Escala de Grises - Las preguntas de siempre

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Las preguntas de siempre

El pasado viernes, el cadáver de una joven fue encontrado en la cajuela de un vehículo abandonado en la colonia Insurgentes de Mexicali, en Baja California. La víctima fue identificada como Genebit Godínez, una mujer universitaria de 20 años.

De acuerdo con el titular del Servicio Médico Forense (Semefo), César González, la causa del fallecimiento fue “asfixia mecánica por estrangulamiento”. Según las primeras versiones de la investigación, durante las últimas horas de julio, vecinos alertaron a las autoridades sobre un hombre sospechoso cerca de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).

El hombre, quien fue grabado por la cámara de vigilancia de un vecino, responde al nombre de David Alejandro; un hombre de 19 años que, en algún momento, fue la pareja sentimental de Genebit. David fue arrestado y, al momento de ser interrogado, cayó en varias contradicciones.

En plataformas digitales como Twitter y Facebook, se dio a conocer el caso con la etiqueta #JusticiaParaGenebit. Del mismo modo, activistas, colectivas y mujeres feministas convocaron una vigilia para exigir justicia. La cita fue la tarde del sábado, en el monumento a Benito Juárez, lugar al que llegaron cerca de 400 mujeres, acompañadas de rosas blancas, veladoras, pancartas y, claro, cubrebocas.

Según la Fiscalía General del Estado, durante el primer semestre del 2020, se han registrado 14 feminicidios en la entidad, seis de ellos ocurridos en febrero. Sin embargo, las preguntas de siempre siguen en el aire.

¿Qué pasa con los otros tantos asesinatos de mujeres que no son tipificados como feminicidios por negligencia? ¿Qué pasa con aquellos crímenes de odio hacia las mujeres que ni siquiera son investigados? ¿Esos quién los cuenta? ¿Cuántos dígitos o qué cifra será suficiente para que las autoridades locales, estatales y nacionales atiendan este virus que lleva años entre todas las personas, en todo el país?

Lamentablemente, la solución para esta pandemia no es tan simple como esperar una vacuna, comprarla y aplicarla en los centros de salud. Ojalá. La solución para este problema estructural, aunque es mucho más compleja, sí la tenemos entre las manos.

A pesar de que gran parte de la responsabilidad está con las autoridades (para encontrar y castigar a los feminicidas, para darle seguimiento a las investigaciones que llevan años en pausa, implementar protocolos con perspectiva de género, capacitar al personal que atiende situaciones parecidas, etc.), también podemos enfrentarla de cerca.

Hablemos al respecto. Empecemos por entender que el machismo nos afecta a todas y a todos, aunque sea en diferentes formas. Asumamos el papel que tenemos dentro del sistema, identifiquemos nuestros privilegios, veamos con ojos críticos nuestro comportamiento. La violencia de género no se justifica en ninguna circunstancia.

Aunque pareciera que todo lo relacionado con los feminicidios y la violencia de género está dicho, sepa que —por lo menos de este lado de las letras— nadie se rendirá hasta que las mujeres podamos estar libres y seguras, en todos lados, siempre.

 

Pablo Morrugares

Durante la madrugada del pasado domingo, el periodista Pablo Morrugares y su escolta, Roberto “N”, se encontraban en un negocio dedicado a la venta de alimentos y bebidas, en la ciudad de Iguala de la Independencia.

Cuarenta minutos después de las 12, sujetos no identificados [todavía] dispararon en el lugar. Pablo y el policía estatal fueron asesinados. Al respecto, la Fiscalía General del Estado informó que continúa con las investigaciones y diligencias correspondientes para perseguir a los responsables y capturarlos.

El periodista y su esposa fueron víctimas de un atentado en 2016, razón suficiente para que la Secretaría de Gobernación les asignara medidas cautelares, desprendidas del mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas; mismo que protege a todas aquellas personas que sufren agresiones con motivo de su labor. Sin embargo, la prevención no fue suficiente.

La Comisión de los Derechos Humanos del Estado de Guerrero pidió a las autoridades contemplar como prioritaria la hipótesis de que el asesinato de Morrugares se debió a su actividad periodística. De ser así, el director del portal digital P.M Noticias de Iguala sería el cuarto comunicador asesinado en lo que va del 2020.

Según el portal oficial, “la obligación del Estado consiste en prevenir agresiones, [lo que] se logra determinando patrones de agresión que permitan señalar las zonas de riesgo para el ejercicio del periodismo o la defensa de los derechos humanos”. La respuesta parece clara, la zona de riesgo es el país. Andar con precaución ya no basta. 

 

El buen periodismo

Ahora, el presidente de la República, desde que ocupa la silla presidencial se ha llenado la boca afirmando que, en México, estamos en un “momento estelar” en democracia. Empero, AMLO parece no entender que hay una relación directa entre el sistema político que presume y el periodismo.

En repetidas ocasiones, el mandatario ha descalificado la labor de la prensa o de periodistas particulares. Una de las declaraciones más polémicas de los últimos meses fue la que realizó durante su conferencia matutina del 22 de abril:

“No hay en México un periodismo profesional, independiente… No sigo objetivo, porque eso es muy difícil, la objetividad es algo muy relativo; pero ético… Muy lejos de eso. Es parte de la decadencia que se produjo, lo mismo la radio y la televisión. No generalizo (sic.), pero sí, no supieron entender la nueva realidad, le siguieron con lo mismo y, desesperados, optaron muchos por la mentira”.

De acuerdo con el jefe de Estado, ningún gobierno había sido tan golpeado por la opinión pública. ¡Ah, caray! Pues igual y el señor no abrió muchos periódicos los pasados veinte años, o revisó las “benditas redes sociales” los últimos diez años, por decir lo menos.

Según la definición de López Obrador, “el buen periodismo es el que defiende al pueblo”. Si nos basamos en la concepción de “pueblo” que maneja Andrés Manuel, entonces tenemos todo muy evidente.

El pueblo bueno y sabio está conformado por aquellas personas que confían en él como mesías de la democracia; por lo que el silogismo se completa de una forma muy obvia: Si el buen periodismo es aquel que defiende al pueblo y el pueblo apoya el proyecto del presidente, entonces el buen periodismo es aquél que defiende y apoya al presidente. Curioso, ¿no le parece?

Resulta impactante que ni siquiera los mecanismos del Estado (no digamos ya el presidente) puedan garantizar la integridad de las y los periodistas. ¿Qué recursos se necesitan, entonces? ¿Qué medidas se requieren para proteger a las personas amenazadas por su trabajo? ¿Cómo defendemos la libertad de expresión en uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo? ¿Hasta cuándo diremos “¡Basta!”?

 

Hasta que la justicia se nos haga costumbre:

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