Escala de Grises - Cabellera vs cabellera

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Cabellera vs cabellera

La semana pasada, Guadalupe Loaeza publicó una columna de opinión en el periódico Reforma titulada “¿A quién creerle”. La escritora mexicana abordó (o eso pretendió) lo ocurrido el Primer Debate Presidencial desde una perspectiva tan inesperada como polémica.

 

La columnista inició su texto con la afirmación de que, entre las dos candidatas a la presidencia, ella prefiere creerle a Xóchitl Gálvez, la opción de la coalición entre PAN, PRI y PRD. El argumento principal fue que, según ella, Claudia Sheinbaum tiene “cero empatía y cero humanidad”; es decir, concuerda con la aseveración de que la candidata morenista es una mujer fría y sin corazón, tal como dicen la canción y la candidata de la oposición.

 

Lo que parecía una crítica más como las otras tantas que ha recibido la exjefa de gobierno, se convirtió en un texto criticado en plataformas digitales, especialmente en X, donde el nombre de la escritora se volvió tendencia por un par de días. Y es que, de acuerdo con Guadalupe Loaeza, Claudia Sheinbaum le tiene envidia a Xóchitl Gálvez por el simple hecho de que tiene el pelo lacio.

 

“Imagino que así es desde que era niña, muy competitiva y envidiosita, especialmente con las compañeras que tenían el pelo lacio”, sentenció en los primeros párrafos de su columna. Así como lo lee. Aparentemente, el tipo de cabello que tienen las candidatas se ha vuelto un tema relevante, cosa que no ocurre cuando la contienda está conformada por hombres.

 

De algún modo, la elección de Claudia al traer el pelo alaciado es una muestra perfecta de lo poco creíble que resulta su discurso. Tras referirse a ella como “negadora de sus orígenes”, Guadalupe Loaeza externó su profundo descontento con las propuestas de la Cuarta Transformación, una situación completamente ajena al peinado de la candidata, ya que andamos en esas.

 

Sin embargo, la introducción del texto se convirtió en el centro de una polémica que, para este espacio, nos tomamos el atrevimiento de retomar. De acuerdo con usted, su edad y sus intereses políticos, ¿cuándo se había enterado de que la cabellera de los candidatos (énfasis en el masculino genérico) fuera un tema de discusión?

 

¿Cuándo las características físicas se habían puesto sobre la mesa para criticar el trabajo y la postura política de un hombre? Jamás. ¿Desde cuándo el cabello, el peinado o cualquier otra característica física debe ser un factor a considerar al momento de abordar las propuestas de las personas que participan en la contienda electoral?

 

Para empezar, el acontecimiento de tener a dos mujeres encabezando las encuestas para ocupar la silla presidencial no puede reducirse a un aspecto como el pelo. Después, afirmar que Claudia Sheinbaum tiene envidia de Xóchitl Gálvez por el simple hecho de no tener el pelo lacio es una afirmación clasista.

 

Por otro lado, considerar que la candidata reniega de sus orígenes por el hecho de cambiar la forma de su cabello es un pensamiento profundamente racista. Resulta tan terrible como alarmante el hecho de que en pleno 2024 el cabello chino se considere como una característica “indeseable”.

 

Lo más grave de la situación es que el texto de Guadalupe Loaeza pasó por varios pares de ojos antes de publicarse y ninguna persona consideró que esas palabras eran sumamente violentas en diferentes niveles; lo mismo con esos pensamientos. Lo único que hacen aseveraciones como las de Loaeza es perpetuar estereotipos de belleza y los mismos estándares que han provocado una relación conflictiva entre las mujeres y su tipo de cabello, su color de piel, su fisionomía.

 

Ahora, en la práctica, en la cotidianidad que va más allá de columnas de opinión, hay personas que comparten este tipo de pensamientos, lo que representa un problema no sólo para las candidatas, sino para todas las mujeres, adolescentes y niñas que forman parte del sistema. Eso es lo que debería estar sobre la mesa.

 

Elevar el nivel de debate respecto al proceso electoral no es una opción, especialmente cuando hay aspectos transversales que no sólo contemplan el género de las candidatas. Tengamos mucho cuidado con nuestras afirmaciones, nuestras lecturas y, sobre todo, con nuestros argumentos.

 

Exijamos un mayor esfuerzo por parte de las personas que tienen acceso a medios de comunicación y a espacios de alcance nacional. Es momento de cuestionarnos nuestras creencias, de hacer análisis más profundos sobre las candidatas que dejen afuera aspectos superficiales como su peinado.

 

Hay muchas otras cuestiones que podríamos criticarles a las dos mujeres que participan en la contienda. ¿Por qué no son capaces de pronunciar la palabra “aborto”? ¿Qué estrategias en favor de la inclusión y la igualdad forman parte de su agenda? ¿Cuáles son los protocolos que se implementarán para disminuir la violencia de género? ¿Saben cuántas mujeres son asesinadas cada día en México? La lista es larga, no la perdamos de vista.

 

Cada quien su estilo:

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