Política y negocios.

En opinión de Aura Hernández

Política y negocios.

“Hay gente que adora la plata, se mete en la política, si adora tanto la plata que se meta en el comercio, en la industria, que haga lo que quiera, no es pecado, pero la política es para servirle a la gente”.

José “Pepe” Mújica, uruguayo.

 

Empiezo este artículo con una de las frases más traídas y llevadas del gran José Mújica, pero no por eso menos sabia: la que se refiere al fenómeno político y sociológico del enriquecimiento con recursos públicos y que, para mala fortuna de la ciudadanía, en México goza de cabal salud.

Sería muy largo, y no es tema de este escrito, explicar los antecedentes remotos que tiene esta anomalía de la vida pública de nuestro país. Muchos lo atribuyen al tipo de población que colonizó nuestro país y cuyas prácticas de charlatanería y saqueo público han relatado de manera exhaustiva muchos historiadores.

Tan solo desde que México se construyó como una nación en el siglo XIX, nuestra accidentada historia tiene en Antonio López de Santa Anna, quien se reconocía a sí mismo como un “perfecto cínico” según Enrique Serna, al más preclaro ejemplo de lo que es vivir y expoliar las riquezas públicas.

Después de que el insigne veracruzano, nos gobernara once veces y de que la aristocracia mexicana nos convirtiera en un imperio gobernado por un príncipe europeo, vino la restauración de la República y durante unos pocos años, fuimos gobernados por un grupo de mexicanos liberales que convirtieron por fin este territorio en una Nación.

Tal vez por durar tan poco, no hubo tantos vicios, los que sí tuvo el porfiriato. En más de treinta años, este régimen ha dado materias de estudio inconmensurables a los historiadores.  La concentración de la riqueza en pocas manos, la explotación y la servidumbre de pueblos enteros, “el orden y el progreso”, el saqueo generalizado, la “pompa” en la función pública, la ausencia de democracia, y por supuesto la corrupción y el enriquecimiento de su clase política.

Después de la caída del porfiriato, que a pesar de ello no perdió su calidad fundacional en la vida pública en México, llegaron los caudillos militares de la Revolución y en la reconstrucción del México posrevolucionario, preservaron muchos vicios del régimen que habían derrotado.                        

La visión patrimonialista del Estado, la concentración de la riqueza en pocas manos, la inexistencia de la democracia, y un largo etcétera de no acabar. Pero es en los años cincuenta del siglo XX, cuando la clase política mexicana, definió su esencia e institucionalizó aquello de “un político pobre, es un pobre político”.

Y así llegamos al siglo XXI sin que esas prácticas de la cultura política que inmortalizaron los “padres fundadores” pudieran erradicarse en el diario quehacer de nuestros líderes políticos. En todo esto, lo novedoso fue la llegada de la alternancia política.

La “dictadura perfecta” dio pasó al México democrático, pero también al México de los poderes fácticos. Al México en el que el poder del narcotráfico se convirtió en un verdadero contrapeso, al México en el que los partidos políticos se han pervertido tanto, que tenemos una sobre oferta en la que seguramente el voto libre, no será un voto informado. Ese es el verdadero problema de la pulverización partidista.

En este contexto y frente a un proceso electoral inédito, no solo por la pandemia y el peso que tendrán las redes sociales en los resultados electorales, muchos actores políticos tendrán que reinventarse. Hay nuevos protagonistas y también mayor improvisación e inequívocamente, un afán de ganar posiciones políticas por el manejo de recursos que eso conlleva.

No hay oferta ideológica pues la mayoría de los contendientes o son personas conocidas con una fama pública cuestionada, o bien, relleno en las listas de registro. Que va de aquellos tiempos en los que los partidos políticos tenían sus cuadros profesionales que, con matices, eran formados de acuerdo con los principios partidarios. Aunque eso, por lo menos en el oficialismo, no impidió que se hicieran enormes fortunas a la sombra de la política.

No en vano, tanto el Fiscal de delitos Electorales, José Agustín Ortiz Pinchetti y la Secretaria de Seguridad Pública, Rosa Isela Rodríguez, han alertado sobre la intentona de grupos empresariales, caciquiles, sindicales y del narcotráfico de hacerse con el poder, ya sea por la vía institucional o mediante la violencia. Esa es una realidad inobjetable, que debe atenderse con seriedad.

En Morelos la proliferación de partidos políticos es un síntoma preocupante. Lo es, sobre todo, por el nivel de desconocimiento que la ciudadanía tiene de lo que hay detrás de cada uno de los partidos políticos que contenderán el próximo 6 de junio, pues hay indicios del uso mercenario de la política.

¿A qué poderes fácticos estaremos eligiendo cuando vayamos a votar? ¿Tendremos la suerte de dar nuestro voto a un político auténtico? ¿Qué poderes empresariales, caciquiles o del narcotráfico lograrán representación en el Congreso? Todo, debe debatirse con seriedad, pues está en juego nuestro futuro como sociedad.