Escala de Grises - Presidenta de México

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Presidenta de México

El primer día del décimo mes de este 2024 se convirtió en un día histórico para México. No sólo porque se realizó la primera toma de protesta dos meses antes de lo que se acostumbraba, sino también por la llegada de la primera mujer a la silla presidencial, después de que 65 hombres estuvieran en el poder.

Más allá de filias y fobias, el simple hecho de que Claudia Sheinbaum Pardo porte hoy la banda presidencial es un acontecimiento digno de conmovernos a todas (y ojalá a todos, también). Consciente de eso, la mandataria hizo uso de múltiples simbolismos y referencias a este logro.

Con la presencia de Ifigena Martínez, presidenta del Congreso, el acto estuvo lleno de homenajes para los hombres y mujeres que, según la historia oficial, ayudaron a construir la patria que conocemos. El primero de estos honores fue dirigido hacia Andrés Manuel López Obrador, no sólo por las palabras que enunció su sucesora, sino también por la forma.

Mientras aseguraba que la historia ha juzgado a AMLO como “el mejor presidente” del México contemporáneo, su manera de pronunciar cada palabra y marcar cada pausa era, por decir lo menos, una referencia clara a las formas tan peculiares de López Obrador para dirigirse al pueblo.

Por supuesto, Claudia no perdió la oportunidad de enaltecer y aplaudir todo aquello que ahora se quedó entre sus manos: los proyectos insignia, los programas sociales, las reformas constitucionales y la promesa de la continuidad para la 4T. En caso de que no quedara lo suficientemente claro, durante su toma de protesta, la Dra. en Ingeniería Ambiental aseguró que su sexenio sería “el segundo piso de la Cuarta Transformación”.

Siguiendo las huellas de su antecesor, como si se tratara de un acto más de campaña, el discurso de Sheinbaum hizo referencia a las frases más populares de Morena. Desde “por el bien de todos, primero los pobres” hasta la “austeridad republicana”, estas mismas palabras fueron coreadas por las personas que asistieron al Congreso.

Claudia Sheinbaum también consideró pertinente mantener las promesas que la llevaron a ganar las elecciones: no subir el precio de la gasolina, impulsar la economía de las familias, continuar con los programas sociales, incrementar las inversiones extranjeras y beneficiar al pueblo de México.

Sin embargo, la promesa principal fue trabajar para seguir representando a todas las mujeres que han llegado con ella al poder, honrar a las mujeres que “lucharon por sus sueños y los lograron, a las que no los lograron, a las que han tenido que callar y gritar a solas (...) no llego sola, llegamos todas. Hoy llegan todas ellas, que nos pensaron libres y felices”, sostuvo.

Y, aunque no dejamos de lado que en un país tan machista como el nuestro ahora tenemos a una presidenta, también es indispensable cuestionarnos la posibilidad de que los intereses de todas las mujeres estén realmente protegidos y que las necesidades sean realmente escuchadas.

¿Basta con tener a una mujer como representante del poder Ejecutivo para que nuestros derechos ya no sean vulnerados? ¿Es suficiente que una mujer sea presidenta para frenar la ola de violencia que se observa en los once feminicidios que se comenten en México todos los días? ¿Podrá esa misma presidenta atender las demandas de las madres buscadoras para encontrar a las víctimas de desaparición forzada? ¿Qué pasará con las carpetas de investigación pendientes y la impunidad en delitos por violencia de género?

La representación es importantísima, pero es necesario conocer cuáles son los límites a los que llega, cuáles son las múltiples tareas que quedan por hacer y visualizar el largo camino que nos queda por recorrer para que la transformación (una palabra sin fines partidistas) no sea sólo superficial, sino estructural; que las posibilidades sean para todas.

Reconocer que Claudia Sheinbaum está marcando una pauta necesaria en los puestos de poder y que este cambio es enorme para las generaciones actuales y futuras no es opcional. Ahora nos queda observar de cerca las decisiones que se toman para, a partir de eso, empezar a exigir que todo sea verdad y no sólo un discurso de campaña más.

¿Llegamos todas?
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