Árbol inmóvil - Darío (y éxodo)
En opinión de Juan Lagunas
La obsesión es un nimbo epidemial. La letra es indiferente (porque es ingrávida; sobremanera, la tilde, que desafía la atracción gravitacional: nunca cae sobre la vocal de la sílaba tónica).
En una circunnavegación inesperada (hace casi siete años), en medio de la insistente angustia atemporal (que damnifica las entrañas de la insignificancia), olvidé el vocablo que renueva el frenesí. La impaciencia hizo lo suyo en el tablado del abandono. Sobrevuela la desmemoria un aforismo de William Somerset Maugham: “La mayoría de las personas abandonan sus vicios sólo cuando les causan molestias”. Así avanza el desabrigo: sobre una línea incólume (e inicua), donde la voz de la penuria adquiere una cadencia belicosa.
El mohín poético atrae. Es un venero seco (y desconocido) que fluye en el céfiro de polvo. El vate, en tal sentido, se mueve (en la quietud) en direcciones insensatas, incandescentes (en algunos casos) e innecesarias: se queja de las transgresiones; los versos, en ese caso, enarbolan el orco… El alma, sediciosa de lágrimas. Nadie quiere hablar. El sol, la noche y el día (desde el amanecer) son una grisura ¿infinita? No se ve nada. El panorama es sombra…
El sentido de empuje, en cambio, no se detiene. Verbigracia, Darío erigió (sin proponérselo) una generación con Valle Inclán y Juan Ramón Jiménez. El nicaragüense cava una tumba más honda: en “Los cisnes” (dedicado a Ramón Jiménez) expresa:
¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores?
Yo te saludo ahora como en versos latinos
te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
y en diferentes lenguas la misma canción.
Pretende, con esto, adquirir existencia. Qué error. La vida es insubstancial (como el cuento de la mujer de Chéjov). Vale más un cúmulo de fango (tras la lluvia). No obstante, en el poema anterior hay una monotonía indeseable que no acaba: los ruiseñores “cantan los mismos trinos”. Un acierto entre tanta vileza. Cada día tiene su afán y, en ese sentido, se renueva la invariabilidad (no la esperanza).
El aedo cede, porque no puede escribir más que un apógrafo. Aun cuando se aleje (en el exilio del éxodo soporífero), no se deshace nunca de la continuidad.
Encadenamiento de imprecación. Secuela de reingreso en los sentidos encallados dentro del miasma de la tolvanera vana. Embudo momentáneo (que se desvía de la desilusión y, el mismo tiempo, vuelve sin cesar al inicio de la hemiplejía de la llama cuádruple: el desamor deliberado; la tribulación adrede; el elogio que agoniza encima del epigrama de la discordia).
De esta manera, en torno a Darío se dilucida su gusto por lo erótico. No lo alcanzamos a comprender. O él no nos busca. Es un signo del modernismo. El concepto relega. Establece linderos. El valor de la obra de éste se centra en: Azul, Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza. Antes: Cantos y Canto a la Argentina.
En Azul sigue ligado a la métrica: romance, silva, soneto; sobre esa línea, eleva la prudencia de la estructura. Lástima de un elemento: el panteísmo de su espíritu (El año lírico).
SIMULACIÓN SOMNÍFERA
Los integrantes de la 54 Legislatura entienden poco o nada de lo que acontece en el entorno. No me refiero a la pandemia, sí a las coyunturas. El desenvolvimiento inercial de los diputados desencadena fisuras. La ignorancia que profesan los convierte en un objeto manipulable. De ahí el transfuguismo político. Éste es un síntoma de desarraigo y, sobre todo, sumisión. Los representantes populares (mala apreciación) son desechos de la infamia del poder. ¿Adónde se irán?: a) cloaca, b) basurero o c) tiradero a cielo abierto. “Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”, dice Abraham Lincoln.
ZALEMAS
No bastan las aves. La soledad está en todos lados. Se sujeta a la hipocresía del ser. Es una fenomenología tenaz. Es necesario retornar a Matar a un ruiseñor, de Harper Lee. Se abordan aquí la violación y desigualdad racial.
Hasta el próximo ¿jueves? No cabe el día. El Rapto…