Señales de auxilio
En opinión de Tania Jasso Blancas
Cada ser humano lleva consigo historias que pueden ser conmovedoras o, en ocasiones, desgarradoras. Recientemente, una crónica periodística capturó mi atención, provocándome una profunda reflexión sobre la dura realidad que, aunque con frecuencia silenciada, persiste entre nosotros: la violencia de género. Este tema resuena de manera especial en los recodos morelenses.
La experiencia de Majo, una mujer oriunda de Oaxaca, que extendió su mano y abrazó su pulgar con el resto de los dedos, haciendo así una señal de auxilio durante una transmisión en vivo en Facebook, revela una verdad cruda que sigue afectando a los hogares mexicanos. Esta señal, ideada por una agencia de publicidad en Toronto, Canadá, para la Fundación de Mujeres Canadienses, ha encontrado eco en tierras lejanas y destaca la necesidad apremiante de buscar formas ingeniosas de combatir la violencia doméstica.
Rememorando mis propias vivencias de hace años, cuando la violencia doméstica era parte de mi día a día, agradezco haber salido ilesa de aquel sufrimiento. Sin embargo, la cicatriz persiste, no solo en mi memoria sino también en la conciencia de que estas historias se multiplican, a menudo en el silencio.
Morelos, mi tierra, no escapa a esta sombra. Detrás de los pintorescos paisajes y la rica cultura, algunas mujeres morelenses enfrentan una realidad desgarradora. Los hogares que deberían ser refugios de amor y protección se transforman, para algunas, en campos de batalla. La violencia de género no distingue clases sociales ni fronteras geográficas; se filtra insidiosamente en la cotidianidad.
En este contexto, la iniciativa de Majo al utilizar la señal de auxilio resalta la necesidad de encontrar vías creativas y efectivas para abordar un problema que persiste en las sombras de nuestra sociedad. Es un recordatorio de que las soluciones no siempre provienen de las instituciones, sino también de la valentía individual de buscar ayuda.
¿Cómo podemos, como sociedad, tender un puente de solidaridad y comprensión hacia aquellas que, por miedo o vergüenza, callan su sufrimiento? En este escenario de reflexión, es fundamental recordar que cada voz que se alza contra la violencia de género es un paso hacia la construcción de un México más seguro y equitativo. Que la señal de auxilio del pulgar no sea solo un gesto, sino un llamado urgente a la acción colectiva, a la empatía y a la erradicación de una realidad que, como sociedad, no podemos permitir.
Quizás, al compartir nuestras historias, al alzar la voz como lo hizo Majo, podamos formar una sociedad más resistente contra la violencia de género. En este esfuerzo conjunto, quizás logremos que la realidad mexicana se colme de esperanza y resiliencia, dejando atrás las sombras que aún persisten en algunos rincones de nuestra amada Morelos.