Cuando sea demasiado tarde… - ¡Me secuestraron el Whatsapp!
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Buen día apreciado lector, esta semana ha sido la locura en la vida de todos. Afortunadamente el bienestar nos alcanza como para congregarnos en torno a estas líneas, pero la cosa cada vez está peor. Esta semana aprobaron la reforma judicial, el afamado plan C, de tal manera que los jueces de diferentes niveles serán sujetos a elección popular. Todavía falta que se apruebe en los congresos locales, pero sólo necesitan 17 congresos de 24 que tienen mayoría priísta, perdón, morenista. No termino de comprender el impacto de tal acción en virtud de la armonización de las constituciones estatales y demás reglamentos pertinentes, pero sí veo que el tema de impartición de justicia (si es que eso era lo que teníamos), ha adquirido importantes tintes políticos. Ahora los jueces tendrán que tomar en cuenta temas como la elección, la reelección, y mantener el cargo, a la hora de emitir dictámenes y sentencias. Además, queda firme que van a querer modificar a gusto la constitución, no se sorprenda usted cuando aparezca el López con uniforme militar. El payaso anda suelto y está viendo a quién llevarse.
El viernes de la semana pasada iba en la camioneta con rumbo desconocido, cuando me llamó una persona sosteniendo que necesitaba el código del paquete de Amazon que estaba a punto de entregar. En virtud de que iba conduciendo, le dije que por favor entregara el paquete porque no podía acceder al teléfono (siempre uso el manos-libres para las llamadas y trato mucho de no contestar mensajes, o en su defecto me orillo si pienso que es importante). Una hora más tarde me llama la misma persona, insistiendo en que necesita el código del paquete porque de lo contrario no podría recibirlo, y me presiona para que le de el código. “Nada más abre el Whatsapp y dame el código que te va a aparecer,” y su servidor cayó. Sin darme cuenta, le dicto el código de transferencia de la propiedad de la cuenta, mi sesión se cierra y perdí mi acceso a ella. Me orillo y frenéticamente intento recuperar mi cuenta, cosa que no me es posible. Me suspenden los intentos de recuperar la cuenta por 12 horas. Cierro los ojos y respiro, lo primero que pensé es que no debo entrar en pánico.
Reanudo la marcha, no tiene caso estar parado a la orilla del camino porque lo único que voy a conseguir es que me vuelvan a victimizar. Inmediatamente llamo a mi padre, ya está al tanto de la situación. Una de las desventajas de ser (supuestamente) escritor es el escrutinio al que estás sujeto al respecto de la ortografía y la gramática. Todo el mundo se dio cuenta que la manera de escribir y expresarse del individuo no era la mía. Mi papá pone bajo aviso a mi mamá y a uno de mis hermanos. Llamo a otro de mis hermanos y no me contesta. Mi sobrina Vivi (que está molesta conmigo por una diferencia que tuvimos (ya perdóname Viviiiii)) tampoco. Encuentro a mi otra sobrina y ella se encarga de avisar a toda la familia. Luego empiezo a buscar a cualquiera de mis primos, primero de un lado y luego del otro, y la información se riega por el mundo. Tal y como sostiene Maritza Montero, activé toda mi red de apoyo social y logré que nadie saliera afectado. A la delincuencia le faltó manos para operar el teléfono celular. Al día siguiente, ya había recuperado mi cuenta y todo quedó en un gran disgusto. El verdadero dolor fue que un estudiante me llamó días más tarde, muy apenado, para decirme que no había podido conseguir los $20,000.00 que yo supuestamente le había pedido. Le expliqué que todo había sido una treta de alguien que me había secuestrado el Whatsapp, y se alegró de que no había caído por pobre. Tengo que invitarlo a comer, me siento super mal por esta situación que un pequeño descuido mío ocasionó. No es en vano que Stanley Milgram sostiene desde por ahí de 1950 que somos vulnerables a la autoridad, cuando nos presionan solemos perder la perspectiva da las cosas. Quiero una vez más disculparme con todos los que recibieron mensaje, y agradecer a todos los que me ayudaron a asegurarnos de que ninguno de nosotros fuera afectado. Al final hasta me hicieron un favor, apareció un amigo del que no sabía desde hace mucho, y dos exnovias plenamente preocupadas por el bienestar de su servidor.
Por lo demás, la tía Mula sigue haciendo de las suyas, ahora opera a través de sus esbirros para protegerse (no entiendo cómo la gente se presta para estos juegos perversos), y el debate Harris-Trump tuvo resultados difusos. Yo opino que la más elegante es Kamala, pero en estos tiempos de estridencia, no se necesita de la verdad para esgrimir los argumentos, pues no estoy seguro de quién haya ganado en virtud del número de adeptos obtenidos.
Así que, si no tiene a qué salir, le ruego no lo haga. Porque este investigador no ha muerto, y a muchos les siguen faltando manos.