Influencia de la movilidad en nuestra identidad
En opinión de Rodrigo Abelardo Botello Martín
La violencia siempre ha estado vinculada íntimamente con la falta de desarrollo económico y justicia en las sociedades. A medida que la vida para los pueblos se vuelve más digna y con menos carencias, disminuyen los choques violentos entre sus habitantes y se da un clima de paz. Por el contrario, cuando la vida se vuelve más problemática, cuando hay injusticias e impunidad, aumentan significativamente los índices de violencia, afectando el dinamismo del progreso en todas sus concepciones: político, social, económico y cultural. En estas condiciones resulta obvio que es muy difícil la construcción de una identidad fuerte y bien conformada.
Estos testimonios pueden ser confirmados en la historia de todos los pueblos del mundo. Así, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que, cuando se fomentó el crecimiento cultural, económico, político y social de una región, se crearon periodos de paz social propiciando el florecimiento de las artes, la creatividad, las ciencias y en una palabra, toda la inspiración que fomenta el desarrollo humano. Y es a través de la conjunción de estos elementos donde se construye una identidad fortalecida, a tal grado que podríamos decir que queda blindada ante los embates y amenazas futuras.
Para ilustrar esto, podemos citar casos de culturas que a través de los siglos dejaron vestigios, huellas e influencias de su clara identidad y desarrollo: Grecia, por ejemplo, es considerada la cultura madre de los países de la Unión Europea, y es además reconocida en todo el mundo.
Asimismo, la anterior afirmación es corroborada por la historia misma de los primeros hombres, los cuales iniciaron la edificación de su identidad cuando dejaron de ser nómadas y se establecieron convirtiéndose en pueblos sedentarios. Así inició su crecimiento a través de la agricultura y la construcción de sus ciudades, imprimiendo en todo ello su cosmovisión y los signos propios que manifestaban ya caracteres de su incipiente identidad, la cual a través de los siglos, quizá milenios, se fue determinando, fortaleciendo e interiorizándose de una forma cada vez más clara y original con la intervención de posteriores generaciones.
Este caso tan simplemente escrito, es análogo con la historia o leyenda de la fundación de México-Tenochtitlan por los Mexicas, que en su largo andar, identificarían el lugar para establecerse en donde encontraran a un águila posada en un nopal devorando a la serpiente. Así, se asentaron en el valle de México, al centro de Mesoamérica en lo que hoy es la ciudad de México, dando origen a uno de nuestros símbolos patrios más importantes: el escudo nacional. La construcción de todo lo que hoy representa el centro de nuestra identidad, fue edificada por muchos mexicanos que al paso de los siglos fueron aportando su esfuerzo para la formación de la majestuosa Ciudad de México.
Por otro lado, hemos comentado con anterioridad, que la migración interior de nuestros connacionales ha revertido las concentraciones de población del campo y de la ciudad. Así, para los años 50´s la población en las áreas rurales representaba un 80%, mientras que hoy es de sólo el 20%; y de igual manera la población urbana representaba para esos años un 20%, y hoy es del 80%.
Esta gran movilidad interna que representa un acentuado crecimiento y disminución del número de pobladores en las diferentes regiones de nuestro país, ha generado un cambio exponencial en la forma de vida tanto para los habitantes del campo como para los de la ciudad, aunado a esto, se presenta el cambio de grupos humanos de una ciudad a otra.
Cabe señalar que esta migración interna no trastoca nuestros profundos sentimientos de identidad nacionalista, por ser todos mexicanos. Sin embargo, debo mencionar que por la gran dimensión de nuestro territorio, las costumbres y tradiciones son diferentes en cada región, lo que dificulta su incorporación y asimilación en otras provincias durante estos fenómenos de migración interna. Esta cuestión no se da por causas de separatismo ni por discriminación, sino que es algo natural que sucede por los grandes contrastes que existen, y que van desde los hábitos alimenticios hasta la forma de hablar, y otras muchas distinciones que existen en este grandioso mosaico mexicano.
Ante estas dificultades para incorporarnos a una nueva ciudad que no es la nuestra o para aceptar personas que llegan de otros lugares a nuestra ciudad o provincia, me gustaría señalar dos aspectos que considero prioritarios:
Si es el caso que nosotros llegamos a vivir a una nueva comunidad, tenemos que sumarnos a la cultura y costumbres locales con un gran compromiso y respeto.
Si por el contrario, somos nosotros quienes recibimos en nuestro terruño a personas que vienen de otras regiones, debemos acogerlos con tolerancia y empatía, respetando sus tradiciones e invitándolos a sumarse a las nuestras.
Hasta aquí por el momento, seguiremos ahondando en este amplio tema en próximas oportunidades.