Se llama congruencia Morena, congruencia.

En opinión de Aura Hernández

Se llama congruencia Morena, congruencia.

“Los éxitos habían minado la disciplina, en los puestos avanzados volví a encontrar parte de la grosera despreocupación de las fiestas romanas(...) ”

Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano

 

El día de ayer se cumplieron exactamente 32 años de que se reconociera por primera vez el triunfo de un partido político diferente al PRI, en unas elecciones federales en el estado de Morelos, en un hecho que muchos consideramos resultado de las luchas históricas de los movimientos de izquierda en el estado de Morelos.

La madrugada del 6 de julio de 1988, mientras la gran mayoría de los reporteros que cubrían la fuente política esperábamos con extrañeza los resultados oficiales que no llegaban, los compañeros Agustín Ambriz y Pedro Zamora del periódico Opción se dieron a la tarea de recorrer las casillas electorales en Cuernavaca y verificar el resultado de las actas de escrutinio colocadas en cada uno de estas y fueron ellos los primeros en anunciar la debacle tricolor.

El órgano electoral entonces dependiente de Gobernación, ratificó los resultados adelantados por los compañeros periodistas y de ahí, en Morelos se transformó el escenario de los hasta entonces protagonistas hegemónicos de la política estatal, al incorporar a otros personajes a la política partidista.

En ese momento de cambio fue fundamental el largo historial de resistencia comunitaria que de tiempo atrás tiene el estado de Morelos. Tan sólo en el siglo XX tenemos en el Zapatismo un movimiento inspirador extraordinario que ha sido referente en el mundo, después vino el jaramillismo y las luchas campesinas durante el periodo del Milagro mexicano de los años 40 a los 70.

En esa misma época apareció el sindicalista independiente,  también un movimiento excepcional a nivel nacional y en la lucha por los derechos humanos irrumpieron en la escena las comunidades eclesiales de base fomentadas por la presencia destacada de la iglesia de opción preferencial por los pobres.

Ese legado de resistencia se expresó también en la fundación de colonias populares como la Antonio Barona, La Lagunilla y por supuesto en la colonia Rubén Jaramillo de Temixco que fueron el resultado de mecanismos de resistencia comunitaria de campesinos despojados de sus tierras mediante engaños de fraccionadores, que a partir de los años 40 se convirtieron en una especie de poder fáctico en la entidad

Así, el estado de Morelos llegó a 1988 con una sociedad civil vigorosa y acostumbrada a resistir y combatir la represión gubernamental y aún cuando el ejercicio del poder pervirtió muchos de los procesos sociales que aparecieron con la alternancia política, no fue hasta que se inició la guerra contra el narcotráfico que todo esa organización comunitaria se paralizó y eso explica que tengámos a esta clase gobernante.

Morena un partido político que se concibió más como una gran movimiento que como partido político, en cinco años logró lo inimaginable, ganar prácticamente en todo el país los puestos de poder que se disputaron en julio de 2018 cobijado por el carisma de su candidato presidencial y en mucho se debió al hartazgo ciudadano de años de corrupción.

Pero este movimiento que se reivindica como de izquierda, en Morelos no llevó al poder a ningún izquierdista, ni mucho menos las acciones de gobierno y legislativas contienen sus postulados. El pragmatismo derrotó a la congruencia y por ello tenemos en muchos sentidos resultados desastrosos que sin duda incidirán en las próximas elecciones.

A merced de ese pragmatismo llegaron al poder oportunistas, chapulines, políticos improvisados, personas de honestidad dudosa cuyo único compromiso es con su bolsillo, que han usado siempre a la política para satisfacer sus intereses personales y engrosar sus bolsillos.

En ese tenor, tenemos un gobierno y unos legisladores que confunden la dádiva con la solidaridad, un congreso que no legisla y cuando lo hace es con dedicatoria para beneficiar a otros actores políticos, presidentes municipales que están saqueando las escasas arcas municipales, ediles que favorecen los negocios de sus familias y que utilizan los recursos públicos para hacerse promoción personal, en fín que la lista es demasiado larga.

Tenemos también la disputa por  la dirigencia estatal de Morena, que lo único que exhibe es la ambición de poder de ambas facciones y una visión patrimonialista de un partido político que al concebirse como un gran movimiento, debería ser más incluyente y resistir su conversión a partido hegemónico.

Si en Morelos, Morena quiere subsistir es momento de hacer un alto y en un ejercicio de autocrítica ser coherente con este legado histórico y no dilapidar el capital de que lo provee todavía el carisma de su fundador, sobre todo pensando que en 2024 no estará él para encabezar las boletas electorales.

Es momento de hacerlo a la manera del emperador romano Adriano que describe Marguerite Yourcenar: “las rapiñas de la soldadesca presentaban un problema quizá menos esencial pero más visible. Mi popularidad era lo bastante grande como para no vacilar en imponer a las tropas  las más duras restricciones; puse de moda una austeridad que era el primero en practicar(...) envié a Roma  a los imprudentes y ambiciosos que complicaban mi tarea; en cambio hice venir a los técnicos que necesitábamos(...)

y sigue Adriano “Los administradores civiles, sólidamente instalados en el desorden que sigue a toda guerra pasaban gradualmente de la situación de jefes a semi independientes, capaces de las peores exacciones a nuestros súbditos y de las peores traiciones contra nosotros. También aquí veía yo prepararse a mayor o menor plazo las rebeliones  y las divisiones futuras”.

Parafraseando a Adriano, es necesario que Morena no llegue al punto de abandonarse a sus demonios o a su genio, siguiendo la misteriosa ley que le ordena destruirse o trascenderse. Es la congruencia Morena, la congruencia.