De voz en voz - Rock en resistencia: una noche en The Pit
En opinión de Tania Jasso Blancas

La noche del pasado viernes no fue una más. Fue una cápsula del tiempo. Asistí con mi hija menor a un concierto en The Pit, ese foro multicultural que ha resistido lo que muchos otros espacios en Cuernavaca no: el olvido. En cuanto pisé el lugar, las imágenes de mi juventud me asaltaron con fuerza. Rockotitlán, LUCC, El Mosquito… lugares que ya no existen, pero que alguna vez dieron cabida a las mismas ganas de gritar, bailar y existir a través de la música.
Treinta años después, ver un espacio como The Pit repleto de jóvenes —y no tan jóvenes— fue un respiro. Un acto de resistencia. Un recordatorio de que, a pesar del abandono institucional y cultural que ha padecido Morelos, todavía hay quienes se aferran a sostener el espíritu contracultural vivo. Ernesto, el administrador del lugar, merece algo más que un aplauso: merece apoyo real, continuidad, política pública, ¡Aguante Mefisto!
Y es que lo que vi esa noche no fue solo un concierto. Fue una escena. Un pequeño ecosistema donde “el slam o bush” no es violencia, sino ritual; donde se salta con confianza y se cae con seguridad. Donde la música de bandas como “Te vi en un planetario” o “La Texana” no solo suena, sino que genera comunidad. La guitarra reverberante de Alexis Ramos, la voz etérea de Ilka Serma, y el coro colectivo a “Alexito”, ese guitarrista celebrado como si fuera estrella de estadio, me confirmaron algo: no hay apatía, hay talento. Lo que falta es estructura.
Después subió al escenario Josué Ramírez, mejor conocido como “La Texana”. Con guitarra en mano, y acompañado de otra guitarra y un bajo, logró electrizar el ambiente con una propuesta que mezcla el rock pop con ecos de post punk. Lo impresionante no fue solo su presencia escénica, sino el entusiasmo del público: corearon todas y cada una de sus canciones. Su conexión con la audiencia es directa, visceral, como si sus letras hablaran por todos. Ver a alguien tan joven tomar el escenario con esa fuerza, confirma que hay una nueva camada de artistas jóvenes que no solo tienen talento, sino una voz que merece ser escuchada.
Vi generaciones compartiendo espacio y ritmo. Vi a mi hija de 20 brincando como yo lo hice a su edad. Y pensé: ¿cuándo fue que Morelos dejó de invertir en estos espacios? ¿Cuándo dejamos que la cultura alternativa se volviera subterránea en lugar de semilla?
La cultura no es adorno. Es identidad, resistencia y futuro. Lo que viví esa noche fue prueba de ello. Y si queremos un Morelos mejor, más justo, más vivo, no necesitamos grandes slogans: necesitamos apoyar, financiar, y proteger estos espacios donde la cultura se vive, no se presume.
Porque solo con cultura se construye un Morelos más digno, más fuerte, más nuestro.