Observador político - El PAN, el as bajo la manga del Congreso
En opinión de Gerardo Suárez Dorantes
En el entramado político del Estado, la figura del fiscal General se ha convertido en un punto de fricción que revela las limitaciones y tensiones dentro del Congreso local. La persistente demanda de la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, y de la próxima gobernadora, Margarita González para que Uriel Carmona sea destituido antes de 2027, refleja un claro desacuerdo en la incipiente Legislatura LVI y una necesidad urgente de alineación con los principios de justicia y rendición de cuentas.
ENCRUCIJADA LEGISLATIVA POR REMOCIÓN DEL FISCAL.- Uriel Carmona Gándara, fue designado casi al final del gobierno de Graco Ramírez y hoy en día se enfrenta a un escrutinio que, de ser atendido, podría significar su salida anticipada, sin embargo, la realidad del Congreso local no hay consensos para hacer realidad este objetivo y por ello, la exigencia de la próxima titular del Ejecutivo se convierte en un desafío monumental.
Hay que recordar que el Grupo Parlamentario de Morena cuenta con 10 diputados y sólo dos aliados: uno de Nueva Alianza y otro del Verde Ecologista, por lo que requieren de dos votos para alcanzar la mayoría necesaria para una resolución efectiva.
Al respecto, la presidenta de la Mesa Directiva, Jazmín Solano López, optado por una postura cautelosa, insistiendo en que el análisis sobre la situación del fiscal se basará en la documentación jurídica completa al concluir la entrega recepción. Esta actitud, aunque puede parecer prudente, refleja también un estancamiento y una posible resistencia al cambio radical que muchos sectores esperan.
En contraste, el líder del grupo parlamentario de Morena, Rafael Reyes Reyes, manifestó su apoyo a la posición de González y Sheinbaum, pero es consciente de las limitaciones que tiene su bancada; esta disyuntiva no solo pone de manifiesto la fragmentación dentro del Congreso, sino también la falta de unidad y la falta de un liderazgo decisivo que impulse una reforma efectiva en la que se requiere la voluntad de 14 legisladores.
TANIA VALENTINA Y EL LABERINTO POLÍTICO.- En la política morelense, la figura de Tania Valentina Rodríguez Ruiz emergió como un símbolo de complejas lealtades y conflictos internos; la diputada quien por cierto tendrá su curul por cuarta ocasión y en su trayectoria reciente, ilustra de manera contundente las tensiones y contradicciones que definen la dinámica actual del Congreso del Estado. Junto a Alberto Sánchez, quien hizo el tránsito de PRI a Morena y luego al Partido del Trabajo, la petista se encuentra en una encrucijada que pone en juego no sólo su carrera política, sino también el destino de reformas cruciales para el Estado.
El contexto es claro: para avanzar en la destitución del fiscal Uriel Carmona y modificar la Ley Orgánica del Congreso del Estado, la bancada de Morena y sus aliados necesitan esos dos votos decisivos; empero, el camino hacia la consecución de estos votos está lleno de obstáculos, particularmente debido a las fricciones personales y políticas entre Tania Valentina y el partido que una vez fue su aliado: Morena.
La líder parlamentaria con 20 años como dirigente del Partido del Trabajo en Morelos, inicialmente parecía comprometida con la Cuarta Transformación, ha tenido una serie de desencuentros que han deteriorado su relación con Morena. Primero, su frustración comenzó cuando fue excluida de las candidaturas para la gubernatura y el Senado, lo que la llevó a romper con la coalición. Después rompió su alianza y decidió ir sola y le fue bien, porque tuvo más espacios como partido pero se alejó del proyecto ganador y alejó toda ayuda electoral a Margarita González Saravia y la 4T.
Este conflicto ha sido particularmente evidente en su actitud hacia las reformas aprobadas en la legislatura anterior. Tania Valentina, junto a Alberto Sánchez, apoyó las modificaciones a la Ley Orgánica del Congreso, cambios que ahora busca Morena revertir. La paradoja es evidente: la misma legisladora que contribuyó a la configuración de las reformas ahora enfrentaría si logra aliarse al partido en el poder en la tarea casi imposible de deshacer lo que ayudó a construir.
La dificultad de dialogar con Morena es palpable. El rencor y la rivalidad personales parecen haber eclipsado cualquier posibilidad de colaboración efectiva; esta situación subraya la falta de cohesión dentro del espectro político, donde las lealtades cambiantes y los conflictos internos a menudo obstaculizan el avance hacia metas comunes.
LOS AZULES EN EL LEGISLATIVO.- Es fascinante observar cómo la dinámica política en Morelos ha tomado un giro inesperado en los últimos tiempos; y es que, la aparente falta de interés de Morena en modificar la Ley Orgánica del Congreso, que le permitiría retener el control político y económico, es un fenómeno digno de análisis. Lo que resulta aún más intrigante es la forma en que los diálogos y acuerdos entre Morena y los diversos grupos parlamentarios están tomando forma, especialmente en relación con Acción Nacional (PAN) y el Partido del Trabajo (PT).
En una jugada estratégica, Morena parece haber encontrado un aliado más dispuesto en el PAN, un partido que, con sus cuatro votos, se presenta como una pieza clave en la configuración del Congreso. Esta alianza potencial no solo podría evitar la modificación de la Ley Orgánica, sino también facilitar decisiones cruciales, como la posible salida del fiscal Uriel Carmona Gándara y la entrega de comisiones a los demás grupos y fracciones parlamentarias y la aprobación del presupuesto. En contraste, la relación con el PT y su diputada Tania Valentina Rodríguez Ruiz se muestra cada vez más distante y conflictiva.
La paradoja es evidente: Tal parece que Morena y sus aliados tienen una clara oportunidad para negociar con el PAN y fortalecer su posición en el Congreso, por lo que parece que han dejado de lado a los petistas que antes eran sus aliados. Cierto, Tania Valentina, quien alguna vez fue una ferviente defensora de la Cuarta Transformación, ahora se encuentra en una posición de relativa debilidad. Sus conflictos políticos acumulados durante la campaña electoral han complicado su capacidad para influir en la agenda legislativa.
La estrategia de Morena de acercarse al PAN en lugar de a los petistas puede ser vista como una maniobra pragmática; el PAN, teniendo en su poder la Junta política y de gobierno, ofrece una oportunidad para negociar mejores posiciones y evitar los conflictos que caracterizaron la Legislatura 56. La relación entre Cuauhtémoc Blanco y los diputados de esa legislatura, particularmente con Agustín Alonso, destacó la necesidad de mantener una alianza sólida y evitar los desacuerdos que limitaron la efectividad legislativa.
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