Juego de Manos - Esas no son formas de protestar

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Esas no son formas de protestar

¡Vaya semana para la lucha social! Con motivo al 25 de noviembre, fecha en que se conmemora la lucha contra la violencia hacia las mujeres, se realizó una movilización masiva conformada casi exclusivamente por mujeres (con la excepción de los padres de víctimas de feminicidio). Esta manifestación tuvo como punto de partida el Ángel de la Independencia y como meta la explanada del Zócalo Capitalino. A su paso, el conglomerado entonaba cantos sobre el papel de la mujer en la transformación política y social de América Latina. 

Dicha protesta tuvo la particularidad de una postura más activa por parte de las autoridades de la Ciudad de México y una ligera variación en la cobertura de los medios de comunicación. Me explico. Durante primera gran manifestación feminista de los últimos meses –cuya etiqueta fue #NoMeCuidanMeViolan tuvo como característica particular el uso de diamantina rosa– las autoridades tuvieron un papel de espectadores bajo la lógica de la no represión; tacharon a la marcha de vandalismo con fines provocativos y los titulares publicados en medios nacionales resaltaban lo que, bajo su criterio, resumía lo ocurrido ese día: vandalismo y violencia. 

En esta ocasión, el gobierno de Claudia Sheinbaum mantuvo un rol activo, desplegando a mujeres policías para que resguardaran a las marchantes, colocó barreras para resguardar los monumentos a lo largo del trayecto de la protesta y usó plástico para evitar que se realizaran pintas. Cuando el contingente separatista llegó al Palacio de Bellas Artes, el choque entre feministas y policías tuvo como protagonistas a extintores utilizados para dispersar a las manifestantes.  

Por otro lado, la cobertura mediática que se le dio al acontecimiento tuvo un ligero cambio, pero en la dirección correcta, al incluir en los encabezados no solo el ya desgastado discurso en pro de los monumentos, sino también señalando que las acciones tomadas por las mujeres tuvieron como causante la violencia que viven día con día, y la falta de soluciones efectivas al respecto.  

Aún queda un largo camino por recorrer. Si bien podemos ver como logro de las protestas la apertura de la conversación en la agenda y con el gobierno de la CDMX; la violencia en contra de las mujeres continúa. Las autoridades siguen estando rebasadas por el problema debido a su falta de acciones efectivas, y la descalificación de las mujeres que deciden alzar la voz por quienes hoy no están con nosotros sigue permanente en redes sociales y medios de comunicación. Sí, se pintaron paredes, sí, se rompieron cristales; pero sí, las están violando y las están matando todos los días.  

Para muchos, estas siguen sin ser formas válidas de protestar (aunque estas mismas personas hayan ignorado los intentos pasados de llamar la atención hacia este problema nacional). Sin embargo, nuestro papel como sociedad no debería ser el de jueces de qué y cómo protestar; sino del fondo de estas manifestaciones. Si nos enfocamos en buscar la manera de deslegitimar un movimiento que busca brindar condiciones de vida dignas para un sector de la población que las carece, en lugar de reflexionar sobre nuestro comportamiento y el de las personas que nos rodean con el fin de dar solución al problema; estamos evidenciando un interés interiorizado de que las cosas no cambien. 

  

La vie en vert 

Un Violador en tu Camino, performance que tuvo origen en Chile y que hoy ya se ha replicado alrededor del mundo, tuvo su momento en México el pasado viernes. Su importancia recae no solo en que es un modo diferente (más no novedoso) al que se acostumbra visibilizar en las agendas del país; sino que también representa un canto en contra de la criminalización de las víctimas de violencia, quienes a través de encabezados y comentarios han sido señaladas como las culpables de sus tragedias por su estilo de vida, vestimenta, horarios y lugares frecuentados. También, es un llamado a que las mujeres alcen la voz para compartir sus propias experiencias y, así, visibilizar más el problema para exigir de nuevo soluciones a nuestras autoridades. 

Esta no es la primera vez que se busca llamar la atención hacia la violencia contra las mujeres a través de un performance, pero sí es la primera que parece haber importado a la agenda pública y mediática. Sin embargo, esta protesta no estuvo ni cerca de obtener la misma cobertura que las pasadas manifestaciones “vandálicas”. Quién sabe, quizá esta no sea la forma necesaria de manifestarse. Quizá, las pintas, los cristales y los monumentos necesitan caer para que se preste atención al problema. Quizá, son las cosas materiales duelen más al país que las 10 mujeres que perdemos día con día.  

  

No todo es color verde 

Ahora, no todo fueron triunfos esta semana. Pudimos observar en redes el testimonio de múltiples mujeres que denunciaban acoso en el transporte público de la ciudad de México, incluso hubo quienes reportaron cómo los agresores se masturbaron y eyacularon sobre ellas, y cómo, al proceder a realizar las denuncias, encontraron trabas burocráticas e ineficacia de las autoridades que llevaron a una nula resolución a su favor. También, en el estado de Morelos se difundieron perfiles de Twitter en donde se comparten “packs” (compilados de fotografías íntimas, en su mayoría de mujeres) sin el conocimiento de las involucradas y acompañadas de su información, generalmente en forma de una captura de pantalla de su perfil de Facebook.  

Casos como estos, aunque sumamente llamativos y alarmantes, no son extraordinarios, sino cotidianos. Las víctimas no son especiales, sino que forman parte de las miles de mujeres que tienen que pensar más de una vez la ropa que se ponen, la ruta que necesitan tomar para llegar a su destino, lo que comparten y con quién lo hacen, y; después de toda esta rutina, seguir sintiéndose inseguras dentro de un país que no termina de dimensionar la violencia que sufren, ni las consecuencias de su inactividad en virtud de encontrar una resolución. La indiferencia hacia las cifras, la deslegitimación a quienes exigen justicia, las burlas hacia quienes alzan la voz, y la banalización de los testimonios y los llamados de ayuda, hoy –y en el futuro cercano– seguirán costando vidas. 

A esto, habrá que sumarle las 2 mil 833 mujeres asesinadas de enero a septiembre de este año, de los cuales el 25% de los casos son investigados como feminicidios. México es hoy el segundo país de América Latina y el Caribe con mayor número de crímenes de odio en contra de las mujeres por el simple hecho de serlo. 

Estas mujeres fueron, como miles más lo serán, víctimas de una violencia generada a partir de un pensamiento machista, y a las que habría que agregar a quienes no tuvieron voz, o quienes decidieron no denunciar por miedo a las repercusiones o por la falta de resultados que ello podría tener. Porque la violencia contra la mujer no se reduce a las violaciones y los feminicidios, esta comienza desde los comentarios machistas y la concepción de la mujer como participante secundaria en nuestra sociedad. Es la corrupción del rol social de la mujer con fines de subordinarla. Es la impunidad de quienes violentan y la criminalización de las violentadas. Es esta la patología social a la que debemos enfrentar. No, la culpa no fue suya, ni de dónde estaban, ni de cómo vestían. 

  

Para todas las formas de protesta está disponible el siguiente correo:  

   

diegopachecowil@gmail.com