Cuando sea demasiado tarde… - Bitácora del Capitán: ¡Rescate!
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
El Oficial activó en su sistema de comunicación la alerta máxima. Algunos de los estrobos de emergencia de la nave se encendieron, la alerta sonó a través de todos los comunicadores. La instrucción fue replegarse de nuevo a la nave estrellada, e impedir el acceso de los agresores inminentes. Todos los campamentos tardaron preciosos minutos en iniciar las labores de evasión. La comunicación no era lo suficientemente buena y, además, la población general estaba herida, cansada y aglutinada de tal forma que costó muchísimo trabajo establecer rutas de abordaje a la nave estrellada, mucho menos había rutas eficientemente determinadas para tal labor. Al final de todo, el fracaso del rescate no fue culpa de nadie, simplemente no hubo suficiente tiempo para llevar a cabo tales acciones.
Navegante, ¡lleva esta nave a la superficie! Debemos reiniciar la secuencia de las turbinas de la nave, debemos llenar la bahía de cargamento con tantos supervivientes como podamos. Debemos hacer algo al respecto. Negativo, Capitán. Aunque la nave de comunicaciones cuenta con la capacidad de reentrar en la atmósfera y volver a salir de ella, no cuenta con la capacidad de hacerlo con la bahía de cargamento llena a su máxima capacidad, y en todo caso, no con la velocidad que se requiere para realizar la maniobra con suficiente tiempo. Además, la capacidad de carga de la nave de comunicaciones no es suficiente para evacuar a los supervivientes, no hay manera de decidir quiénes, cuántos, ni en dónde podríamos evacuar. Tal vez si pudiéramos hacernos de una de las naves de arrastre y adherirla a uno de los buques de cargamento menores. Sin embargo, no contamos con suficiente tiempo, ni con la autorización del Consejo de Almirantes o el Gran Almirante. Tal maniobra requeriría conocimiento de la cadena de mando, y como mínimo la autorización de tal acción. La autonomía de su mando simplemente no nos lo permite. La Teniente se colocó junto al Capitán frente al domo. No hay nada qué hacer.
La sala de mando adquirió un silencio sepulcral. Las imágenes proyectadas sobre el domo hablaban por sí mismas, y la telemetría no incluía audio de lo que ocurría. La marejada de supervivientes de la Plaga de la Mente cercó la zona del aterrizaje, y poco a poco fueron acercándose a la nave estrellada. Se estableció comunicación con el Oficial, pero dominaba la voz de la marejada por encima de la comunicación principal. La Máxima Autoridad lo ordena. La Máxima Autoridad lo exige. Todos somos su rebaño. La Máxima Autoridad lo ordena. La Máxima Autoridad lo exige. ¡Oficial! Requerimos de una actualización del panorama sobre la superficie. Tras unos golpes de estática se escuchó la voz del Oficial, entrecortada por descargas de ametralladora y una que otra explosión. Negativo Capitán, el salvamento ha fracasado. Tratamos de aislar las entradas de la nave, pero no hay suficientes manos con experiencia. Se intentó dar prioridad a los heridos y la población general, pero la marejada llegó antes del tiempo previsto y en general las condiciones del buque no permitieron aislar a los supervivientes. El pequeño contingente de oficiales militares que trataron de salvaguardar a los supervivientes se congregó en el puente de mando del buque. Alguien encontró los lentes del burócrata que había ocasionado la maniobra de reinserción del buque estrellado. Yacían sobre una de las cámaras de alto alcance. Al parecer estaban aislados en la cuenca de una de las turbinas, ya no tenían escapatoria. Ha sido un honor servir en la Armada Espacial, Capitán. La comunicación se detuvo, pero la línea seguía abierta. Navegante, potencia la comunicación. La conexión con la terminal del Oficial es buena, Capitán. No se recibe audio porque no se emite desde la fuente. ¿Oficial? ¡Responda inmediatamente! Sólo hubo silencio y uno que otro golpe de estática. Las imágenes sobre el domo mostraban una mancha de humanos rumiando sobre la nave, como hormigas alrededor de un hormiguero. Parecía que estaban canibalizando el buque entero. Sonó la estática tres veces. ¿Hola? ¿Qué está pasando? ¿Qué día es hoy? La Teniente se llevó la mano al rostro. El Capitán guardó silencio. Ya no había más que hacer. ¿Oficial? ¿Oficial? Ya no hubo más respuesta.
Llegó un paquete de información. El Consejo de Almirantes solicitaba la presencia del Capitán inmediatamente en la nave del mando central. Teniente, prepare un reporte sobre lo ocurrido en la superficie. Navegante, necesitamos telemetría de la ubicación exacta del Oficial, y cuál es el estado actual de la nave estrellada. Preparen mi nave para atender la orden. Teniente, tiene usted el mando de la nave. Con eso, el Capitán se trasladó hasta el hangar de la nave de comunicaciones y esperó a que su nave estuviera lista. La abordó e instruyó al sistema de navegación a establecer la ruta hasta la nave de mando central. Estableció la velocidad de crucero y siguió el camino trasado en el display. Al llegar al hangar del Mando Central, colocó la nave sobre la plataforma indicada y descendió de ella. Lo esperaba un pelotón militar completamente equipado con las armas al punto. Debe usted acompañarnos, Capitán. No sonaba a una solicitud. Lentamente, el Capitán entregó su arma de cargo y ofreció sus muñecas. Usted no está bajo arresto, señor. Por lo menos no es el caso en este momento.
Sin embargo, la escolta de un pelotón completo ataviado hasta la garganta con equipo táctico, que lo había relavado de su arma de cargo y lo conducía por largos pasillos en un estado de no estar bajo arresto, parecía indicar que el destino del Capitán era incierto. Lo condujeron hasta la Sala de Almirantes, la compuerta se abrió y el Capitán se encontró frente al cuerpo de Almirantes.
Hemos podido detener al motín, Capitán. El Gran Almirante se encontraba en el centro, con un nutrido grupo de Almirantes congregado a su alrededor. Parece que hemos perdido el buque estrellado, nos hemos congregado para escuchar en conjunto su informe. El Capitán se colocó frente la congregación, y tras oprimir algunos interruptores en la terminal que portaba en el antebrazo, se preparó para entregar la información.
Hemos perdido a una tercera parte de la población general. No fue posible realizar maniobras de salvamento. El domo mostraba las imágenes que se habían preparado. No hay nada más qué hacer. Tras una señal del Gran Almirante, el pelotón que escoltaba al Capitán dio la media vuelta y salió de la sala, el oficial al mando devolvió el arma de cargo al Capitán, dejando detrás el siseo hidráulico de la puerta al cerrarse.