Constitución y democracia en el siglo XXI. ¿Es necesaria una ética del poder?
En opinión de Aura Hernández
“Hay que revisar el significado de la palabra democracia, para que "no nos quedemos con la idea ingenua de que es el gobierno para y por el pueblo, pues nunca ha sido así"
José Saramago
De acuerdo con Eric Hobsbawm, existen palabras como racismo, por ejemplo con las que nadie quiere que se les asocie en público, existen otras como por ejemplo, medio ambiente que logran que todo el mundo arda en deseos de demostrar entusiasmo. La palabra democracia es una de las últimas.
La democracia decía Winston Churchill es la peor de todas las formas de gobierno a excepción de todas las demás”… es la más deseable diría yo, no solo como forma de gobierno, sino como forma de vida.
En la actualidad, es prácticamente imposible a excepción de algunos estados claramente teocráticos o de algunos feudos hereditarios en el mundo, encontrar un régimen que no rinda oficialmente tributo, tanto en su Constitución, como en su gobierno a asambleas o a presidentes elegidos mediante competencia electoral, afirma el historiador inglés.
Siguiendo con Hobsbawm, en el discurso político preponderante en el siglo XXI, cuya práctica totalidad puede describirse, en palabras del gran Leviatán de Thomas Hobbes, como un lenguaje sin sentido, la palabra democracia alude a ese modelo estándar de estado.
Es decir un estado constitucional que ofrece la garantía del imperio de la Ley, así como diversos derechos y libertades civiles y políticos, y al que gobiernan sus autoridades, entre las que deben figurar necesariamente asambleas representativas, elegidas por el sufragio universal y por la mayoría numérica del conjunto de los ciudadanos, en elecciones celebradas en intervalos regulares en las que se enfrentan distintos candidatos y organizaciones.
Habría incluso, según esto, estados no democráticos cimentados en el imperio de la ley, como sucedió en el caso de Prusia, por decir un caso muy evidente en la historia o podríamos enunciar aquí muchos otros ejemplos muy cercanos, la Alemania nazi…
Por otro lado, las constituciones, según los estudios del sabio inglés, incluso las constituciones eficaces y operativas, pueden no ser democráticas. Es decir, sabemos que el basamento fundamental de las democracias, estriba principalmente en su ingrediente electoral. La defensa del voto libre, según las teorías del estudioso, no estriba en que se garantice los derechos, sino en que permita que la gente se deshaga de gobiernos impopulares. Y a veces así ocurre. Lo vivimos hace unos meses en México.
Sin embargo, hay que reflexionar sobres las afirmaciones ampliamente aceptadas, de que la gobernanza democrática es siempre superior o al menos preferible a la no democracia. Eric Hobsbawm, pone el ejemplo de la Ucrania postsoviética que a cambio de acceder, más o menos a la política democrática, debió perder las dos terceras partes del producto nacional que tenía en la época soviética.
O más cerca de nosotros Colombia, dice el historiador inglés, que juzgada en pautas latinoamericanas- y de hecho en criterios que hoy gozan de general aceptación-, tiene un récord casi único en cuanto a la permanencia ininterrumpida de un gobierno democrático, representativo y constitucional.
Colombia cumple las pautas teóricas: históricamente dos partidos se han disputado el poder, salvo en breves intervalos se ha encontrado sometida a algún caudillo o al gobierno del ejército y a pesar de que el país no se haya visto envuelto en ninguna guerra internacional el número de personas muertas, mutiladas, desaparecidas , se pudo contar por millares en la segunda mitad del siglo XX, la cifra supera con mucho a otros países que no cumplen con los cánones teóricos de la democracia o incluso a las cifras de dictaduras militares… que no dictaduras perfectas….
Por último, dice el profesor de Cambridge, “no estoy sugiriendo que los regímenes no democráticos sean mejores que los regímenes democráticos. Simplemente les recuerdo el hecho, -que con demasiada frecuencia se pasa por alto-, de que el bienestar de los países no depende de un tipo único de orden institucional, por muy recomendable que sea desde el punto de vista moral”.
Dejo a la mesa estas reflexiones del pensador inglés, para aplicarlo al caso mexicano y dejó también una pregunta: ¿la democracia electoral en México, nos conducirá a una convivencia democrática plena? Treinta millones de mexicanos le apostamos a que la democracia electoral no sería únicamente para echar a un régimen corrupto y antipopular, sino para arribar a ese estadio de la democracia como forma de vida, no al estilo Colombia, no al estilo de Ucrania, sino de manera auténtica. Y por lo menos en el estado de Morelos no o estamos viviendo. De eso escribiré en la próxima entrega.