La perspectiva de género de Rosario
En opinión de Lorena Elizabeth Castillo
Pese a todos los reveses propios de un cambio estructural que vive nuestro país y específicamente, nuestra entidad, hay avances en materia del respeto a los derechos humanos de las mujeres y en la erradicación de estereotipos y prejuicios machistas, los cuales, es necesario fortalecer todos los días y en todos los ámbitos.
Me refiero a la existencia de malos entendidos en estas dos materias, por ejemplo, uno muy común radica en confundir el lenguaje incluyente con la perspectiva de género, confusión que lleva a una serie de equívocos que impiden el avance de la atención, prevención y, por lo tanto, a la erradicación de la violencia contra niñas, adolescentes y mujeres, con énfasis entre instituciones del servicio público.
Sin dejar de lado la importancia de los conceptos del tema que nos ocupa, en esta víspera del Día Internacional de la Erradicación de la Violencia contra la Mujer, este 25 de noviembre, me gustaría compartir algunas ideas la escritora mexicana Rosario Castellanos quien, en el capítulo titulado “La situación de la mujer mexicana ante la educación formal” en su libro “Mujer que sabe latín…” escrito en 1972, con el que de hecho se adelantó a su época, al describir lo que hoy practicamos como Perspectiva de Género.
Al describir la reducida presencia de mujeres mexicanas en escuelas y facultades de educación superior y en actividades profesionales, hacia la segunda mitad del siglo XX, así como la forma en que esa presencia femenina gradualmente iba en aumento, Castellanos afirmó: “Los hombres no son nuestros enemigos naturales, nuestros padres no son nuestros carceleros natos. Si se muestran accesibles al diálogo, tenemos abundancia y variedad de razonamientos.”
Y es en este punto donde, a partir de los razonamientos de las Masculinidades, sobre las que escribimos en dos artículos anteriores –a propósito del Día Internacional del Hombre- es que podemos y debemos fomentar el diálogo, entre mujeres y hombres, para construir juntos la práctica familiar y social de la equidad que no es de uso exclusivo de las primeras, ni deber absoluto de los segundos.
En este sentido, -sin dejar de reconocer la prevalencia de casos aislados de trágicos retrocesos-, en lo particular soy optimista respecto al cambio de mentalidad que se registra ya entre una mayor cantidad de hombres, al abandonar los estereotipos del machismo, proceso que describió visionariamente Rosario Castellanos:
“Tienen que comprender (los hombres) porque lo habrán sentido en carne propia que nada esclaviza tanto como esclavizar, que nada produce una degradación mayor en uno mismo que la degradación que se pretende infligir a otro. Y que si se le da a la mujer el rango de persona que hasta ahora se le niega o se le escamotea, se enriquece y se vuelve más sólida la personalidad del donante.”
Podemos concluir que, a 51 años de escritas estas ideas –dos años antes de la muerte de la escritora- entre otras de escritoras y activistas mexicanas y extranjeras, hoy la mujer ya no necesita que le den un lugar, porque que se lo ha ganado mediante innumerables luchas.
Hoy consideramos necesario ampliar, profundizar y promover el diálogo entre mujeres y hombres; insisto, para construir juntas y juntos la equidad de género. No como un concepto o idealización, sino como una práctica constate y en mejora continua.