el caso, ni mucho menos tuvo alguna utilidad social. Su único resultado fue el ataque directo a Laura Karen, quien terminó por ofrecer una disculpa pública.
Ahora, en el caso de que el alcance haya sido consecuencia del trabajo de las autoridades, ¿por qué no tener el mismo nivel de eficiencia para los miles de casos que terminan en tragedia, o que no son atendidos con tal prioridad?
Trending Topic
Una semana más, otras razones a la lista –como si hicieran falta– para dimensionar el gravísimo problema de violencia contra las mujeres que, como sociedad, enfrentamos día con día. En este apartado, me alejo geográficamente de la realidad nacional para situarme en la India, donde Priyanka Reddy, una veterinaria de 27 años, fue violada y asesinada por un grupo de 4 hombres, y su cuerpo fue calcinado y abandonado en la ciudad de Hyderabad, al sur del país.
Lo más alarmante del caso fue la respuesta que tuvieron miles de internautas quienes, posterior a la noticia, se dieron a la búsqueda del video del ilícito en sitios pornográficos, convirtiendo el nombre de la víctima un trending en los portales para personas adultas. Es decir, una mujer es violada, asesinada, su cuerpo es quemado a un 70%, la noticia sale a la luz y un grupo de personas, lo suficientemente grande como para definir los resultados de los servidores de búsqueda de grandes sitios de pornografía en la India, se dio a la tarea de presenciar el sufrimiento de la mujer con fines de autocomplacencia.
El fetichismo del sufrimiento y la tortura sin consentimiento. El sadismo voyeurista ilícito. La falta de humanidad. Es triste, es repugnante, pero, quizá lo más alarmante de todo sea que no dista de lo que dejan ver los comentarios de las noticias de violaciones que se comparten dentro de las redes sociales en nuestro país o de los deseos malintencionado que se hacen en contra de las manifestantes feministas. Quizá, por más llamativo que resulten estos párrafos, la noticia no sea del todo increíble.
Por cierto, y en lo que concierne a los violadores de Priyanka, ellos se enfrentaron con la policía india en la escena del crimen. Mientras recreaban lo sucedido, uno de ellos intentó arrebatarle el arma a unos de los elemento para que pudieran escapar, lo que derivó en que reaccionaran en defensa propia, matando a los 4 criminales.
La vida en los tiempos de lo “políticamente correcto”
Vivimos en tiempos en los que, poco a poco, hacemos un esfuerzo como sociedad por reflexionar acerca de los pensamientos y comportamientos que resultan agresivas para ciertas personas. Esto; sin embargo, no siempre es bien visto, pues implica un esfuerzo enorme aceptar que, sin saber o sin dimensionar, causamos daño y promovemos la violencia dentro de nuestra sociedad. Asimismo, es importante que, una vez que avancemos en este proceso de autorreflexión y crítica, trabajemos en modificar nuestros actos e, idealmente, buscar generar consciencia en nuestros círculos.
Las quejas y el alzar la voz nos fortalecen como sociedad. Lo “políticamente correcto” no debe verse como un adjetivo peyorativo; sino como sinónimo de empatía, de responsabilidad social y de búsqueda de justicia.
Para quejas, sugerencias, reflexiones y autocríticas:
diegopachecowil@gmail.com