Escala de Grises - Negligencia[s]
En opinión de Arendy Ávalos
#LaBrigadaSomosTodxs
El pasado 7 de febrero inició la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas en Poza Rica, Veracruz. Esta brigada está integrada por, aproximadamente, 300 personas; entre las que se encuentran familiares de desaparecidos, colectivos y periodistas que se han solidarizado con la causa.
Los objetivos son claros: priorizar la localización e identificación de las personas desaparecidas, realizar una búsqueda sin estigmatizar ni criminalizar, fomentar un diálogo sobre la situación de violencia en el país y plantear la reconstrucción del tejido social.
Este modelo de búsqueda organizada hace el trabajo que debería corresponderle al Estado. Durante las dos primeras brigadas, se encontraron 4 mil restos y fragmentos óseos; en la tercera, los restos de tres personas desaparecidas —que se encuentran en manos de las autoridades competentes— y, en la cuarta, se localizaron siete personas de las 40,000 que, actualmente, siguen desaparecidas.
Las desapariciones forzadas en México forman parte de la violencia diaria que se vive a nivel nacional y que involucra otras grandes fallas, como narcotráfico, trata de personas, desigualdad social, corrupción, impunidad, criminalización… La lista es larga, pero estos “secretos” se cuentan a gritos.
La ausencia de instituciones gubernamentales que den respuesta al problema es casi palpable; sin embargo, las heridas que dejan las desapariciones forzadas son peculiares. Esas, no podemos esperar a que cicatricen con el tiempo. Sobre eso va la Quinta Brigada, sobre la organización de las víctimas colaterales que quieren colectivizar el conocimiento, sensibilizar sobre este gravísimo tema y, sobre todo, obtener resultados; encontrar a sus nuestros desaparecidos.
Por las rendijas
Hace dos semanas, el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, propuso eliminar el tipo penal de feminicidio para redefinirlo como una agravante del homicidio; razón por la que diversas organizaciones no gubernamentales, colectivos feministas y mujeres protestaron en contra de lo que –como dije en la Escala de Grises pasada– representaría un grave retroceso en materia de género, justicia y derechos.
Luego de esto, el fiscal afirmó que su intención no es desaparecer el feminicidio, sino visibilizar la violencia contra las mujeres; pues “había una serie de obstáculos [en la forma que se presenta el delito] que debían superarse”. También explicó que, actualmente, el feminicidio “no es lo suficientemente claro” para lograr una defensa de las víctimas y la reforma tiene la intención de agilizar los procesos de investigación.
Según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad y el INEGI, sólo una quinta parte de los asesinatos de mujeres es clasificada como feminicidio. ¿Se da cuenta de cuál es el inconveniente real?
Lo que nos debería preocupar aquí no son los posibles “obstáculos” que pueda o no tener la tipificación del delito, señor fiscal. El problema está en la forma de abordar la situación, pues son pocos los casos que se investigan correctamente. Ni hablemos de los casos a los que se les brinda el seguimiento adecuado y, mucho menos, de aquellos en los que no entra la palabra impunidad por las rendijas.
La capacitación en materia de género es necesaria y urgente en todas las instituciones. Comprender todas las causas e implicaciones de un asunto tan grave a nivel nacional es el primer paso para desarrollar propuestas o estrategias que solucionen el problema a profundidad y que no nada más sirvan para esconder el polvo.
Ingrid Escamilla
La madrugada del 9 de febrero, vecinos de la colonia Vallejo, en la alcaldía Gustavo A. Madero, escucharon gritos y una discusión proveniente del departamento en el que vivían Ingrid Escamilla y Eric Francisco. Sin embargo, de un momento a otro, la pelea se detuvo. Todo quedó en silencio.
El domingo, Eric llamó a su exesposa para confesarle que había agredido a su novia hasta matarla. La mujer alertó a la policía y, cuando los elementos llegaron al lugar de los hechos, descubrieron el cuerpo de Ingrid desollado y sin órganos. Según las estadísticas, ese día se cometieron nueve feminicidios más.
Al respecto, la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, afirmó en su cuenta de Twitter que la Fiscalía exigirá pena máxima para el presunto feminicida, pues es un crimen “absolutamente condenable e indignante”.
Como si esa tragedia no fuera lo suficientemente dolorosa, las fotografías del crimen fueron difundidas sin respeto o dignidad alguna para Ingrid. Esta filtración significó una revictimización y una falta de ética periodística absoluta. Una vez más, los adjetivos para describir el caso, así como las posibles acciones del gobierno, son insuficientes.
Este crimen de odio no es un caso aislado y tampoco fue realizado por un monstruo ajeno a la realidad. El culpable es un hombre de 46 años que intentó deshacerse del cuerpo de su novia “para que nadie se diera cuenta” de lo que había hecho.
En un país donde el presidente nos presume lo que come en una fonda del Estado de México o insinúa que los feminicidios son una “manipulación de los medios”; el odio, la inseguridad y la impunidad son palabras a las que hemos adaptado nuestra vista. Ya basta.
La sociedad y el Estado deben dejar de ignorar la violencia sistemática en contra de las mujeres. Pensar que el problema se resolverá solo o que no hay un hilo conductor que teje el acoso, la violencia de género y los feminicidios ya no es pecar de inocencia, es negligencia.
¿Cuándo fue la última vez que usted se cuestionó sus acciones o su forma de pensar? Ahora es un excelente momento para hacer de la crítica una costumbre. Ya no podemos darnos el lujo de andar por la vida creyendo que todo estará bien.
Lo que las mujeres de México estamos exigiendo no es algo imposible. Necesitamos estar seguras, andar sin este miedo constante de ser la siguiente en una lista que parece interminable, respeto a nuestros derechos, equidad, justicia, seguir vivas, castigo para los feminicidas. Queremos poder decir, con certeza, ni una asesinada más.
La recomendación: Para aprovechar que México nos tiene con el corazón roto, lea Casas vacías. Esta novela de Brenda Navarro cuenta la historia de dos mujeres en una situación emocional particular y que, además de cuestionar la maternidad, aborda temas como la desaparición, la violencia familiar, la desigualdad social, el amor, el olvido y la memoria.
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