El Tercer Ojo - Uno de Polémica ¿Los hombres somos el problema?

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Uno de Polémica ¿Los hombres somos el problema?

Esta ocasión, amables lectores que me siguen, aprovechando que el miércoles 08 de marzo último en la mayoría de lugares del planeta se evocó que:

 

Durante la Segunda Reunión Mundial de Mujeres Socialistas, celebrada en marzo de 1910, en Copenhague, Dinamarca, Clara Zetkin, comunista alemana, propuso que el 8 de marzo de cada año se estableciera como Día Internacional de la Mujer, en memoria de las trabajadoras que entre los siglos XIX y XX, en diferentes partes del mundo, se manifestaron en contra de las infames condiciones laborales y por el derecho al voto, y que, como el caso de la fábrica textil de Nueva York donde mantenían una huelga, fueron calcinadas.

 

Asimismo, conviene recordar que, desde ese entonces y hasta ahora, bajo las circunstancias que enfrentan las mujeres en tales momentos y los que ahora se reconocen, los motivos subyacentes a las protestas y demandas han ido agregando otras que, probablemente existentes eran pero que no se visibilizaban debido ello a los mantos de las barreras ideológicas, políticas, jurídico-administrativas o culturales que tienen como base sustancial el machismo –en todas sus formas de expresión–, el patriarcalismo, las condiciones derivadas de la pertenencia a una clase social y su ideología, los modelos de desarrollo sustentados en las relaciones de dominio/subordinación y, por supuesto, la corrupción, colusión u omisión de las autoridades de gobierno y Estado, y la nunca impresente impunidad.

 

Dada la persistencia en el tiempo de estas condiciones inaceptables, inadmisible y deleznables,

 

En 1975 la Asamblea General de las Naciones Unidas conmemoró por primera vez, el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. Desde entonces, año con año, se realizan actos que favorezca la lucha y la demanda esencias de la eliminación de la desigualdad, la discriminación y la violencia contra las mujeres, garantizar el pleno ejercicio de sus derechos y logra la igualdad sustantiva.

 

Como podemos leer, estimados colegas que me siguen, el problema es, sin duda, sumamente complejo y, también ello es fundamental admitirlo, los hombres, los varones somos parte del problema y desde esta condición debemos reflexionar en torno a esta situación y buscar, diseñar, instrumentar acciones que permitan eliminar el conjunto de condiciones que hacen posible la persistencia de las condiciones de hace más de un siglo más las que ahora podemos enunciar con claridad.

 

Las desapariciones forzadas, el secuestro, los feminicidios, la trata, la "violencia vicaria", etcétera; sin descontar, itero, aquéllas que a lo largo del tiempo han estado presentes y que son la fuente de los sentimientos de inseguridad, temor e indefensión.

 

Ahora bien, pudiera parecer que la pregunta de partida de esta colaboración se inserta dentro de una lógica de "reducción al absurdo" de una legítima demanda, de una incuestionable protesta –más allá de las formas en que se expresa ésta– y, desde luego, de una necesaria reflexión colectiva –como miembros de nuestra especie humana– que tienda hacia la construcción de alternativas de afrontamiento exitoso de las circunstancias que han hecho posible la existencia de esta calamidad que daña a diversos sectores de la sociedad y que requiere unidad de acción entre todos.

 

Quizás deba decir que el problema no se encuentra en la respuesta que pueda o no darse tajantemente a la interrogante de partida, Más bien, parece ello necesario, debamos cambiar la pregunta de modo tal que ésta favorezca la búsqueda de respuestas plausibles y que permitan la unidad de acción entre los excluidos de siempre para derribar conjuntamente las barreras que impiden la equidad, la justicia y la expresión de una vida digna y no separatista. Una vida, en fin, fundada en la solidaridad, la libertad, la dignidad, justicia y paz.

 

Es imprescindible que reconozcamos, los varones, que sí somos parte del problema y, en consecuencia, que debemos ser parte de la solución. Empero, que también es necesario buscar formas de relación con ellas, las mujeres, así como también con los otros grupos sociales excluidos, sojuzgados, discriminados, qué sé yo, pues únicamente de esta manera, unidos en torno a propósitos comunes, podremos avanzar contra los adversarios comunes.