Serpientes y escaleras - Popularidad por contraste
En opinión de Eolo Pacheco

Margarita González Saravia comenzó bien, pero necesita hacer más para estar mejor
Popularidad por contraste
Al arrancar su gestión, Margarita González Saravia se posicionó casi de inmediato en la parte alta del ranking de gobernadores de México; su condición de mujer y la mala imagen de su antecesor la proyectaron a lugares que hace mucho tiempo no ocupaba un mandatario morelense. Un año después el contraste ya no es suficiente para mantener la confianza de la gente, ni sostener la popularidad. La gobernadora necesita hacer cambios en su equipo y estrategia.
Cuauhtémoc Blanco fue uno de los peores gobernantes que ha tenido Morelos, equiparable solo a Graco Ramírez. Los desatinos del futbolista al frente del ejecutivo estatal fueron monumentales y pasaban de lo personal a lo institucional: se escapaba para irse de vacaciones al extranjero o para disputar un partido de fútbol, disponía de las instituciones para uso personal, manejaba el presupuesto a discreción y dejaba que su hermano y amigos hicieran del gobierno estatal un campo de juego y negocio. Lo mismo que hacía Graco, pero más burdo.
Dado el pésimo desempeño de Blanco Bravo al frente del ejecutivo la sola llegada de alguien diferente, mujer, honesta y de buen trato, provocó un buen recibimiento público y catapultó a la jefa del gobierno morelense a una mejor posición en el ranking nacional de gobernadores.
Graco Ramírez cerró su mandato en lugar 28 de 32 y Cuauhtémoc Blanco en 32 de 32. Al iniciar su mandato en octubre del 2018 el futbolista tuvo un 42 por ciento de aprobación ciudadana y seis años después Margarita González Saravia despegó con 64 por ciento de aceptación, más de 20 puntos por arriba de su antecesor.
Igual que con los dos mandatarios anteriores, la simpatía del titular del ejecutivo comenzó a bajar muy rápido con el ejercicio del poder; con Graco la caída fue paulatina los primeros tres años y estrepitosa después de la primera mitad de su mandato, mientras que con Cuauhtémoc el declive comenzó casi de inmediato, producto de su desinterés por el estado, sus arrebatos verbales y la nula empatía que logró con la ciudadanía.
En el caso de Graco Ramírez y de Cuauhtémoc Blanco la pérdida de popularidad era comprensible: con estilos diferentes, pero ambos eran arrogantes, despreciaban a los morelenses, intentaron imponer su voluntad por encima de todo y además, dejaron crecer los problemas que afectaban directamente a la ciudadanía, como la seguridad, la corrupción y la economía.
En el tercer y segundo año de esas administraciones, respectivamente, comenzaron las expresiones generalizadas de corrupción y malos manejos en el ejecutivo, encabezados por Rodrigo Gayosso en el caso del perredista y Ulises Bravo en el gobierno del morenista. Para ambos mandatarios la comunicación institucional fue un accesorio al que nunca le dieron importancia necesaria porque supusieron que con el manejo de sus redes sociales iban a marcar la narrativa pública. Ambos se equivocaron.
En el gobierno de Margarita González Saravia la historia es otra: es una mujer de pueblo por decisión, toda su vida la ha dedicado a las causas de los sectores más desprotegidos y como jefa de estado los más necesitados son la columna vertebral de todas sus acciones. ¿Por qué entonces ha comenzado tan rápido la caída de su simpatía ciudadana?
Recordar el pasado es la base para entender el presente y para darse cuenta que fue el contraste lo que dio el primer impulso a la administración de la primera gobernadora de Morelos.
La confianza ciudadana es un elemento que se erosiona rápido por distintos factores y Morelos viene de dos gobiernos muy desgastantes, con figuras que abusaron del poder, dieron rienda suelta a la corrupción y dejaron que la inseguridad marcara la agenda del estado.
Margarita González Saravia arrancó con “el beneficio de la duda”, pero con un piso ciudadano muy bajo donde la gente ya no concede mucho tiempo, pierde la paciencia rápido y exige resultados inmediatos. Ser distinta a Cuauhtémoc y a Graco provocó un entusiasmo inicial, pero no resolvió los problemas añejos que quitan el sueño a la población: inseguridad y crisis económica. Para la gente de Morelos el cambio de gobierno representó la esperanza de algo mejor, pero un año después la vida sigue siendo muy difícil para la mayoría.
Para el ciudadano común la primera valoración fue de personalidades y de estilos, por eso se confió en la gobernadora; transcurridos los primeros meses la inseguridad sigue siendo el talón de Aquiles del estado, Morelos se mantiene como una entidad peligrosa, violenta e insegura, donde el feminicidio ocurre de manera cotidiana y el estado, dicho por distintos sectores, incluyendo la iglesia católica, está rebasado por la delincuencia.
Aunque Margarita no es la responsable de problemas que llevan décadas afectando la vida diaria de la gente, la ciudadanía le exige como titular del ejecutivo que las cosas mejoren, porque fue justamente eso lo que ella prometió en campaña.
De la mano de la inseguridad aparecen otros asuntos igual de graves: la corrupción es cada vez más notoria, las historias de sobornos, venta de contratos, acuerdos personales, retornos y licitaciones a modo se multiplican en casi todas las dependencias sin que exista una voz distinta que equilibre la opinión colectiva.
Por supuesto hablamos de rumores, de historias que se comentan en las mesas, que se dicen en muchos espacios y en las que colocan a los hermanos como actores principales. “No hay pruebas, pero tampoco dudas” dicen aquellos que aseguran conocer a detalle las cosas que ocurren.
Y aquí el problema se comienza a recrudecer porque lo que inicia como un rumor de café se está convirtiendo en un comentario generalizado que poco a poco va minando la credibilidad de un gobierno que desde el inicio ha prometido combatir justamente eso. Esta misma narrativa comenzó con Graco Ramírez en el tercer año y con Cuauhtémoc Blanco en el segundo; hoy apenas estamos por llegar al primero y la leyenda se repite por todos lados.
La caída en la popularidad de la gobernadora Margarita González Saravia no obedece a su estilo personal de gobernar, sino al contexto de desgaste institucional, inseguridad crónica, crisis económica emergente y expectativas sociales muy altas.
La mandataria mantiene un ritmo muy alto de actividades, pero también de promesas; en muchos de sus actos ofrece soluciones, respuestas y acciones atractivas que, empero, superan la capacidad de gobierno que representa y dado el presupuesto y condiciones del estado, no es factible llevar a cabo. Y luego surgen proyectos llamativos, pero onerosos y poco efectivos como Corazón de Mujer, que consumen mucho dinero y no generan cambios importantes en el sector.
La gente simpatiza en lo personal con Margarita González Saravia, pero ya no otorga plazos ni tiene paciencia con su gobierno. El contraste fue bueno en el arranque, pero la legitimidad y la simpatía se mantiene con hechos tangibles.
La gobernadora necesita hacer ajustes antes de que la situación se le vaya de las manos.
· posdata
Digamos lo mismo de otra manera: Graco Ramírez y Cuauhtémoc Blanco despertaron sentimientos de odio entre la gente; ambos personajes generaron ilusión como candidatos, pero rápidamente se echaron a la gente en contra.
Los dos gobiernos fueron agresivos con la población, despectivos con los morelenses e insensibles con el dolor de las personas; el tabasqueño y el tepiteño creyeron en una sola persona y fue esa única visión, que siempre le decía que todo estaba bien, la que al final les costó muy caro.
En este momento Margarita González Saravia aún no provoca emociones fuertes entre sus gobernados; la mayoría la vemos con buenos ojos, pero el grueso de los morelenses aún no se identifica con su estilo.
La falta de sentimientos enérgicos es un arma de doble filo cuando se ejerce el poder, porque aunque no polariza ni genera rechazo activo, tampoco causa emociones sólidas, lo cual hace que los niveles de aprobación cambien rápidamente. El liderazgo de la gobernadora, en este caso, depende casi en su totalidad de los resultados que consiga como administración.
Quienes conocemos a Margarita González Saravia reconocemos su personalidad, su humanismo, sus valores, la convicción que marca su estilo de vida y sus buenos sentimientos. El reto para la administración es que muchos lo sepan y se conecten con esa personalidad.
· nota
Margarita González Saravia se subió al trend de Noroña y defendió al senador; afirmó que es una guerra política, un tema mediático y afirmó que hay más de 400 políticos e intelectuales que tienen casa en Tepoztlán; “su casa no está en un área natural protegida como sí lo están las de otros políticos… y son los propios comuneros los que venden esas tierras”.
La gobernadora intervino en un debate que no le correspondía y que debió dejar pasar, porque el desprecio popular hacia Gerardo Fernández Noroña es tan grande, que logró superar la asquerosa imagen del priísta Alejandro Moreno. Nada bueno sacará la mandataria de una historia cuyo personaje central es un porro, un tipo incongruente, violentador de mujeres y provocador de masas.
Margarita González Saravia debe observar las señales políticas de su partido: las figuras más importantes de Morena no están metiendo las manos al fuego por Noroña y durante el pasado informe de Claudia Sheinbaum lo mandaron hasta la sexta fila; la presidenta ha sido cuidadosa de sus expresiones sobre el tema: no ataca, pero tampoco defiende, porque la incongruencia y actitud del senador es indefendible.
Noroña retó a los comuneros a que le quiten su propiedad y si los tepoztecos se deciden, fácilmente pueden hacerlo; el tipo lleva dos semanas peleando con todos y cosechando odio por todos lados, el último traspié que vivió fue el fin de semana cuando lo confrontaron estudiantes universitarios. Margarita es una dama conciliadora y propositiva ¿Por qué intervenir en favor de un violentador de mujeres y bully con todos los que opinan distinto a él?
La gobernadora puede decir que son politiquerías (eso mismo dijo de Mirna Zavala y ya sabemos lo que pasó) y tratar de defender a su compañero aludiendo que hay otros políticos que también tienen casa en Tepoztlán (¿y eso qué tiene que ver?); pero la pregunta de fondo en esta historia es ¿por qué la dama se sube a un tema en el que no tiene nada que ver, que le provocará críticas y si las cosas se dificultan en Tepoztlán, la puede enemistar con sus paisanos?
Hay batallas en las que no se debe participar.
· post it
Las normalistas de Amilcingo cumplieron y llegaron a Cuernavaca; desde el mediodía se instaló una mesa de trabajo entre alumnas y maestros para tratar de conciliar y llegar a acuerdos.
Al momento de escribir esta columna no había certeza lo que ocurriría, pero ya se había bloqueado la Paloma de la paz por el contingente.
Todo esto se pudo evitar si el líder del SNTE no hubiera intervenido en el problema de manera alevosa defendiendo a quienes provocaron la reyerta.
· redes sociales
En octubre, dicen los comuneros, se tomará una decisión sobre la casa de Noroña en Tepoztlán. Mientras ese momento llega, el senador los sigue retando.
¿Y si el pueblo decide recuperar la tierra, como ocurrió con el club de golf El Tepozteco o la Quinta Piedra?
¿Se animará el gobierno estatal a intervenir con policía en favor del senador?
¿Se enemistará la gobernadora con los tepoztecos?
No olvidemos que ese pueblo puso la primera piedra de la tumba política de Jorge Carrillo Olea.
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