¿Corrupción por necesidad o necesidad de corrupción?
En opinión de José Román
AMLO enfoca constantemente a la corrupción del sistema y sus políticos como causa de uno de nuestros males sociales y económicos de la nación y tiene razón. La interrogante es: ¿Por qué se es corrupto? A la respuesta no hay que corretearle por toda la nación, se es corrupto, ciudadanos y funcionarios porque el sistema está hecho para la corrupción.
Al ciudadano honesto no le queda alternativa para resolver sus problemas de funcionalidad de sus cosas cotidianas y que tienen que ver con la autoridad. Esto ni siquiera es privilegio de sectores sociales donde se aplica la regla no escrita pero diariamente practicada del axioma muy tradicional de que “el que no transa, no avanza”. Es muy democrático y parejo el rasero con que se mide la “mordida”. Si se aplicara la ley o los reglamentos a raja tabla, es decir, tal cual y por casualidad cualquier funcionario fuera realmente honesto, hace quebrar a cualquier mexicano que tenga necesidad de que se le autorice un trámite o negocio o se le dé un documento que resuelva su problema por el que se mira en la necesidad de “entrarle al moche”
Los salarios, por otro lado del trabajador, llámese empleado o ejecutivo de cualquier oficina de cualquier nivel de gobierno, sobre todo estatales o municipales son tan míseros en el primero de los casos que o le entran para ajustar su gasto más lo que pueda arañar bajo el agua o se aventura a la calle a ganarse el sustento en un mundo muy complejo de necesidades igualmente empantanadas en cuanto a la lucha por la sobrevivencia. Claro que hay excepciones, muy generalizadas por cierto, de que a partir de cierto nivel se perciben canonjías y salarios y desde luego prestaciones que hacen que éste precepto de pobreza salarial desaparezca. Son los reales explotadores del pueblo y todos buscan la forma en que puedan llevar recursos extras a lo que perciben porque el mismo sistema hace que para hacerlo viable se tiene que compartir con los jefes. Así, desde la simple comisaría hasta las altas esferas están llenas de empleados y funcionarios que aprovechan el cargo y la necesidad ciudadano para terminar enriquecidos al final del trienio o sexenio.
La ética no importa, lo que importa son los fines y ésos fines están en muchos casos sujetos a la realidad de la economía en función de la necesidad y la ambición de quien ejerce el poder.
En algunos casos es tan vital la corrupción, como el eslabón de una cadena. En sí es una cadena que es posible su funcionamiento gracias al sistema, imperando le práctica de que todos procuran hacerse de la vista gorda en cuanto a lo que pasa. Por ejemplo: al aproximarse un proceso electoral o si el cargo a que se aspira por el necesario cambio de gobierno, se tiene que tener recursos para soportar la carga excesiva de gastos que esto representa y si se es previsor, y generalmente lo son los políticos, desde el inicio de sus funciones prevén las comisiones correspondientes para hacer el capital necesario para soportan un campaña y los enormes gastos que esto representa. De ahí nace la frase muy popular de Carlos Hank Gonzáles de que un “político pobre es un pobre político”, luego entonces, quien “quiere azul celeste que le cueste”, pero de que le cueste a su bolsillo o le cueste al bolsillo del ciudadano, pues no hay mucho que pensar ni ser un genio: de la mordida o de la “cooperación de los ciudadanos” sale todo. A cambio de eso se reducen los costos de cualquier licencia o servicio de la autoridad. De aquí parte de que hay que “engrasar la rueda para que funcione la maquinaria”
El problema está en el mismo sistema que está hecho para eso por ser inviable e disfuncional si se quiere cumplir con todos los requisitos de un trámite cualquiera. Ahora también aplica la regla de que “de acuerdo al sapo, es la pedrada”, por eso, nadie se salva en nuestro sistema y aquí aplica por cierto la frase conocida de que “el que no cae, resbala”, o “de todos modos, Juan te llamas”
AMLO tiene y no tiene razón. La tiene en cuanto le duele que se halla descubierto a su hermano Pío, que por cierto hasta “ahorita, no ha dicho, ni pío” y quiere hacer honestos a hombres educados para la deshonestidad. Convertimos al pueblo por ser irreales en las leyes abusivas y reglamentos exagerados en sus castigos y costos de multas y recargos en chivos expiatorios de lo que no es, es decir, de culparlos.
Viene el proceso electoral el próximo año: ¿Sabe usted cuánto dinero del que se va a derrochar, es mal habido? …tanto como la suma de la injusticia. Luego entonces, no nos desgarremos las vestiduras cuando las cosas se hacen para que así funcionen porque algo es seguro, “todos, trabajadores y ciudadanos somos coludos y todos somos rabones”…a la de “juerza”