¿Los jueces deben ser también buenas personas? De bombas, jueces, ética y vidas irreprochables Los cínicos no sirven para este oficio Ryzard Kapuscinsky
En opinión de Aura Hernández
En una reunión de la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia (Conatrib) realizada en junio de 2013, el entonces Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal, Don Juan Silva Meza, llamó a todos los juzgadores del país ahí representados a tener “vidas irreprochables” tanto en lo privado como en lo público y lo profesional.
Don Juan Silva Meza, sin decirlo encaraba de esa manera revelaciones mediáticas sobre la vida personal de uno de uno de los expresidentes del Alto Tribunal que, no sobra decirlo aquí, tuvo un brillante e impecable desempeño como representante de uno de los poderes de la Unión pero que en ese momento tenía toda su trayectoria profesional en tela de juicio por algunas conductas del ámbito de su vida privada.
Traigo esto a cuento, porque la semana pasada fuimos testigos de un espectáculo vergonzoso y deplorable que nos muestra de qué talante están hechos algunos de los representantes del poder judicial en Morelos.
Me refiero a la supuesta amenaza de bomba en las instalaciones del edificio principal que alberga al Tribunal Superior de Justicia del estado de Morelos, bomba que simboliza el tamaño de la amenaza que se cierne sobre la gobernabilidad de este poder en el estado de Morelos, pero sobre todo de las personas justiciables que con este conflicto de intereses, son las que más pierden. Porque si algo evidencia este enfrentamiento es la calidad de la justicia que recibimos en el estado de Morelos.
Ante la convocatoria de nueve integrantes del pleno del Tribunal Superior de Justicia, para sesionar ese mismo viernes para seleccionar a un nuevo presidente o presidenta de la institución, la amenaza de bomba dió a la titular de este órgano el tiempo que necesitaba para que un Juzgado de Distrito le otorgara una suspensión que impidiera que fuera destituida de su cargo por obra de un decreto del poder legislativo, que también debería ser motivo de un estudio a profundidad.
El decreto en cuestión, había sido considerado por muchos, incluidos nueve de sus pares, como una forma de terminar con una administración que se ha caracterizado por el autoritarismo, la prepotencia y la corrupción. Una administración con una visión monolítica de la función judicial, que ignora y acalla la pluralidad y las expresiones divergentes de quien la encabeza. Una administración que ha puesto toda una institución al servicio de los intereses de un grupo, al servicio de sus ambiciones e incluso de sus creencias religiosas. Pero una amenaza de bomba lo impidió.
La historia no ha terminado y esta semana, seguramente, seremos testigos de nuevos despropósitos, de nuevas estrategias para mantener el poder, de nuevas injusticias para que se cumpla la ley. Veremos los peritos en derecho ignorando los principios más elementales de la justicia, en fin que me pregunto si ellos, que tienen en sus manos nuestras vidas, nuestro patrimonio, nuestra felicidad ¿serán buenas personas? ¿se irán a dormir tranquilos cada día con la satisfacción del deber cumplido?
Pero no todos el panorama es desolador. Por razones de trabajo he tenido el privilegio de conocer y aprender durante casi veinte años, de profesionales del derecho con un gran compromiso por la justicia y un gran respeto por el trabajo que desempeñan a favor de la justicia y los derechos humanos y eso compensa el haber sido testigo de la miseria humana que se viste de traje para pasar por encima de la justicia.
No sobra decir que en casi dos décadas, con muchos de ellos he tenido el debate sobre si los buenos jueces deben ser buenas personas y confieso que hay quien casi me ha convencido con argumentos muy valiosos de que lo único que hace falta, son operadores de la justicia eficaces y que sus vidas privadas no tienen relevancia si administran la justicia con pericia.
Pero en ese caminar he conocido a profesionales del derecho como Karla Quintana, Omar Gómez, Stephanie Brewer, Luis Eliud Tapia, Luis MIguel Cano, María Colín, Zamir Fajardo, Graciela Rodríguez y de ellos ha aprendido que para trabajar en la justicia también hay que ser buenas personas.
Pues como lo dijo el gran Ryzard Kpuscinsky “los cínicos no sirven para este oficio”.