Árbol inmóvil - Reis (¿Caeiro?)

En opinión de Juan lagunas

Árbol inmóvil - Reis (¿Caeiro?)

Ricardo Reis es un bardo inexistente. Es decir, una especie de heteronomía bajo el influjo de la intemperie de la otredad. Fue y nunca será. Vivió un instante y sigue respirando en las estrofas creadas por alguien… Álvaro de Campos, tal vez.

Su alumbramiento, según Fernando Pessoa, se sitúa en el 29 de enero de 1914 (cerca de las once de la noche). Entonces, no había ningún símbolo sobre el demiurgo en la badana -del panorama del desaliento-. Sólo imperaba la entropía desconcertada.

El aedo creció (como una flor sin sahumerio en la dehesa del destiempo momentáneo y no numérico; encima de la inconsecuencia del bandullo despojado de angustia). Ergo, conforme a la inquietud de la palabra enclaustrada, emergió el poema… He acá un ejemplo… No de él. Se trata de Alberto Caeiro: “En un día excesivamente nítido”:

 

En un día excesivamente nítido, Día en el que quiso la voluntad haber trabajado mucho Para luego no trabajar nada en él, Entreví, como una avenida a través de los árboles, Lo que tal vez sea el Gran Secreto, Aquel Gran Misterio del que los poetas hablan.

Vi que no hay Naturaleza.

Que la Naturaleza no existe.

Que hay montes, valles, planicies,

Que hay árboles, flores, hierbas,

Que hay ríos y piedras,

Pero que no hay un todo al que todo eso pertenezca,

Que un conjunto real y verdadera de las cosas

Es una dolencia de nuestras ideas.

 

¿De qué hablan los rapsodas? ¿Pueden dialogar? No lo creo. Son seres más allá de la misantropía, que se guarecen en la concavidad de la enunciación del vocablo escrito. Intentan unir fonemas con preposiciones (al principio). Cuando conocen la muerte viran el rostro. Una palmada en el hombro los asusta y saca de quicio. (Un servidor se inmolaría; en la diacronía, por lo menos).

¿Y Reis? En seguida… Caeiro quiere culminar:

 

La Naturaleza es partes sin un todo.

Esto es tal vez el tal misterio del que hablan.

Esto fue lo que sin pensar ni parar Acerté que debía ser la verdad Que todos quieren creer y que no creen Y que sólo yo, porque no quiero creer, creo.

 

Aticismo con un barrunto de deliberación. Al fin y al cabo, la palabra poética se adelanta al pensamiento, pese a la marea contradictoria de la desesperanza del fingimiento.

Nada que ver con el siguiente calambur, que surge en medio del mar abierto (en una noche de desolación, orlada de embarcaciones lejanas, sin proa ni velámenes): "Juan está en la vanguardia; disidente con la Guardia Nacional". La oriflama de la desventura no ondea.

Reis (por fin):

 

Nada queda de nada. Nada somos.

Al sol y al aire libre, un poco, nos atrasamos

Por lo irrespirable de la tiniebla que pesa sobre nosotros,

Por lo húmedo de esta tierra impuesta.

Cádaveres aplazados que procrean.

Leyes decretadas, estatuas vistas, odas ya escritas –

Todo tiene su color. Si nosotros, carne

Al que un íntimo sol brinda sangre, tendremos

Un ocaso, ¿por qué no ellas?

Somos cuentos contando cuentos, nada.

 

El cieno de la estolidez nos inhuma. No hay subterfugio en el bisel de la distancia incoherente. Por ende, se vuelven innecesarias las hostilidades; sobremanera, cuando regresamos bien por mal. Es difícil asumir esta conducta dentro de la nada del rastrojal en llamas.

           

ATROCIDADES LEGISLATIVAS

Sin duda, la suspensión de labores parlamentarias, a consecuencia de la diseminación de la pandemia de covid-19, trajo consigo un justificante atroz: la flojedad de los 20 diputados. Las disensiones al interior del Congreso son sabidas públicamente. La enfermedad, siniestra per se, calcina los anhelos de cada uno de los integrantes de este parlamento acerbo.

 

ZALEMAS

La indolencia es un germen del corazón -inerte en la sombra de la incredulidad-; empero, devasta (como los rayos del sol en un mediodía oscuro). En el declive de la hipermetropía se divisan: árboles secos, hojas caídas, versos inconclusos, desesperación, estelas indefinidas (como tus labios), libros con humedad, evocaciones baladíes, miseria… Anatema. Somos así: entes distraídos e inmersos en las penurias de la continua transgresión.

            (¿Hasta el siguiente jueves? El Rapto está cerca…).