El tercer ojo - Nuevamente en Torno al Ajedrez. La Partida Final

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El tercer ojo - Nuevamente en Torno al  Ajedrez. La Partida Final

“—Todo es táctica —le dijo a Meissener—. Atacar, defender, atrincherarse, retirarse. —¿Has leído De la Guerra, de Von Clausewitz—? Meissener reconoció que sí lo había hecho—. Es tal cual lo describe él: ‘La guerra es muy sencilla, pero hasta las cosas más sencillas son en la guerra muy difíciles’. Con el ajedrez ocurre lo mismo. Los movimientos en sí son muy fáciles, pero combinarlos para crear una estrategia ganadora es harina de otro costal. Además —continuó—, no hay dos partidas iguales. Cada una tiene su propia personalidad, tan singular como los jugadores enfrentados. Es fascinante”.

John Donoghue. La Partida Final

Nuevamente me apresto, amables lectores que me siguen, los pocos que sean, a comentar para ustedes la trama de una excelente novela que he estado leyendo recientemente; asimismo, por las razones que expondré en este breve artículo semanal de El Tercer Ojo, no quiero dejar, a su vez, de conminarlos a leerla y disfrutarla, pese a los pasajes, que ocupan gran parte de la obra, dedicados a la siempre reprobable, deleznable e inadmisible perezhivanie —término ruso empleado por el insigne psicólogo soviético L.S. Vigotski para referir un conjunto de contenidos de carácter psicológico, ético, moral e ideológico que conforman la unidad de las vivencias, a diferencia del término filosófico experiencia, dentro de un conjunto de condiciones históricas, sociales y culturales dadas— en los “campos de concentración y exterminio” diseñados e instrumentados por el nazismo.

El libro que refiero ahora lleva por título La Partida Final (Editorial Planeta, Barcelona, 2022) y narra la historia —personal y colectiva— de los dos polos yuxtapuestos; por un lado, los responsables del nazismo en los hechos de las formas de deshumanización, dolor, culpa, miedo, sentimientos de desesperanza e indefensión, incertidumbre ante el futuro, sentimientos de odio, la muerte masiva e inminente y, en el otro extremo, quienes fueron objeto de tales “políticas” y acciones ante las cuales se vieron precisados a instrumentar estrategias de supervivencia para no morir, cada día, pese al dramatismo de ese tormento.

El otro asunto tratado con sumo carácter descriptivo es del famosísimo juego, deporte-ciencia, conocido como El Ajedrez; debo precisar que, más que el juego del ajedrez, o a través del mismo, aborda no sólo la confrontación entre presos y presidiarios, sino también, y sobremanera, el sentido específica mente humano que representa jugar tal arte. De esta manera se refiere del modo siguiente dicha cuestión:

“—Aún así, había sitios donde el espíritu humano todavía resplandecía. Por eso enviaron a un gran número de agentes de la Gestapo, para sofocar toda esperanza antes de que pudiera prender. No pudieron apagarla del todo. —Tomó entonces la taza y se la llevó a los labios, pero volvió a dejarla sobre la mesa sin darle un sorbo—. Y creo que Herr Clément jugó al ajedrez en Auschwitz por ese motivo, porque, para él, era una forma de reivindicar su humanidad”.

“Pues bien”, citando al vate Manuel Acuña y, particularmente, su famosísimo Nocturno a Rosario, la estructura narrativa de la obra nada entre dos momentos históricos que se presentan de ida y de regreso; por una parte, la formas de existencia y sobrevivencia dentro del “Campo de concentración y exterminio” en Auschwitz y, por la otra parte —una vez liberada por el Ejército Rojo la región y el campo de concentración y obtenido la firma de rendición por parte del Mariscal alemán Wilhelm Keitel ante el General G.K. Zhukov en el año de 1945—, ya prácticamente 17 años después, en 1962, en Ámsterdam, durante un campeonato internacional de ajedrez en el cual el personaje llamado Emil Clément, “El Relojero”, es quien se enfrentará representando Israel, a otros jugadores.

Además de narrarse algunas partidas en Auschwitz y en Ámsterdam, se cuenta el escarceo dialéctico entre Emil, Paul Meissener —un miembro de las SS alemanas y del partido nazi— y Wilhelm Schweninger —también miembro de las SS así como del partido nazi— con quienes durante su cautiverio también se relacionó, rememorando lo vivido años atrás y tratando de enfrentar las consecuencias ideológicas y psicológicas que permanecían sin una resolución. Considero que valdrá la pena que ustedes, amables seguidores, lean esta obra de ficción, salpicada de sucesos históricos conocidos y realicen su propia valoración, aparte de gozar con su lectura