A Nivel Banqueta - Las calles de Cuernavaca
En opinión de Francisco Valverde Prado
Gustavo Giovannoni decía que las calles que en otros tiempos se usaban casi exclusivamente para delimitar el espacio construido y dar acceso a los edificios, se han convertido, en la ciudad moderna, en contenedores de la circulación de vehículos y personas, “...las calles son los verdaderos órganos del movimiento de las ciudades”.
Cuando hablamos sobre la condición y características que guardan las calles de Cuernavaca, ¿cuáles son las primeras palabras o adjetivos que vienen a nuestra mente? Sin temor a equivocarme, muchas de las respuestas tendrán alguna conexión con la palabras abandono e ilegalidad. Si las calles son los verdaderos órganos del movimiento de las ciudades, tal y como lo dijera Gustavo Giovannoni (arquitecto y urbanista de origen italiano), cuál sería entonces el estado de nuestros órganos (las calles de Cuernavaca), ¿enfermedad, obesidad, hipertrofia o un malestar generalizado? Qué es lo que nuestras calles transportan principalmente. Sí, sabemos que autos, un paupérrimo transporte público y algunos valientes peatones. Resulta que las calles de Cuernavaca son un espacio para la anarquía y la desigualdad. En ellas podemos visualizar el nivel de nuestra democracia. El derecho a la ciudad, es un derecho humano fundamental. Sin él, la calidad de vida de un ser humano está condenada al fracaso.
Muchos de nosotros hemos escuchado -siquiera en alguna ocasión- aquella vieja frase: “no te comportes así, no estás en el calle”. Culturalmente, hemos pensado en la calle como “aquél lugar” donde lo malo puede darse, un espacio donde pueden depositarse las malas conductas, lo que solemos llamar callejero. Las calles de Cuernavaca, en algún momento de su historia fueron señoriales, simpáticas y hasta guapas. Aún ahora podemos encontrar algunas de ellas en forma de reliquias y recuerdos de un tiempo que se ha ido.
Si comprendiéramos que detrás de lo que una calle representa, habita el espacio público, ese sitio en común entre “unos y otros”, el lugar donde muchos de los derechos humanos son materialmente consagrados. A Cuernavaca le falta mucho para lograr recuperar su belleza y esplendor. Comenzando por la recuperación integral de toda la infraestructura peatonal que permita hacer posible “el caminar” como un verbo con probabilidades de conjugación.
Si algún día habremos de soñar con una ciudad para todos, es impostergable privilegiar la ley y el orden sobre el caos, el desorden y la ilegalidad.
A Cuernavaca le duelen muchas cosas, pero bien podemos iniciar por lo más sencillo, por acciones que puedan realizarse de abajo hacia arriba, contrario a aquella frase que tanto nos han repetido: “las escaleras se barren de arriba para abajo”. Hoy necesitamos empezar por lo más sencillo, con pequeños pasos que nos permitan obtener pequeñas victorias que puedan devolvernos la esperanza y el sentido de pertenencia. Ordenemos nuestras calles, de lo más simple a lo más complejo. Construyamos banquetas, pintemos cebras peatonales, contemos con una correcta señalización y empecemos a educarnos entre “unos y otros”, obedeciendo las reglas del juego. La ciudad es también un ente pedagógico cuya principal virtud consiste en la posible construcción de una nueva cultura ciudadana que pueda devolvernos a la Cuernavaca que todos queremos.
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