Escala de Grises - ¿A quién le creemos?
En opinión de Arendy Ávalos
El pasado 22 de febrero, durante su conferencia de prensa, el presidente de México decidió expresar [una vez más] su opinión respecto al periodismo. Su postura, como siempre, resultó polémica; especialmente después de que se registrara el asesinato de seis periodistas en lo que va del veinte veintidós.
Aunque usted [probablemente] podría pensar que Andrés Manuel se mostró consternado o preocupado, lamento informarle que no fue así. El mandatario no mostró empatía ante la situación que viven las personas especializadas en periodismo. De acuerdo con él, hay una gran similitud entre el periodismo y los partidos políticos.
El consejo de López Obrador a la audiencia fue que no se dejen engañar, pues no hay diferencia entre periodistas, a pesar de que algunas personas se asuman como independientes. “Es como antes, que se decía que un partido era distinto a otro. Son iguales. Unos corruptos e hipócritas, los otros corruptos y cínicos. Es lo mismo en el periodismo”.
Sin embargo, aseguró que no tiene nada en contra de ese “noble oficio (sic.)”, su conflicto está con quienes actúan como mercenarios, que están al servicio de grupos de poder y son grupos de presión. Una vez más, el presidente mencionó figuras como Carmen Aristegui y Carlos Loret de Mola, así como a los periódicos Reforma y El Universal.
Luego de que se diera a conocer información sobre las propiedades de su hijo José Ramón López Beltrán, AMLO optó por despotricar en contra del gremio y mantener (a nivel discursivo) el problema sistemático de violencia al que se enfrentan las personas especializadas en periodismo. Bajo un delirio de persecución, el presidente asegura que todas las personas que decidan señalar sus errores están en su contra.
O estás conmigo o estás contra mí, dice. En términos políticos, la tolerancia a la frustración no es una opción, se sabe. Sin embargo, también es necesario considerar el panorama general para darnos cuenta de que los ataques del presidente no son más que una respuesta instintiva para la que no se contempla el panorama nacional o algo más que la pulsión inmediata.
Nombrar el periodismo como un “noble oficio” no puede estar más alejado de la realidad, especialmente en nuestro país, el más peligroso del mundo para el gremio. Ojo, no me refiero a que el periodismo per se sea espantoso o imposible de ejercer; me refiero a que, lamentablemente, no carece de peligro.
De acuerdo con el significado de la palabra “noble”, ésta se emplea para aquello que no tiene maldad o doble intenciones. Además, afirmar que no se está en contra del periodismo, mientras se realizan críticas, ataques y declaraciones como “todos son iguales”, es una contradicción evidente que no deja de repetirse.
El problema más grave no es ignorar lo dicho por el presidente ni posicionarnos en su contra, lo más significativo radica en que una persona con tal poder político decida atacar a una esfera tan importante como los medios de comunicación y quienes trabajan en ellos. ¿Quién tiene la razón, entonces? ¿A quién le creemos?
La respuesta a esas preguntas podría parecer obvia, pero es más complicada de lo que usted o yo podríamos imaginar. Si hay personas que confían [ciegamente] en lo dicho por el presidente, cada palabra mencionada por él tiene un peso significativo, independientemente del tema que se ponga sobre la mesa.
Poner en duda la información difundida por ciertas personas o plataformas no es una estrategia nueva, pero tampoco una que deba tomarse a la ligera. Si el presidente, siendo la figura máxima de autoridad, no contempla los ataques a periodistas como una situación preocupante o grave, ¿qué podríamos esperar?
Se ha informado la intención de modificar las medidas del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, por garantizar la integridad y seguridad en todo momento; pero el compromiso a nivel institucional parece no ser lo suficientemente fuerte. A pesar de las denuncias y señalamientos que organizaciones y periodistas han realizado en contra de los ataques del presidente, él continúa bajo el mismo renglón.
¿Cómo se pretende solucionar un problema que no alcanza a comprenderse a nivel gubernamental? Si bien, visibilizar lo que ocurre a lo largo de todo el territorio nacional es importante, es imperativo reconocer que los errores se presentan desde las esferas más altas, que la falta de sensibilidad ante la violencia jamás será parte de la solución.
Por otro lado, también resulta angustiante que el presidente no asuma las responsabilidades que le corresponden y se esconda bajo el escudo de ser un ciudadano más. La silla presidencial no es únicamente un pedestal del que se pueda subir y bajar a conveniencia, tal como Andrés Manuel ha hecho desde que inició el sexenio.
No se mata la verdad:
@Arendy_Avalos