Juego de Manos - ¿Manifestación exitosa?
En opinión de Diego Pacheco
Nuevamente, se llevó a cabo la llamada marcha en favor del INE. Ello, a partir de que, la semana pasada, fuera a aprobado en el Senado de la República un paquete de reformas en materia electoral, remanentes del Plan B emitido por el Ejecutivo Federal. Este proyecto legislativo, además de controversial, ha sido causa de confusiones dentro de la población, con una pregunta que se ha mantenido desde el cierre del 2022: ¿qué no se aprobó el Plan B año pasado? Bien, hagamos memoria.
El proyecto legislativo bautizado como Plan B electoral fue aprobado casi en su totalidad a finales del año pasado, luego de discusiones exhaustivas al interior y entre los partidos políticos que conforman el poder legislativo federal. Finalmente, este pasó en ambas Cámaras, con excepción de un apartado, al que se conoció como la cláusula de la vida eterna para los partidos políticos, que fue devuelto al Senado para que, concluyendo el receso legislativo, se pudiera analizar, votar y, en su caso, aprobar por el pleno.
La semana pasada, el Proyecto de decreto que reforma, adiciona y deroga diversas disposiciones de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, de la Ley General de Partidos Políticos y de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación; y expide la Ley General de los Medios de Impugnación en Materia Electoral, aprobado por ambas Cámaras, sin incluir el artículo 12 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales; fue aprobado por el Senado y remitido al Ejecutivo para su publicación.
El paquete en cuestión genera una serie de recortes a los recursos materiales, económicos y humanos a la disposición el Instituto Nacional Electoral. Desde el ala impulsora del dictamen, esto se justifica como una medida para hacer más austeros los procesos electorales, mientras que se le da más poder a la ciudadanía sobre los asuntos relacionados con el instituto.
Por otro lado, quienes se oponen argumentan que, con estas medidas, se le da más poder al gobierno federal para poder intervenir en los procesos electorales y sus resultados, en la víspera de la renovación de las gubernaturas de Coahuila y el Estado de México y, así como en la antesala de la renovación de la presidencia de la República y de gran parte de los puestos legislativos y ejecutivos de todos los niveles de gobierno.
En materia social, no existen verdades absolutas y, por ello, ambas posturas se sobredimensionan. Las virtudes y defectos están presentes en el dictamen aprobado por lo que, más allá de referirse a la generalidad de este, es necesario analizarlo por sus partes.
Ahora bien, las manifestaciones tienen como finalidad posicionar un tema en la agenda e, idealmente, generar un cambio hacia la dirección planteada. Son, en casos ideales, herramientas catalizadoras, aunque, también, pueden resultar en molestias momentáneas sin trascendencia real. La diferencia entre uno u otro desenlace está en el cumplimiento de ciertas condiciones.
Primero, la temática central de la protesta debe ser relevante en el contexto en el que se llevará a cabo. Independientemente de la importancia real (o subjetiva) que pudiera atribuírsele, si el tópico en cuestión no se encuentra en el imaginario de las personas, difícilmente resultará de su interés y, por el contrario, podría resultar en el disgusto y el rechazo de la ciudadanía a la idea planteada.
Por otro lado, es importante contar con personajes o asociaciones que apadrinen la protesta y, con sus medios (llámense económicos, políticos, mediáticos, entre otros) potencien sus efectos. Sin una convocatoria clara y una entidad coordinadora, no hay guía, idea central ni mensaje externado.
Asimismo, las formas cuentan, y mucho. La manera en que se presente el mensaje debe ser congruente con la idea que se quiere posicionar. El arte, la violencia, la convocatoria masiva, los bloqueos, el cierre de oficinas; son algunos métodos a partir de los cuales se ha buscado hacer retórica respecto a un planteamiento.
Finalmente, lo evidente: la asistencia de personas. Ojo, dependiendo del mensaje será la necesidad de contar con decenas, cientas, o miles de personas. Veamos, por ejemplo, las manifestaciones por agua en Cuernavaca: agrupaciones de decenas en puntos estratégicos para la viabilidad fueron suficientes para ejercer la presión deseada.
En el caso de la ocurrida el domingo, se trató de una protesta sobre un tema vigente —el INE, la reforma electoral y las elecciones próximas— posicionado en la agenda por los dos bandos políticos predominantes: la oposición y la 4T. Los personajes opositores que impulsaron la marcha fueron liderazgos políticos, empresariales y sociales. La forma fue un símil al método predilecto por el presidente antes y —recientemente— durante su mandato, ello, en una dinámica de pugna por “demostrar” un apoyo social, argumento central del discurso presidencial.
Finalmente, la afluencia fue innegablemente masiva. Se estiman entre 90 y 500 mil asistentes en el Zócalo capitalino (dependiendo de a quién le preguntes), con réplicas en 80 ciudades en México y en el extranjero. La fórmula fue buena, entonces, ¿fue esta una manifestación exitosa?
Más allá de mostrar una fortaleza social, la meta final es ponerle un alto al Plan B a través de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En ese sentido, independientemente de lo anterior, no se puede hablar de una manifestación exitosa o fallida hasta dar cuenta de este resultado. Esto apenas comienza.
Por cierto
Para este año, así se encuentra el escenario electoral: Coahuila está perdido para el partido oficial, mientras que el Estado de México se mantiene en el aire. Ojo, recordemos que, en las elecciones intermedias del 2021, Morena perdió la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México, por lo que el desenlace de la pugna por la capital el próximo año sigue siendo incierto.
En ese sentido, es imperativo para el partido en el poder hacerse del Edomex, no solo con la finalidad de quitarle un bastión al Revolucionario Institucional —que por sí mismo se encuentra en vías de extinción—, sino para mantener el control sobre uno de los estados más importantes políticamente hablando, con un bono demográfico superior al de la mayoría de las entidades federativas y, a su vez, cuyo voto es necesario para quienes aspiren a la silla presidencial.
Es a partir de ello que la competencia en medios de comunicación se centra en este espacio, mientras que el norte del país es casi invisible en la agenda mediática. Ambos bandos, con el entendimiento de la relevancia de este estado, están apostando en grande para la persona a la que están abanderando tenga las mayores posibilidades de triunfo, mientras que construyen narrativas antagónicas para su contrincante. Lo que ocurra este junio tendrá repercusiones directas en lo que podría pasar el próximo año.
Mucho ojo: