Cuando sea demasiado tarde… - Bitácora del Capitán: La ciudadanía del mundo.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
El Capitán mantenía la vista fija en el holograma frente a él. Se repetía una y otra vez la escena del lento descenso del buque cayendo de vuelta a la tierra, tal y como se pudo observar desde su nave. El buque cambia de dirección y acelera lentamente, el enjambre de cazas sale a deshabilitarlo, las naves de arrastre se logran acoplar, y finalmente los cazas se repliegan mientras la nave pierde su órbita y se pierde de vista, hasta que aparece una gran nube sobre la superficie de la Tierra, en algún lugar entre el desierto de Sonora y el de Utah.
Navegante, necesito saber si hay actividad de comunicaciones en el área del aterrizaje. Vaya aterrizaje, murmura la Teniente. Negativo, Capitán. Sólo recibo la señal del transpondedor del buque. Todas las naves con capacidad de más de 100 tripulantes tienen un dispositivo con suficiente potencia para enviar su señal hasta la Luna. Por lo menos sabemos que la baliza sigue en funcionamiento, tal vez los retropropulsores hayan llegado a servir de algo para salvar la nave. El Capitán sostuvo su mejilla con la palma de la mano, mientras mantenía los brazos cruzados. Tal vez haya sobrevivientes. Hizo un movimiento con la mano y desapareció el holograma, pero se quedó frente al domo unos instantes. La flota se mantenía en una quietud absoluta. Los cazas habían vuelto a los hangares del astillero, todas las fragatas de combate habían resumido sus posiciones. El Gran Almirante había dado la instrucción de deshabilitar permanentemente las turbinas principales de los buques restantes. Sólo las naves militares podían realizar maniobras de cualquier tipo.
Navegante, vamos a la orilla de la órbita nuevamente, por favor. Necesito lecturas de telemetría sobre la superficie terrestre en la zona de aterrizaje. La nave vibró levemente, y se desplazó a la posición indicada. La Teniente miró al Capitán de lado, las mandíbulas apretadas. Lo más preocupante era precisamente eso, que el mando se estaba desmoronando. El Consejo de Almirantes se había declarado en sesión permanente, algunos habían asistido a supervisar la deshabilitación de las turbinas de los buques personalmente, otros habían regresado a sus naves y buques a informar a su tripulación. El Gran Almirante guardaba silencio absoluto, la tragedia había ocurrido bajo su mando. Llamaba la atención que el resto de los Almirantes se habían dispersado, todo apestaba a maniobra política. Eso permitía a diversos actores, como nuestro Capitán, a realizar maniobras sin autorización de la cadena de mando.
Las luces del domo parpadearon en secuencia, todos levantaron la mirada. Entraba una comunicación desde la superficie de la Tierra, al parecer sí había supervivientes. Un soldado con insignia de Oficial entregaba un reporte. Las naves de arrastre que se habían acoplado al casco del buque habían conseguido que el conjunto sobreviviera la reentrada a la atmósfera y habían logrado estrellarlo todo en el desierto a la mínima velocidad de 500 kilómetros por hora. Esto había asegurado la integridad del casco, si no es que después de hacer contacto con la superficie, la inercia restante desplazó el buque hasta un conjunto rocoso, lo que ocasionó que todo se partiera en dos casi por completo. Uno de los subalternos del Oficial había tenido la genial idea de accionar los dispositivos de abandono de emergencia, y un puñado de soldados había tocado tierra antes de que el buque detuviera su movimiento. El holograma del reporte mostraba la trayectoria, el destino, el panorama, y algunas imágenes de personas con vida deambulando por la zona. Cientos de personas.
Las luces del domo volvieron a parpadear. Entró una nueva comunicación. Era el hombre de cabello blanco nuevamente. Hemos detectado que han mandado una nave a determinar la situación del buque. Sirva este mensaje como un decreto presidencial. El Gran Almirante debe de inmediato mandar un equipo de búsqueda y rescate a la zona del accidente, para determinar cuántos supervivientes hay y rescatar el equipo que sea posible. El Capitán sonrió levemente, y volvió a examinar el marco de la comunicación. El hombre del holograma le espetó una exigencia de respeto. Está usted hablando con la máxima autoridad sobre toda la humanidad, Capitán. No veo qué parte de mi orden le fue causa de risa. Una distracción le había hecho pensar que era sólo un mensaje, cuando en realidad era una comunicación de dos vías. Lamento mucho la confusión, Máxima Autoridad, pero lamento informarle que usted no tiene autoridad sobre mi cargo. ¡Deberás inmediatamente comunicarme con el Gran Almirante para darle la instrucción a él! El hombre se sujetaba del púlpito con una mano, mientras mostraba el dorso del dedo índice a su interlocutor. La población del mundo me ha elegido como su líder supremo, y hemos realizado una consulta popular para determinar las acciones que la marina espacial debe de seguir. ¡Deben de iniciar las labores de rescate inmediatamente! ¡Inicien las maniobras! ¡La ciudadanía del mundo así lo exige!
El Capitán y la Teniente se miraron. Ella se encogió de hombros, él asintió con la cabeza. Hablaré con el Gran Almirante. Cambio y fuera. Navegante, regresa la nave a su posición y prepara un trasbordador. La nave vibró nuevamente y el panorama bajo el domo cambió, la Tierra desapareció por completo y apareció toda la flota nuevamente. Teniente, queda usted al mando hasta mi retorno. Toda la tripulación se irguió y se llevó la mano a la frente. ¡Señor! El Gran Almirante, la flota, la tripulación, y nuestro Capitán ya tenían suficientes problemas. Ahora tendría que lidiar con la ciudadanía del mundo.