Javier Sicilia, los hechos y el derecho
En opinión de José María Román Román
Javier Sicilia tiene razón. Porque es obvio que la justificación y esencia del ser del estado y del gobierno son sus ciudadanos como elemento vital de la nacionalidad. Dentro de esas premisas la función del Estado, del gobierno, es salvaguardar la seguridad y la vida, así como las pertenencias legítimas del gobernado. Si el gobierno no cumple con esa función, el gobernante carece de razón y de fuerza moral para ejercer el poder. La renuncia que teóricamente todos entregamos al Estado de una parte de nuestros derechos que tenemos al nacer está para que en uso de la fuerza y la aplicación del derecho no permita que el más fuerte abuse del más débil. La justicia de propia mano se eliminó pensando en el orden y cuando el orden no se impone a través de la ley y de la función del gobierno, el desorden es la respuesta y en esta etapa la sociedad entra en conflicto de tal manera que se destruye por dentro, desde las entrañas mismas del poder no ejercido o ejercido indebidamente. Es el caso que vivimos. AMLO no aplica la ley para dar seguridad a los gobernados y falta a su promesa de combatir el delito. Consecuencia, la delincuencia crece como la mala yerba.
El problema está en sus bases, en la desigualdad, según AMLO, pero al no combatir a la delincuencia, esa desigualdad la crece, la agiganta. Para combatir la desigualdad debe el Estado generar las condiciones para el desarrollo de los individuos, no necesariamente cargar fiscalmente a los que laboran o producen para darlo al que no labora y no produce. Eso es limosna y esa etapa de la historia ha quedado demostrado que es ineficiente. La URSS tardó más de 70 años en llegar a esa conclusión. Terminó en fracaso, en días de hambruna y pobreza de su población. Cayó estrepitosamente. ¿Qué elemento destruye esta teoría de bienestar?: la razón y la esencia intrínseca del ser humano, elemento que no está en las manos del estado ni del gobierno moldear a su antojo y menos aún de un líder. Porque el control implica pérdida de libertad y es la libertad con la que nace como derecho elemental cualquier ser humano en cualquier sociedad. Eso es en esencia lo que pasa en Bolivia trayendo el problema a América. Eso en Venezuela, eso en Cuba. Es el Estado o el gobierno con su derecho colectivo contra el derecho del individuo. El Estado se forma con el criterio de los individuos ideológicamente afines, el individuo nace con ese derecho que se contrapone al del estado. Siempre, en la historia ha prevalecido el individuo por encima del gobierno o del estado porque es el Estado y el gobierno el que se debe al individuo y no el individuo al estado. Hay necesidad de socializar pero hasta cierto límite. ¿Cuál es ese límite? El de la prudencia y el de la armonía donde todos tengamos los mismos derechos y las mismas obligaciones y donde el Estado o el gobierno brinden la estructura para que se desarrolle el individuo. Cuando el Estado arrebata al que produce y regala al improductivo está mandando un mensaje pésimo que a la larga solo produce pobreza porque desalienta algo vital en el ser humano: la justa ambición de querer vivir mejor y luchar por obtener un estilo de vida digno o adecuado. Ser pobre es una desgracia, pero querer o no poder dejar de ser pobre porque el Estado o el gobierno lo determinan, es una tragedia.
Si el gobernante no entiende esto tan elemental, está destinado al fracaso y es esa la lección de la historia que no se escucha o que no se quiere escuchar por los políticos populistas que todo quieren repartir y que al final se quedan repartiendo pobreza, se convierten ésos gobiernos en fábricas de miserables o de limosneros del poder. Son ataduras que atrasan a los pueblos y al parecer para allá nos encaminamos.
Dentro de esta dinámica delictiva, en México cientos de miles de familias han perdido seres amados. Nadie desea que AMLO pase lo mismo pero al no entender el dolor humano y la tragedia por no haberla vivido produce en él una insensibilidad grosera con un personaje local como el señor Sicilia que solo lo llama a platicar a lo que se niega. Duele al pueblo la respuesta de la flojera que tiene el presidente para recibirlo. Solo le queda el camino de la calle a Javier el poeta pero junto con él, cientos, miles, millones lo acompañamos y lo entendemos. Andrés Manuel ya no entiende al pueblo y su tragedia, y sobre todo no razona que el poder no le pertenece, que lo ejerce temporalmente por mandato y que eso lo obliga a ejercer la ley que juró obedecer y respetar y que no cumple y que el pueblo tiene el derecho de exigirle su cumplimiento. La marcha anunciada en su contra, en contra de sus posturas son una necesidad, son un derecho, son una esperanza cuando todo se perfila de que el mes que está por concluir será junto con el año, el más violento desde que se tienen estadísticas sobre los hechos… ¿reaccionará el gobernante o lo obligará el gobernado?, la respuesta está ahí, en nosotros.