El tercer ojo. - ¿Necesitamos escribir a mano?

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El tercer ojo. - ¿Necesitamos escribir a mano?

Estimados lectores que siguen esta columna semanal en El Regional del Sur; quiero comentar con ustedes que muy recientemente leí un artículo periodístico intitulado (Necesitamos) Escribir a mano, escrito por el filósofo Carlos Javier Serrano, para el diario español Alfa y Omega, 18/10/2023, (Es una publicación de información católica editada por la Fundación San Agustín, que está vinculada al Arzobispado de Madrid. Puede encontrarse impresa cada jueves junto al periódico ABC y a diario en la página web alfayomega.es.). Debo agregar que, a diferencia suya, modifqué el sentido del titulo al haber agregado los signos de interrogación y debo destacar, asimismo, que el articulista no colocó los signos de admiración pese a ser una expresión que pudiera ser considerada como imperativa.

 

Sin hacerlo explícito, el autor nos recuerda que la relación triádica mano-cerebro-lenguaje, no sólo filogenéticamente, sino ontogenéticamente, nos enlaza en la otra tríada fundamental; a saber: corporalidad, cognición y actividad.

 

Años antes hube leído un libro del Dr. Alberto Leónidas Merani Colombo cuyo título curiosamente es De la Praxis a la Razón: Mano, Cerebro y Lenguaje (Grijalbo, México: 1965). Asimismo, el Dr. Julián de Ajuriaguerra publicó un libro intitulado La escritura en el niño (2 tomos, Laia, Barcelona: 1964), hecho que nos da muestra clara de que estas apreciaciones datan de varios decenios atrás.

 

Posteriormente, el trabajo de Emilia Ferreiro y Ana Teberosky, Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño (Siglo XXI, México: 1979), centrado más en los procesos de adquisición de la lengua escrita, su aprendizaje y construcción de las estructuras cognitivas para ello, desplazó del centro de las reflexiones las categorías clínicas y colocó bajo el análisis análisis las categorías de “sujeto de la actividad del aprendizaje”, “procesos constructivos de las estructuras de la lengua escrita” y, por supuesto, “la despatologización de las dificultades durante los procesos enseñanza/aprendizaje de la lengua escrita”.

 

Algunos años más tarde se público el libro La dislexia en cuestión (Morata, Madrid, 1979) cuyo contenido contemplaba las memorias de un congreso realizado en Francia que trataba de integrar ambas posturas por considerar que no eran mutuamente excluyentes.

 

Parecía que se apreciaba una dicotomía insalvable entrambas posturas, sin embargo no había, según mi opinión, tal contradicción insalvable; parecía, más bien, un mal entendido.

 

*

Aún lo tengo fresco en la memoria. Sí, sí, también lo tengo perfectamente claro, Jorge Luis Borges lo manifestaba en su cuento Funes el “Memorioso”; “yo no tengo derecho a decir eso, sólo un hombre podría hacerlo, y ese hombre ya está muerto”.

 

Sin embargo, lo tengo fresco en la memoria; cuando estudiábamos la educación primaria aprendimos a escribir y a leer con escritura manuscrita (léase cursiva), primero, y luego se agregó la letra “de imprenta”. Las tareas de caligrafía eran esenciales en la educación primaria y, por lo demás, eran fundamentales en la evaluación.

 

Escribir y leer eran tareas que debían realizarse de dos maneras; manuscrita y de imprenta.

 

Ello no lo recuerdo nitidamente, pero no había dislexia.

 

Tengo la impresión de que ésta “aparece” con la introducción de.la escritura script o de “imprenta“. Ello es más que una hipótesis una conjetura.

 

Pese a ello, de esto sí estoy seguro, los denominados “trastornos del aprendizaje de la lengua escrita” serán posibles hasta la invención de la escritura pues antes de ello no había tal objeto de aprendizaje ni, por ende, las dificultades para su adquisición.

 

Hoy por hoy los niños, desde hace algunos decenios, aprenden a leer y a escribir sin hacerlo “a mano”, sobremanera porque el desarrollo científico técnico permite hacerlo de otro modo.

 

Ello, sin embargo, no significa que la relación mano, cerebro, lenguaje haya sido extinguida; tan sólo implica la necesidad de reconocer que no se puede despreciar el desarrollo científico y tecnológico como alternativa de resolución de algunos problemas cognitivos, de aprendizaje, desarrollo y educación.