Escala de Grises - Daltonismo a conveniencia

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Daltonismo a conveniencia

Hace poco más de diez días, el gobierno de la Ciudad de México frenó la reanudación de actividades no esenciales, pues la jefa de gobierno afirmó que debíamos “aguantar un poco más” para no perder lo ganado en la batalla frente al COVID-19. La espera no fue mucha.

El lunes de esta semana comenzaron los cambios en el semáforo epidemiológico y, de acuerdo con Claudia Sheinbaum, el salto del rojo al naranja se realiza con base en el número de personas hospitalizadas, tendencia que va a la baja. Sin embargo, aclaró que, de llegar a un porcentaje mayor del 65% en el cupo hospitalario, se volverían a clausurar actividades.

Además de la lista de comercios que regresarán los próximos días, se publicó una lista de requisitos, entre los que se encuentran las siguientes medidas: No poner música, fomentar el pago con medios electrónicos, horarios reducidos de servicio, señalar el recorrido y los lugares de espera, implementar estrategias para mantener la sana distancia (1.5 metros) entre las personas; respetar el 30% de capacidad en establecimientos y, por supuesto, el uso obligatorio de caretas y cubrebocas.

En Morelos, Cuernavaca y Cuautla comenzaron a reactivar sus negocios locales, pasos que seguirán el resto de los ayuntamientos en los días futuros. Tras las acusaciones que revelan una nula coordinación con el estado y la federación, se tomó la iniciativa de reanudar las actividades de manera escalonada, a pesar de que el gobierno estatal solicitó permanecer en cuarentena.

La nueva realidad nos alcanzó más pronto de lo que esperábamos. Independientemente de si la decisión es correcta o no, hay una serie de factores que debemos tomar en cuenta para observar este fenómeno.

La crisis financiera es el detonante más significativo para esta transición [y para todas las que se realizan en el mundo]. Sin embargo, en México, la presión es mucho más fuerte. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), casi el 60% de la población nacional se dedica al comercio informal. Por lo que la contingencia sanitaria, la Jornada Nacional de Sana Distancia y las medidas de prevención derivadas de la llegada del COVID-19 al país fueron golpes difíciles de soportar.

Como podrá imaginarse, esa fue la razón principal por la que el país no pudo seguir el ejemplo de España o Italia. Sin las condiciones favorables e idóneas para permanecer en casa, no quedaba otra alternativa. Las personas debían salir a trabajar, a pesar de la publicidad que les criminalizaba por no respetar la cuarentena.

A nivel de comunicación, el actuar del gobierno —en sus diferentes niveles— fue un tanto inconsistente e improvisado y, hasta cierto punto, es entendible debido a la poca información que tenemos del virus. No obstante, los esfuerzos discursivos de las y los gobernantes pasaron de la calma al pánico y de la negación a los señalamientos en cuestión de horas.

Como menciono constantemente en este espacio, las discrepancias y la falta de coordinación entre la presidencia y los gobiernos estatales o locales, junto con las otras Secretarías e instituciones, es palpable. En crisis como la que estamos viviendo, la comunicación es uno de los factores más importantes a tomar en cuenta. Si se cometieron errores durante el confinamiento [spoiler alert: sí], deben corregirse. De este modo, la reincorporación al exterior será menos caótica.

Claudia Sheinbaum declaró que el cambio de rojo a naranja “no significa que la pandemia haya terminado”, pero a gran parte de la población parece no quedarle claro y eso representa un problema.

Las y los funcionarios de los 32 estados deberán hacerse un examen de la vista para asegurarse de que no sufren daltonismo a conveniencia. ¿A qué me refiero? A que no vean el naranja como verde ni el rojo como amarillo, según intereses personales o conflictos políticos. Lo mismo deberá suceder con los grupos a los que pertenecen y los grupos a los que representan, según su institución.

Los mensajes deberán transmitirse de forma clara, directa y precisa. Percibir bien los colores es uno de los primeros pasos para poder salir de casa. Las personas que están incorporándose a la nueva normalidad deberán hacerlo conscientes de las medidas de sanidad y prevención, conscientes de que los riesgos a los que nos enfrentaremos, de ahora en adelante, serán casi tangibles. Y lo digo de manera literal.

Sin caer en la paranoia, dejemos en claro que las superficies, multitudes y la mínima invasión de la sana distancia pueden significar un mayor porcentaje de contagio; ya sea en lugares de esparcimiento o espacios de trabajo. Por eso, no podemos dejar la responsabilidad ni el cubrebocas en casa. No olvidemos que, entre un color y otro, hay tonalidades.

El reto de quienes nos representan es seguir concientizando a la población y, sobra decir, destinar los recursos necesarios para que los grupos más vulnerables cuenten con elementos básicos de protección.

Por otra parte, aunque el discurso individualista de que “el cambio está en uno [o en una]” no funciona a nivel estructural, es tiempo de aplicarlo. Cuidemos a las demás personas haciendo lo que nos toca: abordemos el tema con nuestros círculos cercanos, no nos tomemos las medidas de precaución a la ligera. El problema es real y, de serle honesta, dudo mucho que termine pronto. El peligro de contagio sigue aquí, aunque los colores del semáforo vayan cambiando.

 

La recomendación: Apoyemos a los pequeños negocios, consumamos productos locales. No desviemos la mirada de los puestos de flores, artesanías, comida, productos de la canasta básica e, incluso, de ropa, accesorios o calzado. Si usted tiene la posibilidad, apoye a los comercios que tiene cerquita.

 

Pruebas gratis de daltonismo. Informes en:

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