Cuando sea demasiado tarde… - Aprender a ceder el paso.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Buen día, apreciable lector. Una vez más hemos llegado al fin de semana con el bienestar suficiente como para poder seguir respirando. El plomo sigue volando y el fierro sigue viajando, estamos a más de cinco muertos diarios en el glorioso estado de Morelos. Faltan tres meses para las elecciones de gobernadores, senadores, y presidente, y no todos llegaremos a tales fechas. Por lo que, como siempre, si no tiene usted a qué salir, le ruego no lo haga. El estado de encrispación social se siente en las calles, insisto en que la agresividad vial es un termómetro social, lo cual nos lleva la columna de esta semana: tenemos que aprender a ceder el paso.
Pareciera que es uno el que pierde cuando se cede el paso. Primero paso yo, y luego te las arreglas tú. Uno de los lugares más antropológicos de la ciudad, según mi no tan humilde opinión, es el pedacito de Plan de Ayala que pasa por abajo del puente de la autopista y pasa por el IMSS, terminando en el semáforo del Trebol. Verdaderamente, en un tramo de cuando mucho 500 metros, 6 carriles se convierten en 3. Cuando bajo de mi gloriosa UAEM, me desincorporo de la autopista hacia Plan de Ayala, para encontrar un muro de vehículos que luchan todos contra todos por poder pasar el semáforo, que es precisamente el tema de esta columna: al cuernavacense no le gusta ceder el paso.
El día de ayer me quedé atrapado entre un camión de mercancías y dos automóviles que no estaban dispuestos a permitirme pasar antes que ellos. Entiendo, ¿por qué habría de cederle el paso a un auto que no pudo mantener su carril? Amable lector, yo le pregunto a usted: ¿por qué no? ¿Cuáles son las razones que uno tiene para no permitirle el paso a cualquier automóvil que lo necesita? La guerra que libré con el automóvil de mi izquierda y el camión de mi derecha se solucionó de una manera más eficiente. Alcancé a adelantar un poco al auto que no me dejaba incorporarme, bajé la ventanilla, y amablemente le pedí el paso al conductor del siguiente vehículo. Me dijo “claro, pásale.” Sigo regresando a Tom Vanderbilt cuando les digo que el problema principal de la movilidad es la comunicación. Es muy difícil hacerle saber las intenciones propias al conductor vecino. Por lo que para eso le dedico a usted estas líneas. ¿Qué es lo que pierde usted cuando un vehículo tiene el paso antes que usted?
Cuando mi papá me enseñó a conducir, me decía que me fijara en la llanta delantera para darme una idea sobre la acción que realizará el otro conductor. Uno de mis hermanos mayores sostenía que la clave está en la mirada del conductor, puedes adivinar las intenciones del otro si observas para dónde está viendo. Yo sostengo que es la comunicación, incluso hasta con señas. Usas tu manita para decirle al otro conductor “¿me dejas pasar?” y ¿creerá usted que funciona? En lugar de reducir la distancia entre los vehículos a manera de agresión, ¿por qué no aprendemos a pedirnos las cosas? Pareciera que hemos perdido hasta las formas más sencillas de comunicación para sobrevivir un aspecto de la vida más fundamental: la movilidad. Toda la actividad humana gira en torno a tal fenómeno: la economía, la política, la labor, el ocio. Todo depende de la movilidad para poder ser, ¿por qué se está volviendo tan complejo y hostil?
En lo personal hablo de Cuernavaca, la joya del Cuauhnáhuac, pues es ahí donde su servidor pasa la totalidad de su tiempo. Sin embargo, opinaría que aplica a todas las ciudades, por lo menos de la región centro del país que es lo que más conozco. ¿Podemos empezar a generar la cultura de ceder el paso? Ceda usted el paso a tres coches durante su trayecto. No es una regla absoluta, hay ocasiones en las que ceder el paso puede perjudicar más el tráfico. Hay que aprender a hacerlo, pero estoy convencido de que es algo que tenemos que hacer más. Salir a la calle y enfrentar a otros conductores no tiene que ser una batalla constante, tal vez si lo vamos viendo entre todos, comprenderemos que ayudar al otro no significa que uno salga perdiendo.
Porque la movilidad no ha muerto, pero las elecciones nos van a matar.