Cuando sea demasiado tarde… - Bitácora del Capitán: Capítulo Esperanza
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
El Capitán se levantó un poco más tarde que de costumbre. Había pasado gran parte de la tarde y noche observando las comunicaciones que furiosamente se intercambiaban entre los miembros del buque más lejano. Parecía que se había levantado una revuelta entre la población del buque, pero no parecía tener mucho sentido. El buque se había posicionado a mayor distancia del resto de las naves por ser el más grande, y por lo tanto, el que más personal llevaba. Esta estrategia tenía como fin proteger por un lado al buque, en caso de que algo sucediera en el astillero central o en alguna de las naves circundantes, pero por el otro lado a los astilleros y a las naves, en caso de tener un desperfecto catastrófico que ocasionara una posible colisión.
La información era muy confusa. Al parecer, los miembros de la población civil habían iniciado una protesta masiva derivada de problemas relacionados con la tripulación del buque y la administración del mismo. A momentos parecía que estaba relacionado el Almirante pertinente, pero a momentos el diálogo se volvía casi esquizofrénico y costaba mucho trabajo comprender la lógica de la protesta. La secuencia más lógica dictaba que la población había iniciado la protesta en apoyo a la tripulación, quienes desconocían de la protesta misma y la situación que la ocasionaba. Al final la tripulación quedó sorprendida de que sus labores se habrían de suspender hasta que la población hubiera entablado un diálogo con el Almirante para defender los derechos de la tripulación. El Capitán simplemente apagó el comunicador y se trasladó a su camarote.
A su cargo tenía una nave precisamente de comunicación. A través de los dispositivos de telemetría se establecía el contacto entre algunas naves de servicio, un par de buques y uno de los astilleros secundarios. Se tomaba muy en serio su labor, y disfrutaba grandemente de la responsabilidad que le había sido encomendado, pero la tripulación de su nave consistía en una veintena de especialistas y otro tanto de miembros de la población general que tenían experiencia en el tema. Se encontraba muy satisfecho de poder aportar en gran medida al sistema y a su correcto funcionamiento.
Al levantarse, encendió uno a uno los dispositivos de su consola, de tal manera que podría darse una ducha y prepararse una dosis de “despertar galáctico.” Todo el mundo decía que era similar al café, pero todo el mundo sabía que no se le parecía en nada y todo el mundo estaba seguro de que no era nada similar al café. Sin embargo era de color oscuro y su ingesta ayudaba a abrir los ojos un poco. Al sentarse en el sillón de mando, inmediatamente recibió una comunicación urgente. El cónsul de la Hermana República de Gabón ante la Conferencia de Naciones (cuya presencia en las naves en órbita el Capitán tuvo la delicadeza de no establecer) requería de atención médica. No era de carácter urgente, pero requería de un traslado rápido y personalizado. El Capitán debía designar a un trasporte de personal y a una escolta de dos cazas para trasladar al cónsul de su nave a la fragata médica, y de vuelta. Labor de poca dificultad, pero que requería de un toque especial dada la naturaleza del interesado.
El Capitán rápidamente hizo los arreglos para responder a la instrucción y rápidamente pulsó el botón de su comunicador. Oficial de Cubierta, prepare mi nave personal, inmediatamente. La Teniente lo miró extrañado. ¿Su nave personal, señor? El Capitán se detuvo a sopesar sus palabras. Prefiero asegurarme yo mismo de que el cónsul reciba la atención que requiere, y no necesitamos un transporte de personal y dos cazas de los cuatro cazas que tenemos para un traslado de algunas horas. El cónsul perdonará la ausencia de cazas si el Capitán mismo se encarga de la misión. Además, me apetece dar un paseo y visitar la fragata médica, tiene varios ciclos que no voy más allá del buque colindante. Mantén tu comunicador encendido y estarás al mando por unas horas. Oprimió otro botón del comunicador. El Capitán debe de abandonar la nave por unos momentos, la Teniente tiene el mando durante mi ausencia.
El camino del puente de mando a la cubierta donde se encontraban las 4 naves personales, el transporte de personal, y los 4 cazas, era corto. Un rápido descenso por la escalera principal y una ligera caminata. Al llegar a la cubierta, la nave del Capitán ya estaba posicionada frente a la esclusa del sello de aire gigante que permitía los traslados espaciales. Ascendió por la pequeña escalera que le permitía el acceso, atravesó el espacio de carga y los asientos de los pasajeros, y se posicionó en la silla de mando. Tenía varios ciclos sin operar su nave, pero era como si nunca lo hubiera dejado de hacer. Conectó su comunicador personal a la computadora de viaje, inició la secuencia de inicio de las turbinas y encendió el comunicador. Una vez aprobada su solicitud de despegue, desplazó la nave a través de la primera puerta de la esclusa. Esperó el cambio de presión, y salió al espacio. Echaba de menos la sensación de ingravidez. Miró a través del domo de navegación, y permitió que el display le indicara su destino.
Una vez arribado, el acoplamiento con el acceso de personal del buque fue relativamente sencillo. Tal vez no tenía la destreza para hacerlo a mano, pero la nave y el buque entablaron un vínculo en el sistema y realizaron la operación sin asistencia humana. Pocos minutos más tarde, el cónsul y su esposa se encontraban en los asientos de pasajeros. Encontrar la fragata médica fue sencillo, entender la operación del tránsito a su alrededor no lo fue tanto. El personal que operaba la fragata había dispuesto luces que permitían seguir un camino hacia la fragata, cosa que una multitud de naves estaban realizando. Hubo que esperar algunas horas, pero al final, una vez establecido el vínculo entre la nave del Capitán y la fragata, un par de especialistas envueltos en trajes de seguridad abordaron la nave, iluminaron a los pasajeros con una serie de instrumentos luminosos, intercambiaron documentos y bajaron de la nave. Poco tiempo después, el cónsul y su esposa habían regresado a su camarote, y el Capitán estaba atravesando la esclusa para entregarle su nave al oficial de cubierta.
Así iniciaba el primer capítulo de la segunda órbita alrededor del Sol.